Singularidad en la ciencia

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Juan Ezequiel Morales


Es hacia final del año en el que estamos preparando un “Meeting” filosófico en el que se van a discutir las fallas del método científico, desde un punto de vista epistemológico, y a estudiar varios ejemplos acerca de la robustez de teorías como la inexistencia del éter, la naturaleza de la fusión fría, los cómputos prehistóricos, el posible origen abiótico de los hidrocarburos, la detección de una fuerza vital reicheniana, o la falsedad de la selección natural darwiniana.


Entre tanto, entre mis papeles (papeles, una expresión vigesimónica), encuentro un texto de diciembre de 2013, un artículo en la revista "Science", que revelaba un salto más en el descubrimiento de la capacidad del ADN para esconder habilidosamente posibilidades inmensamente más grandes de las que hasta ahora se le conocían. Los investigadores han sospechado que el hecho de que el ADN contenga en una pequeña porción las instrucciones para el desarrollo de un ser como el humano, y el resto sea lo que se denominaba ADN basura, pudiera esconder algún código de enorme desarrollo.


En efecto, lo mismo pasa con el cerebro, el cual se ha calculado erróneamente que está al 10 por ciento de su capacidad total, lo que implica que esa máquina biológica irá invadiendo cada vez más el medioambiente, ya sea a través de hiperdesarrollos monocerebrales como a través de la puesta en marcha de comportamientos sociales en serie o en paralelo, tal y como ya se está también investigando.


Concretamente el denominado antiguamente ADN basura u oscuro, con trabajo de equipo de más de 300 investigadores en el proyecto ENCODE (Acrónimo de Enciclopedia, ADN y Elementos) se ha visto que controla los genes, y al menos el 80 por cien de dicha materia desoxirribonucleica oscura está ligada a determinadas funciones fisiológicas. Cada célula de los 10 billones que forman un cuerpo humano, incorpora una copia exacta del genoma completo. La apertura de la instrucción correspondiente a una célula con una función determinada en otra de funcionalidades distintas, causa enfermedades como la esclerosis o la leucemia. Por tanto, los 20.000 genes que codificaban proteínas fueron el primer descubrimiento, pero tras ENCODE se sabe que hay otros 20.000 genes que producen ARN y tienen funciones directas distintas a la de la codificación de proteínas. Las tesis de Darwin no dan resultados coherentes respecto a lo que pasa en la evolución biológica, y la versatilidad que se esconde tras el ADN puede facilitar la vuelta a un neo-lamarckismo mezclado con darwinismo. 


John Stamatoyannopoulos

Profesor John Stamatoyannopoulos


El mencionado artículo publicado en "Science" lo dirigía John Stamatoyannopoulos, de la Universidad de Washington, profesor asociado de ciencias del genoma y de la medicina, y advertía de que existen "duones", es decir, codones que hacen dos funciones, no sólo una. Además de provocar ordenadamente la generación de proteínas, también instruye a las células para controlar los genes, de forma que no sólo curan enfermedades sino que las pueden producir. Son versátiles por dos vías. El doctor Stamatoyannopoulos metaforiza que es como el cuerpo humano, que hace un trabajo de día en vigilia y otro trabajo por la noche mientras duerme. De esa forma se entiende que con la edad existan mutaciones o que contra los virus existan respuestas inesperadas. Hasta ahora se había asumido que los cambios en el ADN sólo afectaban a la fabricación de las proteínas, pero también pueden dedicarse a reordenar las estructuras celulares. Stamatoyannopoulos dice: "Ahora sabemos que en la lectura del genoma humano se perdió la mitad del contenido. Muchos cambios en el ADN que aparecen para alterar las secuencias de proteínas pueden causar realmente la enfermedad mediante la interrupción de programas de control del gen o incluso con ambos mecanismos simultáneamente". Esta capacidad biológica dual, de yin y yang, ha hecho que se les bautice como "duones". El doctor Jeffrey Tomkins, genetista del "Institute for Creation Research", recuerda que a lo largo de 2013 se supo que las lecturas del ADN eran mucho más complejas de lo que se pensaba, que también podían hacerse de adelante hacia atrás, lo cual sorprendía porque tenía correlación con los sistemas informáticos de compilación de datos. Tomkins decía: "Incluso los programadores informáticos más avanzados no pueden igualar la densidad de información increíble del código genético y su desconcertante complejidad. Un Creador todopoderoso parece ser la única explicación para esta asombrosa cantidad de bioingeniería aparentemente infinita en el genoma". Esa comparativa para con creadores todopoderosos, una especie de cláusula epistemológica “ceteris paribus” universal, es lo que da idea de que el origen de la codificación de los seres vivos sobre la Tierra encierra un misterio no insondable, sino que no nos atrevemos a definir fuera de probablemente periclitadas o periclitables fórmulas del método científico que, a estas alturas, se han convertido en herramientas que no se pone en cuestión, sino que se adoran sin discusión, porque lo dicen los sacerdotes de la ciencia. Y a la ciencia le crece cada vez más el espacio en el que no puede internarse, o en el que no se atreve a internarse, o en el que desprecia internarse, el espacio ontológico, además del epistemológico e, incluso, adoleciendo de una estrategia propedéutica y una heurística robusta. Este tipo de actitudes siempre han provocado la ruptura de paradigmas y su sustitución por otros. Estamos cerca de una singularidad en la razón científica.

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