A lo que ustedes aspiran es a un amo

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Juan Ezequiel Morales


En Bañaderos, en un almuerzo con dos pensadores y sociólogos, José Miguel y Armando, practicantes del “tertium quid”, comentamos sobre la dialéctica del amo y esclavo de Hegel, “Herrschaft und Knechtschaft”, en el capítulo IV de su “Phänomenologie des Geistes”, pero ello no me satisfizo como explicación y prospectiva al momento actual. La dialéctica amo-esclavo estudia la interrelación, dialéctica, entre dos seres en la que uno termina dominando al otro, dos mentes que se encuentran y forman batalla, en base a que el amo depende de los esclavos, sin los cuales no es nadie. La teoría posterior de Alexandre Kojève, se sabe, buscaba la resolución del amo y el esclavo en el encuentro de una síntesis liberadora, la conformación de un ciudadano integral del estado universal, pero esto forma más parte del mito de lo deseable, casi del paraíso perdido con mimbres rousseaunianos. 


Yo propongo analizar la naturaleza ovejuna de los humanos como esclavos natos, esclavos de un ser superior. Como las ovejas y su pastor, no en el sentido de una dialéctica proigualitaria. En la actual situación mundial, es obvio, sea cual sea su origen y causas, que fenomenológicamente se ha expandido el miedo. Un constante miedo en millones de personas hace que éstas se vean constreñidas conductualmente a buscar una solución, y la solución la dirige un líder, un líder salvador. A más algaradas y desorden y caos, más necesario se hace el adviento de un líder. 


Las nuevas tecnologías comunicativas, que ya se están incorporando como herramientas estatales en los códigos legales de cada país, incluyen la posibilidad de conocer en tiempo real lo que se comunica por cualquier manifestante que se manifieste, y los aparatos de los manifestantes, o ciudadanos, pueden ya, tecnológicamente, ser inhibidos e inutilizados para hacer fotos testificales, tanto como pueden ser interferidos audiovisualmente “on line”. La obligatoriedad jurídica de que cada ciudadano lleve encima suyo, como si se tratara del documento de identidad, un Smart-móvil, y la juridicidad que asiste al estado-leviatán de piratear completamente, y repetimos, en tiempo real, toda comunicación e información audiovisual y geolocal de ese aparato, hace que el conjunto de los seres humanos se haya convertido en un enjambre con una mente grupal, o grupalizable, y un rey del mundo, real o arquetípico, que los guía. 


Los experimentos clásicos en psicología social son ya vigesimonónicos, y principalmente han sentado canon Salomon Asch, Stanley Milgram y Philip Zimbardo. En los años 40 del siglo XX, compartieron clase en el Instituto James Monroe del Bronx, de Nueva York, el judío europeo Stanley Milgram y el siciliano Philip Zimbardo, y eran testigos de las bandas callejeras y sus comportamientos de manada. De ese caldo de cultivo observacional y vivencial nacieron sus métodos y objetivos para el estudio de los comportamientos psicosociales de las masas, por los cuales las personas más normales son capaces de cometer los actos más crueles. Simularon prisiones y utilizaron dinero para torcer la moral. Salomon Asch, en 1951, descubrió el surgimiento de la conducta de conformidad en los individuos pertenecientes a grupos. Asch no amenazaba al experimentando, sino que observaba sus gestiones emocionales tendentes a satisfacer al grupo para no desentonar, pero Milgram y Zimbardo usaban dinámicas teatrales o performativas de sujetos aleatoriamente enfrentados a una situación jerárquica, y en ese caso la actitud de “no desentonar” se reconvertía en obediencia incuestionada. La obediencia bajo la forma de democratización de toma de decisiones es la coartada moral perfecta para el individuo que ejecuta el acto horrible contra la víctima, en una confirmación perfecta del “homo homini lupus est”. 


El individuo victimario se protege en la tiranía de la mayoría, y se genera un seguidismo de grupo difícilmente evitable por el individuo sin que exista una reacción por parte del resto de componentes del grupo, lo que favorece la compacidad del comportamiento de enjambre o de manada. Especialmente Milgram, por su origen judío, testigo de las atrocidades nazis, observaba que la tortura y el asesinato se practicaba bajo la excusa de grupo de “yo obedecía órdenes”. En el experimento de la cárcel de Stanford, de Zimbardo, los prisioneros vivían fijos allí, y los guardas hacían un turno de ocho horas. Al segundo día los prisioneros se rebelaron y los guardas frenaron la rebelión y reaccionaron creando medidas anti peligrosidad, que abocaron a humillaciones, abusos y sadismo, obligando a suspender el experimento al sexto día. 


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Martin Heidegger, Costa Axelos, Jacques Lacan, Jean Bofre, Elfriede Heidegger,

Silvia Bataille, en 1955 (del Archivo ABC color, diario de Asunción, Paraguay)


La actual pandemia muestra en toda su crudeza dos grupos, el de los vigilantes tras los visillos de las ventanas y el de los ciudadanos que quieren disfrutar de libertad. Pero, es más, la actual situación ha provocado un escenario económico y social que produce altercados, y es la dinámica utilizada para buscar liderazgos y generar acatamientos ovejunos en los individuos que se comportan como masa. Un caldo de cultivo para generar revoluciones de final infeliz. Y es eso lo que hace recordar al filósofo y psicoanalista Jacques Lacan, en Vincennes, el 3 de setiembre de 1969, una fecha cercana a los sucesos del mayo del 68, cuando respondía a quienes le exigían más compromiso: “Si tuvieran un poco de paciencia y si quisieran que nuestros impromptus continúen, les diría que la aspiración revolucionaria no tiene otra oportunidad que desembocar, siempre, en el discurso del amo. La experiencia ha dado pruebas de ello. A lo que ustedes aspiran como revolucionarios, es a un amo. Lo tendrán”.  Lo que sabemos ahora es que, revolucionarios o no, todos los humanos buscan un amo. Los humanos aspiran a un amo. Y lo tendremos. Estamos hechos para eso.


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