La teoría de la conspiración

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Juan Ezequiel Morales




La conspiración y la conspiranoia son los dos extremos perceptivos de los hechos sociales que, de forma oscurantista, parecen cambiar el curso tranquilo de la historia. Se utiliza últimamente el término para fustigar las razones de quienes no comulgan sin rechistar con el pensamiento único gubernamental. La mera existencia de agencias gubernamentales denominadas de Inteligencia, cuya labor de espionaje y manipulación cuenta con fondos reservados y con absoluto oscurantismo durante 50 años en casi todos los estados del mundo, exige de la mente más dormida de los individuos, un tanto de sospecha. Pensar que todo es en bien de los ciudadanos, sin fallos, es una negligente ingenuidad intelectual.


La Ley 9/1968, de 5 de abril, de secretos oficiales, es la ley española aprobada por las Cortes Generales que regula información sensible cuya publicidad podría suponer un riesgo para la seguridad y defensa del Estado. Prevé dos niveles de clasificación: secreto y reservado, con niveles inferiores de confidencial y de difusión limitada, solo desclasificables por el Consejo de Ministros y el Estado Mayor de la Defensa. La ley establece que la clasificación de información no alcanzará ni al Congreso de los Diputados ni al Senado, y de ahí la Comisión de Secretos Oficiales. Estaba redactada para clasificar los casos en los que se “comprometa los intereses fundamentales de la Nación en materia referente a la defensa nacional, la paz exterior o el orden constitucional”, lo que permitía censurar cualquier información que no gustase al régimen. La ley mantiene la misma potencia secretista, con la diferencia actual de que los gobernantes y representantes de la nación cambian cada cuatro años. Pero el poder del secreto, y sus consecuencias, se mantiene. La información clasificada se convierte fácilmente en secreto de Estado, como cuando en un enjambre se da el poder a la abeja reina. Esa naturaleza ocultista de las elites, que existe en todos los países del planeta, da idea de que la conspiración es un hecho potencial e inmanente, en tanto secreto que se oculta a la población en general. Si no existiera ese poder de secretismo para unos pocos, no habría conspiración.

En filosofía y epistemología, fue Karl Popper quien estudió y citó la teoría conspirativa en su obra “La sociedad abierta y sus enemigos”, donde explica que el totalitarismo del siglo XX estuvo fundado en tales teorías, nutridas de complots imaginarios y paranoias, y nos recuerda que la conspiración formaba parte de la propia actividad política de la Atenas clásica, y la considera dentro de los “fenómenos sociales típicos”. En el contexto epistemológico de Popper las conspiraciones no son falsables y, por tanto, no son científicas. La falta de observación de un fenómeno hace imposible demostrar que la conspiración no existe. Pero también viceversa, lo cual nos arroja a un universo de hechos incontrastables. Aún en filosofía de la ciencia, ha quedado establecido, por Thomas Kuhn, Paul Feyerabend o Imre Lakatos, que ninguna teoría es falsable en el sentido de Popper y, en consecuencia, en la ciencia viene a ocurrir lo mismo que en las teorías conspiratorias.


Por tanto, decir que alguien es conspiranoico o pseudocientífico, porque sí, solo depende eficazmente del foro desde el que se emita ese juicio: si lo es desde la comunidad científica preponderante en ese momento, o si lo es desde el gobierno gobernante en ese momento, o si lo es desde un “mass media” exitoso en ese momento. La teoría de la conspiración y sus oponentes no manejan una verdad, sino el éxito de un aserto, en cuya lucha gana, por selección, el más fuerte, no el que disponga de la verdad pura.


Luego está la factura ovejuna, o de enjambre, del ser humano. Sociobiológicamente el ser humano es individualmente débil, está hecho para actuar en sociedad desde su nacimiento, es de entre los mamíferos el que necesita mayores cuidados, durante meses y años, para llegar a poder sobrevivir como individuo. Y esos cuidados lo socializan al punto de convertirlo en un ser habituado a las reglas de una colmena, un ser que vive y sobrevive en un medio ambiente conspirativo. En ese sentido está sometido a todo tipo de sesgos epistémicos y falacias para poder comprender la realidad conforme a lo que le dictan desde su entorno social.


Hay una interesante investigación que indica que los individuos aplican una regla general por medio de la cual esperan para algo extraordinario, una explicación extraordinaria. Esto se concluye de  “Who shot the president?”, estudio publicado por la “The British Psychological Society”, del 18 de marzo de 2003, y efectuado sobre 64 participantes por Patrick Leman, de la Royal Holloway University of London, según el cual se ofrecía a los sujetos cuatro versiones de acontecimientos en los cuales un presidente extranjero (a) fue asesinado, (b) fue herido pero sobrevivió, (c) sobrevivió con heridas pero luego murió de un ataque cardíaco, y (d) salió ileso, resultando que la tendencia a la sospecha en una conspiración se revelaba para los acontecimientos impactantes en los que acaecía la muerte, en comparación con las otras opciones, que se explicaban con menos teoría conspirativa.


Otras formas naturales de razonar que dirigen la mente de los humanos sin que estos participen en ello son las del “Qui Prodest”, quien resulta beneficiado, o la navaja de Ockham: la razón más simple es la que es verdadera. La lista de falacias, formas de pensar que pueden llevar a error, es gigantesca: Afirmación del consecuente (entender que si A entonces B, está demostrado que B entonces A), el argumento “ad hominem” (que no es un argumento, sino un señalamiento culpable), la “petitio principii” (que propone la prueba en la propuesta principal: “Siempre digo la verdad. Por tanto, nunca miento”), las generalizaciones (“todas las personas calvas que conozco son rápidas. Por lo tanto, todas las personas calvas son rápidas”), la falacia “ad verecundiam” (que se basa en la autoridad de quien emite la afirmación), la falacia “ad ignorantiam” (que confirma un aserto porque no se ha podido demostrar lo contrario), o la falacia “ad baculum” (que se basa en la fuerza o la amenaza).


Pero además, la mente humana está conformada como la de un robot biológico. Es en psicología social donde más abundan los sesgos cognitivos, es decir, las certezas que llegan al conocimiento y no lo son: lo constatamos en el anclaje o tendencia a admitir una información por la cercanía en el tiempo de otra información similar, muy presente en las redes sociales actuales. En el Efecto Bandwagon o efecto de arrastre, tendencia a hacer o creer en algo porque muchas personas lo hacen o lo creen, y que es una tendencia directamente proporcional a cuántos otros ya la tengan. En el Efecto espectador, un fenómeno por el cual es menos probable que alguien intervenga en una situación de emergencia cuando hay más personas que cuando se está solo. En el sesgo de confirmación: tendencia a favorecer la información que confirme las propias hipótesis. En el prejuicio de “statu quo” o tendencia a valorar más la estabilidad. En los Efectos de polarización, el de primera impresión, o el de ultimo evento, en los cuales la atención se polariza en dos, queda presa de la primera impresión, o se deja arrastrar por la impresión del último evento. En el Efecto de la identidad social, de obediencia a la autoridad y de la responsabilidad externa, cuando se antepone la importancia de pertenencia a un grupo frente a los argumentos razonables, siendo que estos comportamientos han sido estudiados por varios psicólogos sociales como Santley Milgram o Philip Zimbardo, sintiéndose el individuo reforzado en sus actos cuando no se concibe responsable de los mismos porque los identifica como cumplimiento de órdenes externas, y de aquí surgen y se hacen posibles los “argumentum ad populum” o “ad nauseam”, la verdad la tienen las masas, el pueblo, o la verdad resulta de la repetición incesante de cualquier afirmación.


Las teorías conspirativas, pues, se utilizan como expresiones menospreciativas para teorías alternativas a las oficiales, y que atribuyen su causa a la acción secreta de grupos poderosos y ocultos. Ése es el patrón argumentativo y racional. Lo que pretende la institución gubernamental es, por ejemplo, que todos los ciudadanos crean que a Kennedy lo mató alguien que pasó por allí con un fusil de mira telescópica y le dio por ello. La tendencia de los gobernantes es la de ocultar a la población el motivo de las cosas, y que acate. Este es el principio de todo gobernante, que incluye el ataque a la individualidad perpetrado por quienes han de cuidar su posición de abeja reina.


Dentro del sesgo epistémico y psicológico que impera en el razonamiento humano contemporáneo, el ser humano queda más tranquilo si entiende que el motivo del suceso extraordinario ha sido causado por humanos que si lo ha sido por otros acontecimientos que escapan a su control. Las teorías conspirativas son, pues, un bálsamo para el terror a lo desconocido. El fenómeno del Valle Inquietante (horror a que un robot o máquina posea una inteligencia humana) es una muestra de que el ser humano siempre tenderá a culpar de lo extraordinario a entes humanos, antes que a fuerzas extrahumanas.


Para discutir un ejemplo, integrémonos en una teoría de la conspiración muy actual, la que deniega la peligrosidad de la enfermedad Covid19, rechaza las medidas de confinamiento y alarma con toques de queda, y considera la peligrosidad de una vacunación universal. Tomemos algunos de sus razonamientos.


Thomas E. Woods, del Von Mises Institute, en Angleton, Texas, octubre de 2020, conferenció sobre “El culto del Covid”, y describió que los gobiernos “tienen supuestos expertos guiando al pueblo estúpido y ese es su método preferido para gobernar”, y entonces nos dicen: “si tan solo estos retrógrados escucharan a la ciencia, ya habríamos salido de esta crisis”. Woods mostró cómo las cuarentenas solo retrasan lo inevitable y dejan destrozos en su camino, y que lo que se pontifica es que si los “encierros no funcionan siempre es culpa de la gente estúpida que no escuchó a los científicos”, a pesar de que nadie nunca recomendó confinamientos de sanos en la literatura médica hasta ahora, y no existen libros de instrucciones para confinamientos de sanos, hasta 2020. Para los fanáticos, dijo Woods, una palabra que es como el crucifijo ante Drácula es Suecia. Suecia nunca hizo cuarentena, no cerró los negocios, las escuelas permanecieron abiertas. No se obligó al uso de mascarillas, y cuando mencionas esto ya sabemos qué van a decir: ¡Oh, Suecia tuvo un alto índice de muertes! Pero hay países que cerraron todo y tuvieron tasas de mortalidad muchos más altas que Suecia. El 75% de las muertes de Suecia lo fueron por una desastrosa gestión sanitaria en los hogares de ancianos, lo cual reconocen, y les habían advertido que si no cerraban todo para junio iban a tener 96 mil muertos, y tuvieron 4 mil. Así que, dice Woods: “Este es el fraude de salud pública más grande en la historia de la humanidad, y los medios lo han distorsionado tanto que la gente ha terminado aplaudiendo a los villanos y persiguiendo a los héroes”. Los ejemplos de las mascarillas son épicos, prometidas como remedio para acabar con el virus en seis semanas, las gráficas de la evolución de la enfermedad en varios países incrementan casi logarítmicamente la curva creciente de casos justo cuando se obliga a la mascarilla: Inglaterra, España, Italia, Francia, Bélgica, Alemania, Austria… y al comparar con los países que no recomiendan mascarilla, como Dinamarca, la curva de contagios es incluso menor en éstos.

Fiesta en China sin mascarillas ni vacunas

Primavera 2021, panorama de fiesta en China, sin mascarillas ni vacunas, mientras el resto del mundo occidental permanece en grave alerta por la Covid19


Un informe de la tasa de letalidad de la Covid19 calculada a partir de los datos de seroprevalencia (publicado oficialmente en enero de 2021 por la Organización Mundial de la Salud, en su boletín), la sitúa en el 0,27 por cien a partir de muestras superiores a 500 publicadas en PubMed desde el 9 de setiembre de 2020. Las estimaciones de seroprevalencia oscilaron entre el 0,02 y el 53,40 por cien y las tasas de letalidad entre el 0,00 y el 1,63 por cien. La mediana de la tasa de letalidad fue del 0,27 por cien. Más contagios que la gripe común, pero menor tasa de letalidad.


Miles y miles de médicos en el mundo han advertido de la peligrosidad de las vacunas, con documentos como el de medicosporlaverdad y biologosporlaverdad, en los que firman 60 médicos y 36 biólogos de una multitud de Universidades españolas, muchos de ellos multipremiados por sus investigaciones, presentando casos reales reportados por agencias del medicamento del planeta, y recomiendan el cese inmediato de las campañas de vacunación. Dicen en su extenso y alarmante informe: “Creemos firmemente que los riesgos no son asumibles, ni un solo efecto adverso o muerte debe ser tolerado. Entendemos que es imprescindible demostrar sin ningún lugar a dudas, el aislamiento del virus SARS-CoV-2, su cultivo directo de pacientes con RT PCRs positivas, para asegurar al 100% su presencia y demostrar su conexión directa con la enfermedad denominada COVID-19, antes de exponer a la población a cualquier ensayo clínico. Consideramos una absoluta barbaridad la experimentación con productos génicos en las personas sanas”. Se usa, según ellos, un paradigma biológico obsoleto y reduccionista, que implica que “el llamado síndrome COVID-19 está producido por un virus denominado SARS-CoV-2, el cual no ha sido aislado y purificado de forma objetiva según reconocen los principales estamentos académicos. Advierten de que el síndrome COVID-19 no es una entidad nosológica desconocida en medicina, y puede estar desencadenado por infecciones víricas o bacterianas, para las que es preciso que confluyan diversas condiciones fisiopatológicas e inmunopatológicas previas, entre las que se encuentran tóxicos y vacunas, particularmente la vacunación y revacunación antigripal”. Acusan la aprobación de las denominadas vacunas Covid19 por la FDA y por la EMA de haberlo hecho en fase experimental, resultando extraño que Merck, empresa líder y con la mayor experiencia en la fabricación de vacunas, se haya quedado al margen de esta carrera. El informe académico produce horror relatando los principios por los que se han incorporado las vacunas génicas, e indica que se ha documentado mayor morbimortalidad por Covid-19 grave en personas vacunadas de la gripe en todo el mundo: “En una reciente carta dirigida a la EMA, así como a la presidenta de la Comisión Europea y al presidente del Consejo de Europa, un grupo de reputados científicos y médicos, demuestra, basándose en evidencias científicas, que las vacunas génicas de ARN y ADN pueden producir un síndrome Covid, en lugar de prevenirlo, así como ser la causa de efectos muy graves al facilitar la producción de microtrombosis en órganos como pulmones, corazón, riñón y cerebro”. Lo cual fue advertido también por J. Patrick Whelan, MD PhD, en un documento publicado sobre comentarios previos a la aprobación de las vacunas covid por la FDA, el 9 de dic 2020: “Me preocupa la posibilidad de que las nuevas vacunas destinadas a crear inmunidad contra la proteína pico del SARS-CoV-2 tengan el potencial de causar lesiones microvasculares en el cerebro, corazón, hígado y riñones de una manera que actualmente no parece evaluarse en los ensayos de seguridad de estos posibles fármacos”. La proliferación, en efecto, de la vacunación en referencia a casos de trombosis y muertes o secuelas graves, ha sido causa de sucesivas prohibiciones de algunas vacunas en 17 países europeos, pero inmediatamente se consideran por la FDA y la EMA necesaria la vacunación a pesar de las decenas de muertes en varios países frente a los millones de vacunados, lo cual es estadísticamente irrelevante. No es, sin embargo, estadísticamente irrelevante que la letalidad del SARS-CoV-2 sea de un 0,27 por cien, inferior a la de la gripe común.


Y siguen: “Otra preocupación derivada de las vacunas génicas es que la información transmitida por una sola proteina viral al sistema inmune de las personas, por las vacunas experimentales, esté en la base de seleccionar mutaciones que provoquen cepas resistentes a los posibles anticuerpos formados de manera demasiado selectiva, es decir, únicamente contra la Spike Protein del virus, convirtiendo de esta manera, una epidemia fácilmente controlable por la inmunidad de grupo en una epidemia monstruosa con continuos brotes, ocasionando una catástrofe sin precedentes (sic). Esta es la opinión del virólogo, experto en vacunas, Geert-vanden-Bossche, transmitida a la OMS mediante una carta abierta, en la que pide que se detenga la vacunación anticovid. Esto se ha observado perfectamente en explotaciones animales en las que las vacunas han producido mutaciones que han ocasionado epidemias peores que la original”.


Los mecanismos con los que se está tratando la Covid19 a través de estas vacunas génicas incluyen un sinfín de efectos previsibles más, y el síndrome de ADE: Antibody-dependent enhancement, o enfermedad aumentada por vacuna. La Universidad de Queensland, Australia, abandonó un proyecto de vacuna COVID19 vectorizada debido a que en los ensayos clínicos se estaban produciendo positivos en pruebas de VIH. En resumen, este casi centenar de científicos concluye que hay ciencia básica que obliga a investigar el descarte de los siguientes efectos adversos graves que no se han tenido en cuenta, algunos de los cuales se pueden producir a medio o largo plazo: patología neurológica y parálisis, enfermedades autoinmunes como esclerosis múltiple y diabetes, esterilidad femenina y abortos, esterilidad masculina, inmunodeficiencia, cáncer, especialmente leucemias y linfomas, esquizofrenia y trastornos del comportamiento (TOC), demencia y ELA, y alteraciones genéticas por silenciamiento génico y/o mutagénesis insercional.


Otro reciente estudio de biólogos advierte con la misma potencia académica de que el denominado Sars-CoV-2 es un virus quimera artificial, su origen proviene de un laboratorio debido a que en biología existe la estricta barrera de especie y ésta sólo se puede traspasar mediante cultivos de virus en células animales, hecho que sólo puede ocurrir en condiciones controladas y jamás en la naturaleza, en suma, la zoonosis o procedencia de animales es muy dudosa. El supuesto aislamiento del Sars-CoV-2, no está probado porque no se han obtenido cultivos virales, ni partículas virales, del mismo. Se debe demostrar su crecimiento directo en células del aparato respiratorio humano, para comenzar cualquier razonable debate científico. Y tal cosa jamás se ha producido durante los últimos quince meses, manifiestan. El PCR es diagnósticamente una prueba ineficaz, el protocolo para la prueba RT- PCR aprobado por la OMS no es específico de Sars-CoV-2, detectando retrovirus endógenos humanos como el coronavirus humano NL63 en su fase extracelular y otra multitud de componentes del transcriptoma humano. Los citados biólogos afirman que los retrovirus endógenos tienen secuencias altamente conservadas y homólogas a los cebadores y sondas usados en los protocolos PCR, por lo que se estaría detectando simplemente la expresión de virus endógenos relacionados con el catarro común. Ello ha llevado ya a algún país europeo, como Austria, a considerar el 31 de marzo de 2021, que dicho protocolo PCR no es válido como prueba para la Covid-19. La sospecha del grupo de biólogos es que la denominada Covid-19 ha suplantado a la gripe, que no ha desaparecido y a la que han cambiado simplemente de nombre "con la salvedad de un pico inusual de mortalidad detectado entre marzo y abril de 2020", pudiendo existir evidencia de que dicha sobre-mortalidad se debe a factores como la vacuna antigripal de 2019/2020, un diagnóstico médico erróneo de lo sucedido, o un mayor abandono de los mayores en las residencias.


Esta es una parte de la conspiración. La otra no hace falta enumerarla porque la advertimos todos los días, las 24 horas, en todos los “mass media” no digitales, subvencionados por los gobiernos, y en los discursos de los políticos de multitud de países, pero sobre todo se detecta si advertimos que los ataques no se basan en argumentos sino que están llenos de falacias como la “ad hominem”, la “ad verecundiam” o la “ad baculum”: los políticos y sus pseudoexpertos y expertos celebran exageradamente estos tratamientos y minimizan u ocultan los riesgos; las masas siguen hipnóticamente las imágenes de los gobernantes cuando se vacunan; quienes no se vacunan son acosados, calumniados, burlados, censurados, enviados al ostracismo, tildados de conspiranoicos, egoístas, asesinos, no preocupados por los ancianos, y de que si no se vacunan deberían quedarse en sus hogares para siempre, amenazados y despedidos de sus empleos, incluidos médicos y personal sanitario, testigos de reacciones y muertes después de ser aplicadas las vacunas; las firmas de protocolos para luchar contra el virus en algunos países con la población globalmente vacunada, como Israel, lo son para 30 años, sin embargo no se publican, pero el gobierno sí está facultado para compartir los datos personales de los vacunados e infectados con empresas biotecnológicas extranjeras.


Ha comenzado a operar con fuerza, desde las instituciones de casi todos los países del planeta, la falacia del ridículo (a punto de convertirse en la técnica soviética de encerrar al disidente por enfermo psiquiátrico) para con una comunidad científica numerosísima en la que se incluyen miles de médicos y biólogos, en el mejor ejemplo de lo que es una teoría de la conspiración jaleada desde unos comportamientos gubernamentales perfectamente coordinados para eludir la transparencia por la vía de abatir todos los muros que los derechos humanos han construido para defender al individuo de la ferocidad de los gobiernos, es decir, de las abejas reina.


Este es un buen caso para ejemplificar la conspiración y sus dos bandos: el que la crea y el que la combate, el que despierta a un razonamiento sospechoso porque le ocultan información y el que reacciona con la imposición pseudocientífica y política de un pensamiento único.


La conspiración y su contraparte, la contraconspiración, es una fuerza psicológica de la naturaleza a través de la que el Leviatán se empieza a desarrollar como un cuerpo cierto y planetario.


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