Sonidos Binaurales

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PODCAST: LOS SONIDOS BINAURALES



Una de las cosas que permite la tecnología de sonido del siglo XX es la generación de frecuencias distintas para cada uno de los dos oídos. Se descubrió que cuando la frecuencia recibida no es la misma, el cerebro intenta compensarla generando otra frecuencia equivalente a la diferencia de las dos que llegan por ambos oídos, y a la vez, se accede a estados alterados de conciencia. Es cierto que la primera grabación binaural fue en 1881, el “théâtrophone”, inventada por Clément Ader, una serie de micrófonos telefónicos de carbono en el espacio frontal de la Ópera Garnier, y los oyentes recibían distintos sonidos por cada oído, usando unos auriculares especiales. Lou Reed, en 1978, produjo Street Hassle, un disco grabado binauralmente combinando grabaciones en vivo y de estudio. Los juegos que se hacen cuentan con innumerables fórmulas tecnológicas, tan avanzadas como las que se usan para mostrarnos una película aprovechando el número máximo de imágenes secuenciales a cierta velocidad que capta el ojo humano. Usando un escáner de resonancia magnética, Brüel & Kjær y DTU compilaron datos de miles de oídos humanos, incluyendo la parte ósea adyacente al tímpano, y lograron conocer el promedio del canal auditivo humano, en un rango de hasta 20 kilo-hertzios. Se experimenta llevando un sonido a un oído y el mismo al otro oído unos microsegundos más tarde, pero lo que realmente causa algún efecto psicodélico es el introducir, a la vez, el mismo sonido, pero a distintas frecuencias por ambos oídos. En el caso de las dos frecuencias simultáneas el cerebro crea ilusiones auditivas cuando la diferencia frecuencial en cada oído es superior a 35 Hertzios, y esa diferencia genera cerebralmente, como dijimos, un tercer sonido ilusorio, el denominado sonido binaural. 


Diversos estudios, como uno publicado en “Frontiers in Human Neuroscience”, en 2013, han hallado el incremento de pensamiento divergente o lateral, exploratorio de ideas respecto a un problema determinado. Otro estudio, de 2016, publicado en “Frontiers in Psychology” también determinó que los sonidos binaurales aumentaban la flexibilidad cognitiva. Otro estudio, publicado en “European Journal of Pain”, en 2020, vio que los sonidos binaurales amortiguaban la percepción subjetiva del dolor. Otro estudio, de 2015, en “Studia Psychologica”, localizó la mejora de la memoria de los participantes tras someterse a unos 12 minutos con una frecuencia diferencial de 9,55 Hertzios. 


Pero ¿qué nos interesa aquí? Las investigaciones de Robert Monroe, un ingeniero de radio y televisión, en Virginia, EEUU, que experimentó desde los años cincuenta del siglo XX con estos sonidos binaurales, creando la tecnología Hemi-Sync y el Instituto Monroe. En el Instituto Monroe se han efectuado innumerables experimentaciones para universidades y con aplicación militar, con más de 60.000 pruebas de laboratorio en 5.000 sujetos, y se han generado distintos estados de conciencia alterada. Robert Monroe lo descubrió cuando experimentando él mismo con los sonidos se encontró una noche fuera de su cuerpo, y se asustó pensando que había muerto. Pensó en un tumor cerebral o en un desorden provocado por los experimentos, pero al fin detectó que el origen era natural, y generó toda la tecnología para provocar las OBE (“Out of Body Experience”, o experiencias fuera del cuerpo). Y a lo que vamos, he aquí que en Tenerife una amiga mía, diplomática mexicana, tuvo que trasladarse, por obligación de su trabajo, a Brasilia, y varios compañeros suyos de esa época habían acudido al Instituto Monroe de Virginia, y habían logrado salir del cuerpo y encontrarse, en sus dobles o “doppelgänger”, en el patio del Instituto. 


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Enrique Ramos, director de HemySinc Spain, en el Laboratorio del Instituto Monroe


Pues visto esto, trajimos a Canarias a Carol Sabick Quinn, en diciembre de 1996, representante del Instituto Monroe, en una particular reunión de diez aprendices, incluida mi amiga diplomática. Y fue así como Carol Sabick nos enchufó a los oídos una gama sucesiva de sonidos binaurales, acostados todos en reposo supino, cubiertos los ojos con un provocador de oscuridad total, y aplicando sobre el único sentido que queda por desconectar, el oído, las ondas sonoras diferenciadas. Cuando estábamos viajando en el mundo de los sonidos, una de las experiencias guiadas era la de encontrar a un supuesto Guía que nos acompaña en un imaginario dimensional sutil. Así lo hicimos y nos sumergimos en un sonido que semejaba el vibrar continuo de un avión o un barco, siendo que el diferencial hertziano entre ambos oídos solo se percibía inconscientemente. Viajando yo a toda vela por mi interior, arribé a una orilla y vi llegar desde el horizonte un buque, un yate lujoso. Esperé a que llegara, para encontrarme, probablemente, con mi Guía. Sea lo que sea, cuando llegó el buque y se bajó el supuesto Guía, me encontré ante un señor canoso, alto, bien cuidado, vestido como comodoro, muy elegante. Se me pareció a Ron Hubbard, y asimismo aquel yate parecía perteneciente a la “Sea Org” de la Cienciología, de cuando pasaban, en los años setenta, por Puerto Rico, la playa del sur de Gran Canaria. Lo primero que se me ocurrió fue propinarle un bofetón y amenazarlo con que no se moviera de allí, que quien iba en adelante a llevar el barco sería yo mismo. Y así lo hice. Pero cuando estaba ya en alta mar disfrutando de la navegación en libertad me di cuenta de que aquel Guía había urdido la forma de recobrar su libertad propia, reuniendo mucho dinero y adquiriendo otro barco para huir del encierro voluntario al que lo había obligado yo encasillándolo dentro de mi mente. Cuando entendí lo que intentaba me imaginé sin posibilidad de retornar a cambiarme por él cuando quisiera, me preocupé sobremanera, di marcha atrás volviendo al puerto y, antes de que el Guía desapareciera, negocié con él, le devolví su buque, y acabé con buen fin, volví. 


A saber qué cosas me hubieran esperado si no lo hubiera hecho así y hubiera seguido obcecado por la libertad que buscaba en aquél océano sin fin.


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