Presentación del libro "Filosofía y Transhumanismo", de Juan Ezequiel Morales, en Gáldar

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     En la presentación, en Gáldar, del libro de Juan Ezequiel Morales “Filosofía y Transhumanismo”, fruto de un Encuentro, en 2017, con el Profesor Markus Gabriel, y tras una Diatriba entre el poeta y escritor Javier Cabrera y el autor, en medio del fragor del alegre inicio de fiestas, contemplado desde lo alto del Casino de Gáldar, y merced a la amable invitación de su vicepresidenta Soledad Quesada, llegó el momento del final y de los coloquios. Hubo interesantes observaciones, pero una de ellas no fue amigable, y procedente de un profesor de filosofía, tildó los planteamientos de Juan Ezequiel Morales de sofistas, los comparó a las denominadas pseudociencias por el gobierno actual, y proclamó con iracundia que, al igual que los saludos nazis en Alemania, la propuesta filosófica debería estar prohibida. Lo extraño de aquel espectador, enseñante de filosofía a alumnos de segundo de bachillerato, fue la violencia con la que se dirigió hacia el autor de "Filosofía y Transhumanismo". 


     En ese sentido es en el que hay que recordar tres incidentes violentos y filosóficos a la vez. Uno de ellos es el que, el viernes 25 de octubre de 1946, se cuenta que ocurrió entre Karl Popper y Ludwig Wittgenstein, en Cambridge, concretamente en el King’s College. También estaba presente Bertrand Russell. La cuestión del debate era la de si existen realmente los problemas filosóficos, y el lugar de celebración el “Cambridge Moral Science Club”, presidido por Wittgenstein, presentes más de treinta personas. El invitado era Popper, que llegaba de Londres. Popper escribe en su autobiográfico texto “Unended Quest”, publicado en 1974, que todo se inició con la enumeración por él de una serie de problemas filosóficos substanciales, en tanto que Wittgenstein negaba que fueran reales problemas filosóficos. Wittgenstein jugaba provocativamente con el atizador del fuego de la chimenea, el cual, al decir de Popper, movía "como la batuta de un director de orquesta para subrayar con vehemencia sus afirmaciones". Wittgenstein, en el ardor de la Diatriba, pidió a Popper que pusiera un ejemplo de moral, a lo que éste contestó: "No amenazar con un atizador a los profesores visitantes". A Wittgenstein, trece años mayor que el advenedizo Popper, le invadió la ira, como al profesor de filosofía de segundo de bachillerato en mi caso, arrojó al suelo el atizador de fuego de la chimenea, y se fue dando un portazo. Investigaciones recientes, con testificaciones de nueve de los participantes en aquella tarde del Club de las Ciencias Morales, dicen que el forcejeo empezó con Bertrand Russell, y los tres filósofos se enzarzaron a decirse entre ellos: ¡Usted no entiende nada! ¡Usted lo confunde todo!... la situación estalló, ante el cual Popper enunció el "Principio del Atizador", lo que, por su ironía, debió encender aún más los ánimos. Todo lo que pudo suceder está descrito y ampliado por David Edmons y John Eidinow, en "Wittgenstein's Poker: the Story of a Ten-Minute Argument Between Two Great Philosophers" (2001). 


     Vamos al segundo evento violento y filosófico. Es más reciente, de este mismo año, y ha ocurrido en Kaliningrado, ciudad anteriormente denominada Koenigsberg, donde nació, vivió y murió Immanuel Kant. Se trataba de poner su nombre al aeropuerto, con motivo de su renovación para la celebración este año del Mundial de Fútbol, porque buena parte de sus ciudadanos lo querían así, dado que se sentían orgullosos de su paisano. Los dirigentes rusos del lugar entraron en celo, se realimentaron con los militares rusos del enclave, y han determinado una especie de ostracismo al filósofo, tildado de rusofobia. El vicealmirante Igor Mujamechin, jefe del estado mayor de la flota rusa en el mar Báltico, ordenó a los militares bajo su mando que votaran contra el traidor Kant, dado que “Se rebajó para obtener una plaza en la universidad y así poder enseñar y escribir libros extranjeros que nadie de aquí podía leer”. El pasado primero de diciembre, por tanto, y previo vandalismo con lanzamiento de pintura contra la estatua conmemorativa del filósofo, contra su tumba y contra la placa sita en el lugar donde había nacido, Kant perdió en el sondeo, y fue sustituido su nombre para el Aeropuerto por el de la zarina Elizaveta Petrovna, zarina que reinaba en 1758, cuando el Rusia invadió y tomó Koenigsberg, ciudad que luego perdió a los cinco años, para, de nuevo, ser recuperada en la Segunda Guerra Mundial, hasta hoy. 


     Finalmente, el tercer caso de violencia filosófica que quiero traer aquí es el de Sócrates, a quien se le hizo juicio citadino por apostasía hacia los dioses griegos, acusándole de no reconocerlos e intentar suplantarlos por otros. Jenofonte relata que Sócrates se defendía diciendo: "Mientras estos llaman augurios, voces, coincidencias y adivinos a los que anuncian las señales, yo lo llamo genio divino y pienso que, al llamarlo así, me expreso de manera más veraz y piadosa que los que atribuyen a las aves el poder de los dioses". Sócrates pudo elegir entre el ostracismo y la cicuta, pero prefirió morir por respeto a la ley, una de las mayores estupideces morales de todos los tiempos. 


     En estos tres episodios de violencia, podemos encontrar la explicación al cuarto, que es el que se contó al principio. En el atizador de Wittgenstein entrevemos la violencia que produce el creer que el lenguaje, algo tan vacío como el lenguaje, lo es todo en el conocimiento, y que no hay nada más allá, y que al fin lo mejor que se puede recomendar después de este descubrimiento absoluto es callarse. En las pintadas y atentados contra los monumentos de Kant, así como en su expulsión del nomenclátor de su propia ciudad por los militares rusos, podemos entrever la irritación entre dos formas de pensar la vida, los primeros con la razón, y los segundos con la resistencia: es la lucha entre el poder de la razón y el poder de la resistencia. Finalmente, en el suicidio de Sócrates podemos entrever la renuncia a la propia vida, la renuncia de un filósofo por mor del establecimiento de una mera función de status, de una moral que, al final, lleva al pensador hacia la muerte, como un cerdito hacia el holocausto. Popper quiso interponer contra el atizador violento de Wittgenstein un mandamiento moral, Sócrates quiso aupar la moral de la ley por sobre la propia vida, y el mariscal ruso ha querido hacer valer su moral nacionalista, por encima del filósofo que creyó en una federación mundial para la paz perpetua. Y a Juan Ezequiel le tocó bregar contra el fervor de quienes creen en la moral humana como un cuerpo cierto y absoluto, contra el fervor de quienes creen que son humanos autoconscientes, libres de cualquier Ser Superior que los domine y a quienes, sin embargo, los posesiona y ocupa el hálito del Ser Superior al que no ven, ni perciben, pero es capaz de convertirles en armas aniquiladoras de todo aquello que el Ser Superior no haya dictado como ley y moral.







Javier Cabrera en plena presentación diatriba del libro de Juan Ezequiel Morales

Javier Cabrera discute y diatriba acerca de las características que podría tener el transhumano.



Sala del Casino de Gáldar, durante la presentación de Filosofía y Transhumanismo

Asistentes al acto de presentación del libro "Filosofía y Transhumanismo", de Juan Ezequiel Morales



Juan Ezequiel Morales y Rafael Franquelo, opinando distinto sobre el Transhumanismo

Juan Ezequiel Morales y Rafael Franquelo, expresando distintos pareceres acerca del Ser Superior



Varios escritores en Gáldar

Coloquio posterior a la presentación, por el poeta y escritor Javier Cabrera, del libro "Filosofía y Transhumanismo", de Juan Ezequiel Morales. De izquierda a derecha: el poeta y economista José Paoli, el poeta y escritor Javier Cabrera, el pintor Alfonso Crujera, el escritor y pensador Rafael Franquelo, el filósofo Juan Ezequiel Morales y el escritor y ensayista Antonio Perdomo.



Gáldar 1979. Juan Sosa, Javier Cabrera, Juan Ezequiel Morales, Ángel Sánchez y Agustín Hernández

Cuarenta años antes, en Gáldar. 1979. De izquierda a derecha, el artista y etnólogo Juan Sosa (ya fallecido), el escritor y poeta Javier Cabrera, el filósofo Juan Ezequiel Morales, el profesor, escritor, ensayista y poeta visual Ángel Sánchez, y el pintor Agustín Hernández.



Presentación del libro Filosofia y Transhumanismo, de Juan Ezequiel Morales

Cartel de presentación, en Gáldar, del libro "Filosofía y Transhumanismo", de Juan Ezequiel Morales




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