Ontología del parásito

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Plysphincta gutfreundi

Polysphincta Gutfreundi




Ahondando en los comportamientos sociales de los humanos, es decir, en la ontología social de los humanos en tanto grupos de individuos que siguen una estructura intersubjetiva, me tropiezo en la literatura científica con el caso de una avispa parasitaria, la “polysphincta gutfreundi”. Mi interés está en detectar la semejanza metafórica entre el comportamiento de los sujetos políticos gubernamentales y el de estos insectos, en cuanto al mecanismo parasitario. Pero dejando aparte estas investigaciones, vamos al caso en el que se detecta una racionalidad que no está concretamente ubicada en un cerebro, sino en una red de ellos, y más allá. 


El asunto es como sigue. Las investigaciones son de William Eberhard y Frederic Libersat, y están referidas en conversaciones con Kathleen McAuliffe. El parasitismo sobre los arácnidos es frecuente, cuestión a tener en cuenta si advertimos que una de las características de las arañas es que, debido a la poca entidad de sus cuerpos, han de guardar su cerebro en cualquier lugar de su estructura, sus cerebros son proporcionalmente gigantescos respecto al de otras especies, a veces el 80 por cien del total de su masa corporal, lo que da idea de la importancia de esa aglomeración neuronal, preparada para tejer las telas de araña. En nuestro caso la avispa, según Eberhard, comienza como una larva gusanoide que crece, localiza una araña y le perfora el abdomen con ínfimos agujerillos, por los cuales chupa nutrientes. La araña sigue tejiendo sus telas normalmente, y la larva crece con ese alimento. En una semana, aproximadamente, la larva sigue con su parasitismo, pero pasa a inyectar un líquido que cambia el comportamiento de la araña, la cual empieza a construir su tela de araña de otra forma, como si algo se metiera en su cerebro y cambiara su forma de ser. La araña, abducida “cerebralmente” por la substancia de la larva parasitaria, comienza a construir la tela de araña con diversos recovecos para que las larvas estén a salvo, cual un cómodo hotel, máximamente reforzado para bien de los parásitos, incluyendo mimetización especial para quedar a resguardo de los depredadores de larvas. Una vez que la araña termina la construcción tela-arácnida en bien de la larva de avispa, ésta mata a su anfitriona, chupa el resto de material de la araña que le es válido como alimento, y cae el cuerpo seco al suelo. La larva, cómoda, conforma un capullo, crece y se convierte en avispa en la tela de araña que le ha preparado su anterior anfitriona. Eberhard, del “Smithsonian Tropical Research Institute” descubrió este comportamiento parasitario a principios de los años dos mil. Primeramente daba la sensación de que el cambio estructural en el tejido de las telas de araña por las anfitrionas era motivado por la debilidad en la que incurrían al ser absorbidos sus nutrientes por las huéspedes parásitas, pero al avanzar sus observaciones se dio cuenta de que las arañas no estaban débiles sino que parecían, incluso, más vitales y veloces cuando eran inyectadas por las avispas por esa poción que las enloquecía, alterando sus conductas. Eberhard experimentó con una araña, apartándola en el momento en el que iba a ser matada por la avispa huésped, y la araña volvió a recuperarse y a tejer como antaño, como antes de ser parasitada. Eberhard, que ha estudiado varios arácnidos parasitados, ha visto que las pociones de los parásitos son diversas: unas inducen, por ejemplo, a colocar ciertas puertas en las telas de araña, otras a construir las telas de araña en tres dimensiones, y otras a establecer camuflajes específicos para las larvas. 



Ampulex compressa

La avispa esmeralda sometiendo a la cucaracha americana



No da tiempo a extendernos en otros múltiples ejemplos, pero hay uno, también de avispa parásita, en este caso la “Ampulex compressa” o avispa esmeralda, que parasita a “periplaneta americana” o cucaracha americana. La horrible característica de este parasitaje, estudiado por Frederic Libersat, de la Universidad Ben Gurion de Israel (publicado como “Wasp Voodoo Rituals, Venom-Cocktails, and Zombification of Cockroach Hosts”, en “Integrative and Comparative Biology”, 2014), es que la avispa persigue a la cucaracha violentamente, pica su abdomen y le inyecta un líquido paralizante, luego clava su aguijón en el cerebro de la cucaracha, durante unos treinta segundos procede a practicar una operación de neurocirugía e introduce otra poción con dopamina. A estas alturas ya el líquido paralizante ha dejado de actuar y la cucaracha se vuelve a mover, pero de forma absolutamente sumisa y al mando de la avispa esmeralda. La cucaracha esclava sufre torturas como que la avispa le devora tranquilamente sus antenas, y la usa como depositaria de un huevo que incubará la esclava, la mete en un escondrijo que tapa, dejándola encarcelada, y en unos seis días termina de devorarla, sin que la cucaracha, para entonces totalmente zombi, haga nada por defenderse. Libersat ha estudiado que el centro neuronal atacado por la operación de neurocirugía es el que hace que la cucaracha tome decisiones, pero al quedar destruido, ésta sigue todas las indicaciones de la parásita. Los estudios comparados de nuestro grupo de reflexión no se pueden hacer públicos, porque pasaría como al Nobel de Medicina James Watson, uno de los descubridores del ADN, a quien el laboratorio “Cold Spring Harbor”, de Nueva York, acaba de retirar el título de rector y profesor emérito, por haber correlacionado raza e inteligencia. La verdad no se puede sacar a la luz cuando operativamente los que mandan son afectados por la misma. Hasta que dejen de mandar.


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