Aislamiento emocional

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En los años ochenta y noventa del pasado siglo XX, dos corrientes filosóficas, lideradas por Foucault y Agamben, se fijaron en que los seres humanos se comportan como meros robots biológicos al servicio de un ser superior a ellos, el cual, valiéndose de las funciones de estatus racionalizadas por otro filósofo, John Searle, decide sobre la vida o la muerte de cada uno de sus componentes. 


Sería compleja la definición absoluta de los sistemas ideados o descubiertos por estos pensadores, desde el panóptico hasta las nuda vidas al servicio mortal del ser superior, pero en el siglo XXI, esas previsiones toman ya forma. 


La principal característica de la denominada pandemia del coronavirus-19 no es tanto su letalidad, similar o inferior a la de otras gripes o epidemias, sino en cómo se ha utilizado la misma para provocar un estado de excepción transnacional. No vamos a repetir lo que hemos ya tratado en otro momento sobre el estado de excepción sobre las nudas vidas, o el estado de vigilancia universal o Panóptico. Tampoco vamos a jalear las ideas de Harari o de Byung-Chul Han, ya que ambos están de acuerdo con digitalizar todo, o sea, con hacer más eficaz la cárcel universal vigiladora y periclitar el paraíso de libertad humana en el que los humanos vivíamos hasta ahora. 


Lo que toca hoy es tomar nota de las advertencias del Premio Nobel de Química de 2013, Michael Levitt, especialista en biología computacional de la Universidad de Stanford, en EEUU, y que ganó el Nobel junto a Martin Karplus y Arieh Warshel, por desarrollar programas computacionales que se utilizan para entender y predecir procesos químicos. Levitt, en declaraciones a Margarita Rodríguez en la BBC, el 12 de junio pasado, ha sido preclaro. Pero antes de entrar en las opiniones de Levitt conviene sentar las bases de la diferencia entre inmunidad o asintomatismo. Ya es lugar común que varios productos, naturales o de baja intensidad, han provocado en muchos casos, frente al coronavirus19, una potenciación del sistema inmune, generando una inmunidad colectiva, no una enfermedad asintomática, sino una inmunidad. Hablar de pacientes asintomáticos es la excusa política para llegar sin trabas al estado de excepción, pues una persona asintomática es una persona sana, la cual no contagia el virus sino que expande los anticuerpos y produce inmunidad colectiva, pues las masas de virus contra las masas de individuos parasitadas por esos virus funcionan colectivamente luchando unas por enfermar y otras por permanecer sanas. Una lucha biológica multi-milenaria, como la que se produce segundo a segundo en nuestros cuerpos entre millones de bacterias que mantienen la homeostasis frente a millones de bacterias que quieren defenestrar la homeostasis. 


Este es un juego nada difícil de entender, excepto cuando se incorpora en medio el interés de vacunar, no ya para el beneficio económico de las corporaciones, sino para el beneficio de los estados que necesitan imponer el control absoluto, el estado de excepción, porque surge el ser superior a manejar los hilos. La cuarentena tal y como se ha instaurado lo que genera es menor inmunidad. Se ha impuesto el aislamiento emocional para abatir rotundamente a los individuos. 


La introducción de enfermo asintomático permite y provoca la promulgación de leyes sanitarias que ordenen cuarentena a los infectados asintomáticos, con lo que los derechos individuales y la libertad física y económica estará en manos del Estado. 


Michael Levitt


Michael Levitt, Premio Novel de Química 2013. Foto de Robert Galbraith, Reuter


Levitt ha afirmado que "el daño ocasionado por el confinamiento será mucho mayor que cualquier daño del covid-19 que se haya evitado... estoy seguro de que el confinamiento pudo haber salvado vidas en el corto plazo, pero el daño económico costará vidas”. Ha analizado las estadísticas sobre los casos de coronavirus en diferentes países, y se dio cuenta de que, aunque el nuevo coronavirus avanzaba mucho más rápido que su antecesor, la tasa de letalidad parecía ser menor que la del SARS-Cov, o la del MERS, cuyas epidemias terminaron sin vacuna: "Vi muy rápidamente, quizás en mi primer reporte del 2 de febrero, que de hecho el virus se estaba desacelerando... no estoy estudiando únicamente Reino Unido, Estados Unidos o Israel, estoy estudiando lo que sucede en todas partes. Todos los días, estoy viendo lugares como Chile, Perú, Brasil. Quizás dos veces al día. Sólo para ver una señal de que el avance del virus se está desacelerando". Levitt ha analizado las curvas de contagio en distintos países del mundo y ha observado que pasan entre "tres a cuatro semanas hasta que el virus empieza a desacelerarse". Levitt reflexiona sobre el hecho de que en unos pocos países de Europa en donde se ha implementado un confinamiento más permisivo, el número de muertes no ha sido más alto si se compara con un país con un confinamiento más estricto. Por ejemplo, dice, en Suecia y en Reino Unido, las muertes por millón de habitantes son muy similares. Adicionalmente, no se ve que haya un cambio grande en el aumento de casos cuando el confinamiento se levanta, no se observa un salto en los casos. 


En su opinión, en el contexto del coronavirus, los medios de comunicación estaban muy determinados a "contar las muertes todo el tiempo, en lugar de simplemente asumir que había muertes". Levitt cree que los medios de comunicación pudieron haber explicado mejor lo que estaba pasando al público y cree que varios países vieron las medidas que estaba tomando China, que implementó confinamientos estrictos, como un referente: "la gente sintió que al confinarse estaba haciendo algo, frenando el virus, estábamos deteniendo a la gente de que irresponsablemente infectara a otras personas. Se les dio la sensación de poder". Y en esas estamos, ahora no hay quien desactive a los Estados Leviatán, de una u otra ideología, y que ya saben que puede encerrar con facilidad a miles de millones de personas sin que se contraponga ninguna objeción en contra.



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