Los Tembladores

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A colonizar Estados Unidos llegaron una serie de personas que buscaban la utopía. En aquellos tiempos no era extraño que ideas como las del reparto altruista de bienes, se entendieran como ideas plenamente posibles, y de ahí que hasta un par de siglos más tarde, el sistema utópico del comunismo marxista, llegara a concebirse como una solución a los problemas sociales.


Hoy día esas ideas parecen imposibles, vamos hacia una tecnocracia, es decir, hacia un mundo en el que los sistemas políticos sean personalmente dirigidos por la Inteligencia Artificial, un verdadero Fin de la Historia, no por síntesis dialéctica, sino por tecno-evolución.


Precisamente por ello, es interesante recordar a los tembladores y otras denominadas sociedades comunistas, estudiadas por Charles Nordhoff, un periodista de origen alemán que, en 1875, publicó su “Communistic Societies of the United States” (New York, editado por Harper & Brothers), y del que existe, en facsímil, un muy buen comentario debido a Th. Bentzon, publicado en la “Revista Europea”, en el mismo año 1875.


Hablaba Nordhoff de los inspiracionistas, armonistas, separatistas, perfeccionistas, tembladores, etc. Nordhoff opinaba que, en Alemania, no eran comunistas, pero la necesidad en EEUU hizo que se convirtieran al comunismo para la redistribución de su riqueza comunitaria. Entre los inspiracionistas, seguimos definiendo su vena comunista: “La mayor parte de los jóvenes esperan impacientemente la edad de veinticuatro años, antes de la cual no se les permite casar... creen en la Trinidad, en la justificación por medio de la fe, en la resurrección de los muertos y en el juicio final, pero no en la eternidad de las penas… comen en común. Cada miembro recibe para vestirse una cantidad proporcionada a su traje y empleo… aunque solamente son trescientos miembros místicos, inofensivos y fervorosos, enemigos de todas las ceremonias, que consideran idolátricas cuando no se dirigen a Dios. No se descubren la cabeza; tutean a todo el mundo; sólo admiten el nombre que no se puede llamar de bautismo, puesto que no usan los sacramentos; no admiten ninguna constitución eclesiástica; se casan sin intervención de sacerdote y siempre con persona de la sociedad, bajo pena de expulsión”.


La explicación de Bentzon respecto a las informaciones de Nordhoff es: “Tal vez el éxito de los alemanes en sus empresas comunistas depende de lo limitado de sus aspiraciones, de su ignorancia de todo lo que es elegante y refinado, de lo grosero de sus apetitos, fácilmente satisfechos, y de lo sencillo de sus necesidades… Desde la fundación de la colonia (1844) no ha salido de su seno ni un criminal ni un mendigo”. Y Bentzon sigue comentando: “Las condiciones indispensables de éxito para toda sociedad es tener un jefe venerado y una creencia religiosa, por sencilla que esta sea. El comunismo democrático racional, que pretende prescindir de fe y de obediencia, no ha prosperado en América, a pesar de que desde 1848 los discípulos de M. Cabet han renovado en parte las experiencias de Roberto Owen. El primer mal paso de M. Cabet fue fundar su sociedad sobre el crédito, olvidando que las deudas son condición segura de ruina… Deudas, espíritu de especulación y carencia de una autoridad respetada, han producido también en el Illinois la caída de la comunidad sueca de Bishop Hill, que, por otra parte, descansaba en principios religiosos muy firmes”.


Otra comunidad, la de los perfeccionistas nos arroja luz acerca del comunismo ejercido en aquellas épocas: “Comercialmente, tal vez no ha triunfado ninguna como la de los perfeccionistas. Esta sociedad, llamada del Amor Libre, es muy conocida en Europa, gracias al cuidado especial que tiene de hacer públicos por medio de la prensa sus actos y tendencias, y gracias principalmente quizá a ciertas particularidades escandalosas que despiertan la curiosidad, recordando las costumbres de los mormones y la Ciudad del Sol de Campanella. En el reparto por igual de los bienes de este mundo, los perfeccionistas no se han reservado ni siquiera la familia: mujeres y niños son comunes, con restricciones, sin embargo, que impiden que esta regla sea tan favorable al sensualismo como podría suponerse a primera vista. El matrimonio complejo, en el que se mezclan con una audacia sin precedente la poligamia y la poliandria, autoriza a todo hombre y toda mujer pertenecientes a la Sociedad a cohabitar libremente, una vez obtenido el recíproco consentimiento”.


Bentzon especula, en base a todo esto: “No debe jugarse con el comunismo, que en el fondo no es otra cosa que una sublevación contra la sociedad; para que sea inofensivo, han de dirigirlo los utilitarios, que se aplican ante todo a nivelar las inteligencias y voluntades, a hacer desaparecer el individuo, considerándole como máquina; irrisorio sería hablarles de libertad, ni siquiera de la independencia más legítima, y es necesario resignarse de antemano a privaciones que solamente son tolerables como medios de salvación, o en la esperanza de eterna recompensa; necesario es obedecer ciegamente, renunciar al foro interno y al precioso derecho de estar solo. El individuo no es más que un grano de arena del edificio; los superiores tienen derecho a conocer hasta sus pensamientos más secretos, y a saber dónde se encuentra a cualquier hora del día. En una palabra, sufre la ley monástica”.


Podemos terminar con la descripción de los tembladores, otra de esas sociedades comunistas, fundada en 1792, de las mejores organizadas, un conjunto de 2.415 personas que, cuando se unían para dar rienda suelta a la inspiración de Dios, creían que Cristo apareció por segunda vez en la tierra bajo la forma de su fundadora Ann Leo, una inglesa pobre, ignorante, hija de un herrero, que predicó la castidad, base de todas las virtudes. A Ann le sucedió Lucy Wright, bajo cuyo mandato, a principios del siglo XIX, se distinguieron los tembladores por interesantes reuniones en las que se repitieron mil veces las escenas de los tembladores, con millares de personas en Kentucky, hombres, mujeres y niños, que caían lanzando espumas entre gritos y lágrimas, y “suspendíase la vida en algunos, quedando reducidos al estado de cadáveres hasta el fin de lo que se creía una manifestación del espíritu”.


Es interesante, pues, conocer que en los orígenes del comunismo estaba esa forma iluminada del reparto común de los bienes de todos, bajo la guía de un líder, y como si todo esto se tratara de un designio divino. Mataban a dios para substituirlo por el suyo. Entendemos así que a los actuales comunistas les falta complementar sus propuestas expropiatorias con una tabla de Oui-ja, y todo pasa a ser más coherente.




The Oneida Community House

La Comunidad de Oneida, una comunidad perfeccionista, de unos 300 individuos, en EEUU, New York, que practicaban el amor libre como forma de comunitarismo, circa 1878.



Shakers

Baile de Shakers, en EEUU, efectuado por pertenecientes a sectas tembladoras y proto-comunistas. Siglo XIX. Tomado de "American Antiquarians"

2 Comentarios

1

Muy buen articulo

escrito por Shareti 10/jun/20    17:41
2

Bonita reflexión

escrito por Game Javier 27/may/20    18:22

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