Análisis: los misterios de la Psique en la población canaria

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     En el "Estudio sobre la visión del canario de sí mismo y de su entorno", llevado a cabo por Hamalgama Métrica en 2008, como primera prospección, sobre aspectos de la población que vive en el archipiélago que no tienen que ver estrictamente con alternativas políticas o métricas económicas, se ha intentado escarbar apenas para comenzar a obtener una foto de ciertas características profundas de la población de las islas.


     

     Para situarnos en la metodología semántica que queremos pergeñar, podemos traer a colación como ejemplo un reciente estudio publicado en "Proceedings of the National Academy of Sciences" por John M. Coates, ex-agente de bolsa e investigador en neurociencias y finanzas de la Universidad de Cambridge, según el cual se midieron los niveles de hormonas esteroideas de los inversores de la bolsa de Londres observándose que existía un correlato de homogeneidad en los momentos de subida de los mercados siendo que los agentes con éxito se veían retroalimentados por una subida de testosterona que, a su vez, los impulsaba a ser más agresivos en sus apuestas. El fenómeno, revela Coates, es similar al que se produce entre los atletas masculinos a los que un ciclo de victorias sucesivas les produce un incremento cada vez más potente de testosterona, dándoles una ventaja que sólo es frenada cuando la exagerada euforia confía demasiado en la exposición al riesgo y sobreviene un fracaso. Coates explica: "la testosterona no crea burbujas, pero las hace crecer. Es posible que las burbujas sean un fenómeno masculino". Pero también ocurre al contrario, que cuando la burbuja pincha los inversores se angustian y se producen excedentes de cortisol, cayéndose entonces en un círculo de retroalimentación negativa que acrecienta el miedo y les hace deshacer posiciones hasta refugiarse en lo más conservador, con lo que se genera un hundimiento prolongado del mercado. En este juego hormonal, y desde un punto de vista más exclusivamente neuroendocrinológico, Coates recomienda que, entre los agentes del bolsa, se fomente la presencia de más mujeres u hombres viejos, para que las oscilaciones de testosterona y cortisol no generen estos bruscos cambios de fase.



     Pues bien, al igual que en un enfoque neurocientífico como el anterior se establecen correlatos interdisciplinares que pueden arrojar explicaciones a comportamientos que, de otra manera, parecen erráticos, con el cruce de las percepciones de la población respecto a una lista de miedos, emociones y arquetipos, podemos obtener explicaciones que valdrían para la toma de posiciones interdisciplinares en diferentes aspectos. Si se hace así, salen a la luz muchas explicaciones, si no absolutas, sí aclaradoras.



     El miedo es uno de los marcadores de la naturaleza social, para el caso de que se logre una medición más o menos exacta de su dimensión entre un grupo de seres vivos. Por otra parte, el miedo debe tener su correlato en el imaginario de los sueños. Si, a la vez, obtenemos información acerca de ciertas prácticas calisténicas que no lo son exclusivamente de la fuerza bruta, y obtenemos, también, información sobre la condición religiosa, y los relacionamos todos entre sí, podemos empezar a dibujar un cuadro para comenzar a acceder a la estructura profunda de la psique colectiva de la población.



EL MIEDO A LA ENFERMEDAD, LOS ACCIDENTES, EL CRIMEN Y LA PÉRDIDA DE LIBERTAD



     Primeramente establecimos una lista de miedos directos y los graduamos en una escala del 1 al 5, de forma que cada miedo, en su grado máximo de la escala, representara el miedo canónico, el miedo que hace saltar las respuestas adrenales por un disparo inconscientemente directo del sistema nervioso parasimpático, es decir, el miedo cerval, el miedo primario, el miedo originario de la parte paleocerebral, vulgar y filogenéticamente denominada reptiliana, aunque es básico que este miedo original está modulado por las restantes zonas, emocionales y neocorticales, y es su conjunto el que produce las respuestas que obtenemos desde un punto de vista psico-social.



Idolo de TaraEl denominado Ídolo de Tara,

representación femenina prehistórica

canaria, encontrada en la zona de Tara


 


    Se planteó a los encuestados el gradiente de miedo que tienen respecto a la enfermedad. El 44,90% de las mujeres manifestaron miedo máximo, siendo este porcentaje del 29,00% entre los hombres. El 13,50% de los hombres manifestaron no tener en absoluto miedo, así como el 9,30% de las mujeres, cifra acorde con el desequilibrio que parece que hace a las mujeres más perceptivas de miedo a la enfermedad. En las franjas de edad, el 46,40% de los mayores de 65 años fueron los que más miedo manifestaron tener a la enfermedad, siendo los más jóvenes, de entre 18 y 30 años, los que en mayor cantidad manifestaban no tener miedo alguno a la enfermedad (un 14,40% de ellos). Si vinculamos el miedo a la enfermedad a sentirse canario o alejarse de tal sentimiento, se da la circunstancia de que el que más canario se siente es el que mayor miedo tiene a la enfermedad (41,30%), menos miedo muestra el que se siente más español que canario (31,00%), menos todavía el que se siente ciudadano del mundo (29,00%), menos aún el que se siente europeo (14,90%). En otro orden de cosas, vinculado al trabajo, el miedo a la enfermedad es máximo entre las amas de casa (51,50%), y le siguen con menor gradiente de miedo los jubilados (41,10%), los parados de larga duración (37,20%) y los estudiantes y los parados por la actual situación de crisis en casi un similar porcentaje de alrededor del 34,50%, y los trabajadores activos en un 33,60%. En función de su condición religiosa los que más miedo tienen a la enfermedad son los católicos (38,80%), seguidos de los creyentes en otras religiones (30,30%), seguidos de los agnósticos (29,70%), y los menos miedosos a la enfermedad son los que se declaran ateos (28,00%). Por islas, se le tiene más miedo a la enfermedad en Tenerife, La Gomera y La Palma (en torno a un 41,00%), seguidas de El Hierro y Fuerteventura (en torno a un 35,00%), seguidas por Gran Canaria (un 33,60%), y donde menos miedo se manifiesta a la enfermedad es en Lanzarote (30,10%).



     Un inciso para dejar claro que los resultados representativos de islas no son científicamente válidos, ya que la muestra está repartida aleatoriamente en todo el archipiélago canario. Pero publicamos los datos a título indicativo. Esta reserva queda hecha para toda referencia a islas en el resto de este artículo.



     En segundo lugar se planteó a los encuestados el gradiente de miedo que tienen respecto a tener un accidente. El 45,00% de las mujeres manifestaron miedo máximo, siendo este porcentaje del 27,70% entre los hombres. El 12,90% de los hombres manifestaron no tener en absoluto miedo y el 9,40% de las mujeres, cifra acorde con el desequilibrio que, extrañamente, parece que hace a las mujeres más perceptivas al miedo. En las franjas de edad el 45,90% de los MAYORES de 65 años fueron los que más miedo manifestaron, siendo los más jóvenes, de entre 18 y 30 años, los que no tenían miedo alguno al accidente en un 12,40%. Si vinculamos el miedo a los accidentes a la condición de sentirse canario o alejarse de tal sentimiento, se da la circunstancia de que el que más canario se siente es el que mayor miedo tiene a los accidentes (40,30%), menos miedo muestra el que se siente más español que canario (32,50%), menos todavía el que se siente ciudadano del mundo (30,80%), y menos aún el que se siente europeo (15,70%). En otro orden de cosas vinculado al trabajo el miedo a los accidentes es máximo entre las amas de casa (49,10%), y le siguen con menor gradiente de miedo los jubilados (41,80%), los estudiantes (38,00%), los parados por la actual crisis (34,20%), los trabajadores activos (32,50%) y los parados de larga duración (31,50%). En función de su actitud religiosa los que más miedo tienen a tener un accidente son los católicos practicantes o no (40,9% y 37,40%), seguidos de los ateos (30,10%), agnósticos (26,10%), y siendo los creyentes en otras religiones los que menos miedo manifiestan a los accidentes (24,90%). Por islas, se le tiene más miedo a los accidentes en La Gomera (45,6%), La Palma y Tenerife (38,5%), Gran Canaria (35,3%), y las menos miedosas El Hierro, Fuerteventura y Lanzarote (en torno al 31,00%).



     El miedo al crimen o al robo, o a actos de violencia, vuelve a ser mayor entre las mujeres (45,70%) que entre los hombres (28,60%). La media de miedo al crimen es bastante elevada, de un 3,63 en una tabla de 5. Quienes manifiestan mayor miedo son los mayores de 65 años. En cuanto al sentimiento nacionalista el mayor miedo al crimen se da entre los que se sienten más españoles. Por condición laboral, son las amas de casa y los parados los más miedosos al crimen, también los jubilados, y los menos miedosos son los estudiantes. En cuanto a condición religiosa son los más miedosos los católicos practicantes y los menos los agnósticos y los ateos. En La Gomera y El Hierro parece que el miedo es mucho menor que en las demás islas, siendo Tenerife y Lanzarote las islas de población más miedosa frente al crimen.

 


     El miedo a perder la libertad es mayor en mujeres (53,50%) que en hombres (43,90%). No obstante, parece alto el porcentaje de población que no tiene miedo en absoluto (11,70%), a pesar de que la media de un 3,94 respecto a un miedo canónico de 5 es la más alta de todos los miedos. Por edad, el mayor miedo a perder la libertad se da entre la franja de edad de 18 a 44 años, los más jóvenes. Confiesan un gran miedo a perder la libertad los parados, más incluso los de larga duración (69,70%). Por su condición religiosa, quienes más miedo tienen a perder la libertad son los agnósticos (57%) seguidos de ateos y católicos no practicantes (50%), siendo que los católicos practicantes y los creyentes en otras religiones son los que menos miedo presentan a dicha circunstancia de miedo a perder la libertad. Por islas, el miedo mayor está en Tenerife y Fuerteventura, y el menor en Lanzarote, La Gomera y La Palma, siendo que El Hierro es la isla más valiente, donde casi tienen el miedo equilibrado (2,8 de media canónica para un máximo de 5).



MIEDOS EMOCIONALES



     El siguiente miedo analizado fue el que se reveló como el hecho que más miedo provoca en la población canaria: el perder a un ser querido, siendo que casi todas las categorías se colocan por encima del 70,00%: hombres un 70,60%, mujeres 82,20%, MAYORES de 65 años 81,60%. Los menos miedosos en este sentido en función de su sentimiento nacionalista son los ciudadanos del mundo (65,20%) y los europeístas (65,70%) y los más miedosos a perder un ser querido los que se sienten canarios (80,50%). Las amas de casa y los parados de larga duración son los más miedosos a perder un ser querido (84,70% y 83,50%). Entre los religiosos, el miedo vuelve a ser mayor entre católicos practicantes (79,10%) y no practicantes (78,70%) y donde menos miedo hay es entre los practicantes de otras religiones (61,40%). Por islas, la más miedosa es Tenerife (79,50%), luego Gran Canaria (75,10%), seguidas de La Gomera el Hierro y La Palma, con un 74,00%, y Lanzarote y Fuerteventura, con un 70,00%.



     Por el contrario, en cuestiones de divorcio o separación matrimonial, el miedo de la población canaria es casi nulo, idéntico para hombres y mujeres la falta de miedo (41,70%) y con un poco más de desequilibrio entre los que tienen mucho miedo (6,50% hombres y 9,20% mujeres). La edad donde es mayor el miedo es 31-44 años (10,70%), y donde el miedo es casi nulo entre los MAYORES de 65 años seguidos de los más jóvenes (18 a 30 años). Por sentimiento nacionalista, los europeístas y africanistas son los que no tienen miedo a esta circunstancia, seguidos de los que se sienten canarios, y los más miedosos a este evento son los ciudadanos del mundo. En función de la situación laboral, los que menos miedo tienen a divorciarse son los parados y los que más miedo tienen son las amas de casa, pero siempre en grado mínimo. Por condición religiosa muestran casi desparpajo ante la situación los católicos practicantes y los de otras confesiones religiosas, siendo los agnósticos y ateos los más cautelosos ante una separación o divorcio, aunque, repetimos, en grado siempre mínimo. Finalmente, La Gomera es la isla en la que el divorcio es casi una fiesta y Fuerteventura es la más recatada frente al divorcio.



MIEDOS VINCULADOS A LA SITUACIÓN LABORAL Y ECONÓMICA



     Respecto al miedo a quedarse en paro prevalece el perfil bajo del mismo, casi equiparado en un 30% de ningún miedo entre hombres y mujeres, y nulo miedo entre MAYORES de 65 años. En función del sentimiento nacionalista el miedo a quedarse en paro está dividido: la mitad de la población tiene mucho miedo y la otra mitad ningún miedo, excepto entre los europeístas entre quienes el miedo a quedarse en paro es notablemente poco. Evidentemente, es poco el miedo entre los pensionistas, las amas de casa y los estudiantes y superlativo entre los parados por la actual situación de crisis (37,30%) y los trabajadores activos (30,20%). La relación entre los comportamientos religiosos y el miedo al paro es menor entre los católicos practicantes y mayor entre los católicos no practicantes (en torno al 15,00% y el 27,00%, respectivamente). Entre islas, el mayor miedo al paro está en Lanzarote, Fuerteventura y La Gomera, y Tenerife y La Palma son las islas donde menos miedo hay al paro, siendo Gran Canaria una isla en la que el miedo está equilibrado en una media de 2,5 respecto a 5.



     Perder el dinero del banco es algo que preocupa más a las mujeres que a los hombres y sobre todo en la franja de edad de 31 a los 44 años, aunque hay que notar que también hay fuertes porcentajes que no tienen ningún miedo a perderlo, aunque la media general alcance un 3,47 de miedo canónico, el 70% del miedo posible. Es alto también el miedo entre los parados de larga duración y un poco menor entre los parados por la actual situación, agnósticos y ateos casi que pasan de la situación, y los católicos no practicantes son los más miedosos a perder todo su dinero.



LA CONFIANZA Y LA FELICIDAD



     En otro bloque comportamental, se preguntó a los encuestados por su valoración de la confianza y la felicidad, situaciones emocionales que, aunque no opuestas, sí son en cierto sentido complementarias a los miedos vitales y existenciales.



     El 43,90% de los canarios valora más la confianza frente al 28,20% que valoran más la felicidad. Hay un 27,60% que valora ambas por igual. Las mujeres ponen más énfasis en la confianza y los hombres más en la felicidad. De 31 años hacia arriba la confianza es la más valorada, y de esa edad hacia abajo los jóvenes quieren ser felices. En relación a la situación nacionalista todos valoran más la confianza. Si atendemos a la situación laboral volvemos a ver que todas las categorías valoran más la confianza, excepto los estudiantes que valoran más la felicidad, lo que vuelve a ser indicativo de un valor de juventud. Por condición religiosa todos valoran más la confianza, siendo que son los ateos quienes más valoran la felicidad a pesar de que la confianza es más valorada en su conjunto. Tampoco hay variaciones por islas en cuanto a que se valora siempre más la confianza que la felicidad, siendo Tenerife y Gran Canaria las islas donde más se valora la felicidad.



     ¿Por qué la importancia de la confianza, cuestión que extraña por de pronto? Es una cuestión casi hormonal, por así decirlo. La confianza es un valor que cada vez se intenta más definir y medir en las diversas ciencias sociales, bien importante en economía, tanto como en sociología, por no decir menos de lo que implica en el comportamiento más puramente neurointerdisciplinar. El doctor Francisco Mora Teruel lo explica con brevedad en su obra "Neurocultura. Una cultura basada en el cerebro", de 2007: "Sin duda que las interacciones sociales, en particular aquellas que tienen como centro un intercambio, descansan sobre la confianza generada entre las personas que interaccionan. Como ocurre cuando se compra una casa o se invierten los ahorros y hasta cuando se compra fruta en el mercado y se mira la cara del frutero. Como dice Damasio: retira la confianza y de alguna manera harás cimbrear los cimientos del amor, la amistad, las transacciones económicas y hasta el liderazgo del que gozan algunas personas. Precisamente, la hormona oxitocina ha mostrado ser un agente biológico mediador de esa confianza en las transacciones sociales, particularmente las económicas. En un reciente estudio se ha visto que cuando dos personas realizan un intercambio, en el que uno desempeña el papel de inversor y el otro de agente que proporcionará intereses al dinero invertido, la hormona oxitocina (en este caso administrada en la nariz del inversor) aumenta su confianza en el agente (Koesfeld et al., 2005). A más oxitocina mayor confianza, y supuestamente realización positiva de planes de inversión o compra previstos".



     En relación con lo anterior, y siguiendo una línea que establece correlaciones endocrinas con los comportamientos emotivos y las interrelaciones sociales, estudiamos las aficiones corporales, por así decirlo, como muestras de vitalidad (no es baladí recordar que deporte y testosterona tienen importantes correlatos), y podemos ver que la reina es la gimnasia con un 26,00% de practicantes, pesas y pilates la practican un 5,00% de la población, y yoga y taichí un 4,60% de la población, prácticas ambas minoritarias pero que se corresponderían a colectivos cercanos a las 90.000 personas. Excepto para las pesas, son las mujeres las que más prácticas de ejercicios corporales efectúan. La proporción para yoga es de 4,60% mujeres y 1,50% hombres, para taichí 1,90% mujeres y 1,40% hombres, para pilates 3,80% mujeres y 1,00% hombres, para pesas 0.30% mujeres y 5,00% hombres. En gimnasia hay casi un equilibrio relativo de 28,00% mujeres y 25,30% hombres. Por edades, el yoga mantiene un porcentaje igual de practicantes que decrece al llegar a los 65 años. Las pesas tienen un decrecimiento más acusado, pareciendo ser cosa sobre todo de jóvenes de menos de 30 años y casi sin practicantes más allá de los 45 años. El taichí es algo popular entre sus practicantes hasta los 44 años, y decrece hasta casi desaparecer a los 65 años. La gimnasia sin embargo se mantiene fuertemente practicada incluso al llegar a los 65 años, donde la practica la mitad de quienes lo hacen a edad temprana, cifra nada irrelevante y equivalente a un colectivo de 285.000 personas. En relación a la situación laboral las medias de todas las prácticas se superan por los que trabajan, evidentemente. Quienes están en paro definitivamente superan la media solo en taichí, no así quienes están en paro por la actual crisis, que practican mucho la gimnasia y menos las otras aficiones. Los estudiantes se emplean casi duplicando la media en gimnasia, y casi quintuplicando la media en pesas, y en el resto de las actividades casi que no las frecuentan. Las amas de casa, sin embargo, superan las medias de yoga y de pilates. Quienes se declaran agnósticos superan las medias de yoga y taichí, aunque también son grandes practicantes de gimnasia y de pesas. Los ateos están por debajo de todas las medias. Por islas, el yoga tiene prevalencia en Fuerteventura y el taichí en La Palma, las pesas y el pilates en Fuerteventura, siendo Lanzarote donde más se practica gimnasia.



LOS SUEÑOS



     El 33,50% de la población no recuerda sus sueños. El 38,00% de la población sueña con familiares y conocidos (41,10% mujeres y 34,80% hombres). Sueña con hijos el 25,10% de mujeres y el 11.90% de hombres, con la madre el 14,20% mujeres y el 5,40% de hombres, con catástrofes el 7,10% de mujeres y 2,10% de hombres, con animales el 3,50% de mujeres y 2,60% de hombres, con políticos el 1,20% de hombres y el 0,60% de mujeres, y otra imaginería recoge el 13,30% para ambos sexos casi por igual. Por edades, quienes menos recuerdan los sueños son los MAYORES de 65 años (40,3%) y los que más los recuerdan los jóvenes de menos de 30 años. Los hijos están presentes en los sueños de los 31 años en adelante incluso más allá de los 65 años, edad en la que se mantiene la fuerza porcentual de esas imágenes oníricas. La madre representa una presencia onírica fuerte entre los 45 y 64 años, siendo que los menores de 30 y los MAYORES de 65 pasan a soñar menos en esa figura. Lo mismo ocurre con la presencia del padre, aunque no tan acusada como con la madre. Las catástrofes acucian sobre todo a los jóvenes menores de 30 años y van disminuyendo para ser menor el imaginario presencial de las mismas a los 65 años (de 5,30% pasa a 3,80%). Los animales casi doblan su presencia a partir de los 45 años. Los políticos son cosa de casi todas las edades, aunque más fuerte su presencia a los 45-64 años. Entre los 31 y 44 años de edad hay profusión de otros imaginarios distintos de los anteriores.



     La media de sueños en catástrofes se supera en Tenerife, siendo nula en El Hierro y baja en La Palma. Soñar con políticos es más cosa de Gran Canaria donde se supera la media, algo en Tenerife, acorde con la media, y ridículo en el resto de las islas. Y el imaginario de los animales es latente en Tenerife donde se supera la media e inexistente en El Hierro. Extrañamente son los practicantes de yoga quienes más presentan una media alta de sueños con políticos, y quienes practican pesas son quienes doblan la media de sueños en catástrofes, imaginario que es nulo entre quienes practican taichí. Por religiones, existe un equilibrio onírico y las catástrofes y los animales son presencias por debajo de la media.



CONCLUSIONES Y PERFILES



     ¿Qué hacer con todos estos datos? Epistemológicamente, sólo plantear perfiles básicos, y teniendo en cuenta de que es una foto dinámica. Esta foto dinámica es más cambiante en unos aspectos que en otros, sobre todo distinguiendo en franjas temporales en las que la población va experimentando nuevas experiencias que le hacen ver las cosas de distinta manera o, por contra, reafirmarse más en sus visiones del mundo. A cada pregunta que nos hagamos enfocada a un tema más concreto nos podrían valer nuevos cruces, y éstos, partiendo de la base del tesauro que hemos obtenido, unas treinta mil respuestas cruzables entre sí, por clusters o individualmente, y sin incluir una serie de descripciones individuales, por ejemplo, de sueños más precisos que desarrollan otro tipo de arquetipos que los aquí elegidos, la herramienta se puede convertir en una potente lupa sobre cualquier aspecto considerado, desplegando sobre dicho aspecto las relaciones ocultas de los demás aspectos, gracias a que conviven siempre juntas dentro de cada encuestado científicamente representativo.



     Pero bien, la dinámica de datos está enfocada a un nivel determinado, y no debe graciablemente extenderse más allá, o si se hace, debe ser con las debidas cautelas. Por poner un ejemplo, cuando un porcentaje determinado de la población, con un perfil también determinado, sueña con animales, no quiere decir que sólo sueñen con animales, de la misma forma que tampoco quiere decir que los restantes individuos no sueñen con animales. De hecho, podríamos aventurar que casi todo el mundo sueña con todos los arquetipos planteados, pero cada encuestado ha contestado lo que más relevancia tiene en su imaginario en el momento de la encuesta, lo cual nos vincula a un momento dado y a una representatividad dada: el año 2008 y para toda la población canaria a la vez, no dividida en partes. Otro ejemplo, cuando proyectamos a la población total el porcentaje representativo, por ejemplo, de quienes practican taichí, si lo obtenemos directamente nos encontramos con decenas de miles, más que un ejército, y esa circunstancia hay que tamizarla, detraer de la población global la que está en edad para practicar, y plantear una serie de cruces que nos dará, a su vez, la verdadera proporción en términos absolutos de quiénes practican concretamente, sin que debamos confundir que las decenas de miles se refieren a una fracción poblacional bruta que incluye, por así decirlo, desde el abuelo hasta la mascota, y teniendo en cuenta que cuando se habla de practicar algo no se está haciendo tal cosa ocho horas al día y todos los días del año, sino que unos lo tendrán como hábito diario, y otros lo habrán hecho un par de veces en su vida. De forma que la refinada intersección de datos es la que cada vez nos arrojará cifras más precisas que concretan más en cada aspecto. También es evidente que todas estas respuestas miden un sentimiento poblacional en un momento dado y que no es la primera vez en que algunos aspectos volátiles se vuelven justo al revés de cómo los hemos detectado en un momento histórico dado: la psicología del hombre canario de Manuel Alemán, por ejemplo, puede que ahora, en muchos aspectos, sea la contraria de la que detectó él en su día. Los pueblos, como sus componentes, están en continuo cambio, y los humanos no sólo chaquetean su tendencia política, sino incluso sus tendencias étnicas y vitales. Dicho lo cual nos lanzamos, muy a bote pronto, a definir los siguientes perfiles.



     La mujer y el hombre canario: no sólo se trata de la "psicología del hombre canario", sino de la "psicología del canario", sea hombre o sea mujer. Cuando hablamos de perfiles, en este caso, la mujer parece que, en general, tiende a ser más miedosa que el hombre. Es decir, hay bolsas de mujeres sin miedo, pero es superior la cantidad de mujeres que manifiestan tener más miedo que la de los hombres. Ahora bien, hay que tamizar las respuestas, pues puede muy bien ocurrir que la percepción de ser miedoso respecto a una circunstancia sea una percepción modulada por la sinceridad, y que ésta sea mayor entre mujeres que entre los hombres, y si detrajéremos este aspecto oculto, tal vez, en la realidad, sean más miedosos los hombres que las mujeres, frente, por ejemplo, a la enfermedad, lo cual no concuerda con las respuestas. Teniendo en cuenta lo anterior, el gradiente de miedo que tienen respecto a la enfermedad las mujeres es del 44,90% de mujeres manifestaron miedo máximo, siendo este porcentaje del 29,00% entre los hombres. La relación frente a los accidentes es de un 45,00% de las mujeres manifestaron miedo máximo, siendo este porcentaje del 27,70% entre los hombres. Parecida proporción hay en el miedo al crimen o la violencia, que vuelve a ser mayor entre las mujeres (45,70%) que entre los hombres (28,60%). También el miedo a perder la libertad es mayor en mujeres (53,50%) que en hombres (43,90%), pero nótese que los hombres aquí ya empiezan a ser más miedosos que en las anteriores cuestiones, en las que se mantienen en un discreto 27-28 por ciento. El miedo es más virulento frente a la pérdida de un ser querido, donde en la mujer se tasa en un 82,20% y en el hombre en un 70,60%. Y baja drásticamente frente al divorcio o la separación, aunque es mayor entre las mujeres que entre los hombres, lo que a todas luces, puede resultar chocante: 6,50% hombres con miedo alto y 9,20% mujeres con miedo alto a tal circunstancia. Frente a la circunstancia del paro no hay diferencias relevantes, y respecto a perder todo el dinero vuelven las mujeres a presentar un poco más de miedo que los hombres. El miedo es un marcador existencial que posibilita la supervivencia en todas las especies, y visto culturalmente no está exento de esta naturaleza original. El perfil del hombre canario es de que es un hombre que no tiene miedo fatal a enfrentarse a cualquier circunstancia, excepto si se le suprime de la libertad o de sus seres queridos; es el hombre canario, a su vez, un hombre no muy apegado a su pareja, en general, y más bien si la cambia de vez en cuando no se siente mal. La mujer canaria se muestra, por otra parte, bastante apegada a sus seres queridos, pero se considera a sí misma con menor autoestima que los hombres, por eso, en cuestiones de confianza (en términos abstractos y generales), valora más la confianza que la felicidad, cuando que el hombre canario, con la confianza y la autoestima más subidas, valora más la felicidad que la confianza. Una forma de superación existencial se demuestra en las prácticas de aficiones calisténicas, donde, excepto en aspectos de fuerza bruta como la práctica de pesas, las mujeres se cuidan más de mantenerse físicamente en forma que los hombres, con diferencias en algunos casos bien notables. Las mujeres canarias, asimismo, son mucho más ricas en su universo interior, medido éste por la frecuencia de los sueños, en los cuales le sacan ventajas frecuenciales al hombre canario de, a veces, el triple. La mujer canaria, en este sentido, es la que domina en el mundo de los arquetipos: no hay, así, un macho virgen que reciba fastos populares, sino siete hembras vírgenes que son las patronas del pueblo de cada isla, porque ahí, en el mundo de lo invisible, la mujer es la dueña. Se ve hasta en el porcentaje de sueño con lo más cotidiano, con políticos, el único arquetipo en el que el hombre supera a la mujer. El mundo de lo extraño, con alrededor del 13,00% de los sueños no catalogados en las categorías arquetípicas antedichas, es igual para mujeres que para hombres, lo cual significa que ése es un mundo por explorar, y efectivamente, sólo con examinar los sueños concretos que han relatado los encuestados, recogidos en nuestro tesauro, hay muchísimas sorpresas que están por revelarse.



     Otro aspecto que puede generar un perfil psicosocial básico es el de la edad. Frente al miedo, la juventud es menos miedosa a enfermedades, accidentes, crímenes, o situaciones de paro, que el resto de la población de más edad, excepto frente a perder la libertad, cuestión que resulta psicológicamente catastrófica para los más jóvenes. También son altamente sensibles los jóvenes, con la misma emotividad que los MAYORES, a la pérdida de un ser querido. Hay dos cosas que temen en mayor grado que el resto de las edades aquéllos que tienen entre los 31 y los 44 años: perder el empleo, perder el dinero, y divorciarse. La confianza es un valor en alza de los 31 años hacia arriba, y la felicidad es más valorada entre los jóvenes de menos de 30 años que entre los de edad superior a ésta. En cuanto al perfil de edad, por tanto, no hay nada especial en la idiosincrasia del canario: de joven es vital, hedonista y confiado en que no le va a pasar nada, cuando madura un poco se hace más conservador y valora el trabajo, el dinero y la pareja como formas de estabilidad, y de mayor, en torno a los 65 años, la seguridad empieza a ser su mayor preocupación, y la confianza su mayor activo, siendo algo extraño que una cuarta parte de la población sigue practicando ejercicios calisténicos o gimnásticos a edad avanzada, cosa que mide la vitalidad de la población y su buena atención social. Finalmente, la juventud se revela como un activo en el que la cara oscura de la luna, por así decirlo, el mundo de los sueños, está más vívido, lo cual empieza a quebrar a medida en que avanza la edad, hasta llegar a borrarse, evolución que, por otra parte, es la normal entre los humanos. Resulta interesante constatar que las figuras de los padres es substituida poco a poco por la de los hijos, que pasan a formar parte más relevante del imaginario de los MAYORES, a la inversa que en la juventud, por razones vitalmente obvias. Así como resulta curioso ver que la figura materna y la paterna, pero aquélla en mayor intensidad, pasa a formar parte importante de la vida onírica de la mitad de la existencia: entre los 31 y 64 años, pero muy especialmente entre los 45 y 64 años, lo que psicológicamente podría considerarse como la edad en la que la personalidad psíquica profunda empieza a asentarse o a traumarse, a la par que el cuerpo físico. Que los animales en los sueños doblen su presencia a partir de los 45 años puede indicar tanto el que estaban presentes en la juventud de entonces de la población representativa de esa edad, cosa que hoy día no ocurre, o puede significar también que a partir de esa edad la psicología profunda empieza a brotar a borbotones y hace aflorar arquetipos ancestrales. Es cuestión de estudiarlo con más datos. Por contra, se nota una presencia estadística de catástrofes en los sueños mayor entre los jóvenes, lo que también podría tener dos interpretaciones: que el imaginario del mundo actual, por vías multimedia, es más catastrófico, o bien que a edad temprana la catástrofe es oníricamente una presencia compensatoria de la conformación del substrato inconsciente.



     Un perfil nacionalista nos daría que el que se siente más canario tiene más miedo a la enfermedad, a los accidentes y a perder un ser querido. Sin embargo el que se siente más español que canario siente mayor miedo que el canario al crimen y la inseguridad, cuestión indicativa de sentirse en país extraño, pero en el resto se manifiestan menos miedosos frente a los imponderables de la vida. El que se siente ciudadano del mundo es normalmente el menos miedoso a la enfermedad, a los accidentes, o a perder un ser querido, aunque sí muestra un poco más de temor a desequilibrios de pareja.



     El perfil en función de la situación laboral nos da que las amas de casa son más miedosas a la enfermedad, los accidentes o el crimen, con diferencias notables al resto de la población, seguidas de los jubilados o MAYORES de 65 años. El gradiente de miedo a estos temores sigue bajando entre parados, estudiantes y trabajadores en activo, lo cual no deja de ser razonable. Hay un dato, el del miedo notable de buena parte de los parados a perder la libertad, lo que podría considerarse como muestra de inestabilidad emocional propia de una situación que psiquiátricamente ha llegado a relacionarse con la castración. Es relevante, también, el miedo a perder un ser querido entre amas de casa y parados, superior al 80,00%. En cuanto a la confianza, en el trabajador como en el parado, el ama de casa y el jubilado, y a excepción de en el estudiante, es más importante que la felicidad.



     En función de su condición religiosa los que más miedo tienen a la enfermedad son los católicos y los creyentes de otras religiones, siendo un poquito menor entre ateos y agnósticos, diferencia que se acusa más aún en el miedo a los accidentes, que sube varios puntos entre católicos, y baja un poco más todavía entre ateos y agnósticos, siendo los menos miedosos a un accidente los creyentes en otras religiones. La relación se invierte cuando se trata de perder la libertad, circunstancia que es temida sobre todo entre agnósticos, seguida de los ateos, y siendo los creyentes religiosos quienes menos miedo le muestran a la pérdida de la libertad. Por condición religiosa todos valoran más la confianza, pero ya vimos que son los ateos quienes más valoran la felicidad a pesar de que la confianza es más valorada en su conjunto. Ser joven y ateo es un perfil que se vincula más al hedonismo. Si se tiene en cuenta que el ateo está por debajo de todas las medias en cuanto a prácticas de gimnasia o deportes individuales, es esperable que el joven ateo empiece a disfrutar y relaje su cuerpo, dejándose ir, de forma que podamos ver un perfil de ateo maduro más descuidado que el resto de la población, pero esto a título sólo de propuesta teórica.



     No es científicamente correcto, con los datos recogidos, fijar la lupa estadística por islas, pues cada isla necesitaría en sí una muestra superior a los 1500 encuestados, y la actual encuesta es sólo representativa del universo canario, con error muestral del 2,56%. Ya lo advertimos. Pero a título de curiosidad es de notar que La Gomera, La Palma y Tenerife son islas en las que se tiene más miedo a enfermedades y accidentes. Tenerife es la isla en la que se percibe también mayor miedo a perder la libertad o al crimen, así como a perder un ser querido. Sin embargo, al crimen poco miedo se le tiene en La Gomera y El Hierro. Esta última isla, El Hierro, podemos decir que es la isla en la que el miedo es mucho menor que en el resto, ante todas las circunstancias, es donde se manifiestan más seguros de sí mismos, y desconocemos si es una cuestión étnica o geográfica, pero constituye de lejos la isla con habitantes más valientes frente a la adversidad, y nótese que es la menos poblada. Hablando de hedonismo, las islas más pobladas, sin embargo, son en las que más se valora la felicidad: Gran Canaria y Tenerife.


Definitivamente, el canario es un individuo bien normalizado, apegado a sus emociones, con sus miedos y su hedonismo, un ser vital, un tanto diferenciado en cuanto a género, lo que nos ha dado pie a pensar en una Psicología del Canario a secas, no del hombre canario, una psicología que, a nuestro entender, exige que cultive más su riqueza interior, pues disfrutando del entorno natural y geográfico, todavía estamos más cerca del perfil de un ser de las islas del Pacífico, pasto exótico de antropólogos europeos, que lo que podíamos estar, por ejemplo, del perfil de los tuareg o los dogon, pueblos de dimensiones casi idénticas demográficamente, el primero cercano a los dos millones de individuos, y los segundos con apenas trescientos mil individuos, pero ambos con un tesauro de "weltanschauung" envidiable. Tal vez ha llegado el tiempo de ser un pueblo más inquisitivo, con más personalidad hacia lo conmovedor, menos representado por el gofio y el tajaraste, y más inserto en la vanguardia humana.


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