Hacer hablar a los cielos

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Vamos a contraponer dos tipos de filósofos, para emitir un veredicto de cuál de las suyas es la filosofía más precisa, y cuál la más victimista y, si se puede, emitir orden de captura para con los pensamientos tóxicos del perdedor. Me refiero a contraponer el pensamiento de Peter Sloterdijk, vivito, con el de Bernard Stiegler, muertito. Ambos aventureros en la vida. La cuestión es que los dos evocan una crítica de la tecnología, cada uno “sui generis”. 


Empezamos por Stiegler, quien se suicidó el 5 de agosto de 2020, a sus 68 años. Stiegler abrió una boîte, un bistró, de jazz, en Toulouse, negocio con el que se endeudó; para arreglar esa deuda atracó un banco, lo cual le salió bien la primera vez, pero luego lo volvió a hacer más veces, hasta que fue apresado, juzgado y cumplió cinco años de cárcel. En la cárcel estudió filosofía por correspondencia, gracias al empuje de uno de sus clientes en el bistró, el profesor de filosofía Gérard Granel, y cuando salió, en 1983, enganchó con Jacques Derrida y se convirtió en un reputado filósofo de izquierdas, ya que había militado en el partido comunista desde 1970 hasta 1976, cuando se hartó del estalinismo. A Bernard Stiegler lo vemos fotografiado el 20 de noviembre de 2003 con unos treinta presos de la prisión de Douai, ante los que defendía "el paso al acto", venir del atraco bancario e ir a la reconversión filosófica. Activista y pensador del mayo del 68 francés, se empleó en estudiar a fondo la técnica, un fenómeno contemporáneo que, hoy día, ha adquirido estatus de superposición ontológica, al punto en que la técnica puede haberse convertido ya en el sujeto de este tiempo, y el humano gravitar alrededor de ella, como un satélite, al revés de cómo ha empezado todo. En Stiegler vemos ese enfoque ético del igualitarismo, por la vía comunista. Un espejismo que está alimentado, de un lado, por el trasfondo judeo-cristiano del que nace la propuesta marxista, y de otro lado por la naturaleza ovejuna y abejuna de la humanidad. 


Estos enfoques éticos, repetimos, nacen de ese miasma de origen judeocristiano, conglomerado de culpa y pecado original, que está en la base del pensamiento occidental, al cual se le ha quitado su divinidad, pero sigue siendo una religión, la del socialismo, desprovista de las virtudes propias de la humildad, la compasión, la piedad, y la igualdad, y sustituidas por un veterotestamentario odio de clases, una vuelta atrás al diente por diente. 




Stiegler en pagina de arte chino

Bernard Stiegler (foto de web china de arte)




Stiegler se empeñó, sobre todo, en abordar el tema de la técnica, no desde un enfoque heideggeriano, sino más francés. Los griegos entran en la filosofía en la medida en la que abandonan el campo de la técnica, la “techné”, un saber “hueco” propio de sofistas. Su tesis doctoral trató el tema de la técnica (“La Technique et le temps. Tome 1: La faute d’Epiméthée”, 1994). La técnica se ha preocupado en preservar al capitalismo de sus crisis, más que en criticar la crisis del capitalismo. De ahí el camino emprendido por Stiegler de bienvenida a ese Complejo de Antígona que vemos en la juventud, que lucha contra la técnica capitalista, aún a costa de morir en el intento. ¿Quién la musa? ¡Cómo no: Greta Thunberg! Y fue en abril de 2020, en medio del encierro por el Leviatán de cinco mil millones de personas, condenadas a no gastar, no consumir, no moverse, encarceladas en sus casas, cuando Stiegler, al igual que hizo Bruno Latour, aplaudió que ese confinamiento, y su diosa Greta, eran bienvenidos. 


Hacía Stiegler un paralelismo entre su encierro en prisión y el encierro global, de forma que, en abril de 2020, dijo en “Le Monde”: "El encierro actual debería ser la ocasión para una reflexión a muy gran escala sobre la posibilidad y la necesidad de cambiar nuestras vidas. Debe ser una oportunidad para revalorizar el silencio, los ritmos que nos damos”. Vamos ahora al otro tipo de filósofo, otro tipo de aventurero, más espiritual, menos obsesionado con tirar adoquines en mayo o atracar bancos, como gusta a esa escuela francesa postmoderna. 


Vamos a Peter Sloterdijk, entrevistado en noviembre de 2020, en la revista “Philosophie”, por Svenja Flasspoehler, con motivo de la publicación de su libro "Den Himmel zum Sprechen bringen" (“Hacer hablar a los cielos”, Suhrkamp). Peter expone ahí que “Desde Heidegger, la situación humana en su conjunto se describe con la fórmula del ser-en-el-mundo. Del término mundo surge de forma natural el término razón, y éste es, si se quiere, el nombre lógico de cobertura para lo que se entiende por Dios. Es decir, debe haber una causa primordial, o una causa original, o algo más inicial. Esto demuestra el impulso un tanto conservador de empezar por el principio al estilo de una gran narración”. Peter, con menos complejos humanísticos que los tiradores de adoquines y atracadores de la izquierda francesa, va directo al Gran Meme que domina al humano. Ese Dios lo ve todo, es un archivo absoluto, un “Teoscopio” (el ver de Dios), que lleva la contabilidad de todos los actos de esa vírgula mínima que es el humano y “una vez transcurrido su tiempo, el individuo será juzgado según los registros. La idea de un Juicio Final, tal y como la conocemos gracias a la tradición cristiana, está prefigurada en los antiguos mitos iraníes y egipcios del Juicio Final. Según esto, las personas tienen que someterse a un pesaje de sus corazones después de su muerte”. Dicho más castizamente: “En la prehistoria se intentó implantar el ojo divino en el interior humano. Esto hizo que el Teoscopio, el ojo absoluto, se instalara en el alma humana en forma de conciencia… En otras palabras, en lugar de Dios hay una empresa de telecomunicaciones que lo critica todo… La gente cree ahora que no puede vivir sin el órgano telepático del oído. Antes la gente rezaba, hoy tienen sus teléfonos móviles”. 


En efecto. Nuestro veredicto es que Sloterdijk, aupado más allá de los adoquines y los atracos, las Gretas, sufridoras Antígonas contra el capitalismo, ve que lo que realmente ocurre es que el Teoscopio nos invade como una incesante mancha de aceite. 


Le declaro ganador.

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