Curzio Malaparte

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Casa de Curzio Malaparte



Villa malaparte

Dos instantáneas de la casa de Curzio Malaparte en Capo Massullo, Capri (Italia)





     Curzio Malaparte fue el nombre, por oposición a Napoleón Bonaparte, con el que escribió durante años el ensayista italiano Kurt Erich Suckert, fallecido en 1957, a los 59 años. Participó en la Primera Gran Guerra, en el ejército francés, en el que llegó a ser un capitán condecorado, y luego fue corresponsal para el “Corriere della Sera”, en el frente del Este, con la Segunda Gran Guerra. Ya en 1922, como periodista, se alistó a la Marcha sobre Roma de Mussolini, fue miembro del Partido Nacional Fascista, y fundador del periódico “La Conquista dello Stato”, que tuvo influencias en el fascista español Ramiro Ledesma. Editó varias revistas, e incluso el periódico “La Stampa” de Turín. Su continua elucubración sobre el Estado en aquellos convulsos tiempos, no obstante, le hizo publicar, en 1931, su conocidísima “Tecnica del colpo di Stato” (Técnica del Golpe de Estado”), obra en la que se insolentaba contra Hitler y Mussolini, consiguiendo ser expulsado del Partido Nacional Fascista y exiliado a la isla de Lipari, durante cuatro años, hasta 1938, aunque luego siguió siendo encarcelado intermitentemente hasta 1943. De su corresponsalía en el frente del Este salieron sus libros “Kaputt” (donde los invasores ya no son los alemanes, sino los estadounidenses que ganaron la guerra) y “La Pelle” (1944 y 1949, respectivamente), siendo el primero incluido en el “Index Librorum Perohibitorum”, del Vaticano.


     Curzio Malaparte cambió y, proviniendo de un trasfondo fascista mutó en izquierdista, y militó en el Partido Comunista Italiano, llegando a ir a China para contemplar el éxito de la revolución maoísta. Enemigo declarado de la burguesía, falleció en medio del enconamiento marxista que lo poseyó en los años cincuenta. Los autoritarismos son excrecencias formales de las sociedades de masas, que se dan cíclicamente en el tiempo y en la geografía, con sus altos y sus bajos. Curzio Malaparte, con tendencia al autoritarismo, pese a sus discusiones y crisis ideológicas, comulgó con todos ellos, los de derecha y los de izquierda, en medio del “mare magnum” que provocó las dos Grandes Guerras y los equilibrios de una Postguerra con el Telón de Acero de por medio. El combustible que incendia esos enfrentamientos violentos y dicotómicos es la imagen líder de un ser humano que represente y mitifique la rabia y el valor de las multitudes; se construye, o más bien, surge un relato de agravio y desagravio, de amigos y enemigos, que es verbalizado por las elites políticas que estén, y si los ánimos se caldean, ya sea por la evolución de la técnica, por las crisis comerciales, o por las derivas poblacionales que producen choques de razas o de civilizaciones, salta la chispa y sobreviene la autoridad total, la militarización de la vida y el aupamiento de la clase militar al mando del Estado o de los Estados. Y cuando el liderazgo, por cualquier desenlace, puntual o temporal, se cae, el muñeco se desinfla, con lo que vemos casos como la caída del Muro, la transición española, o el cambio de régimen en la URSS. Virajes comerciales en medio de contextos equilibrantes como el de la China comunista reconvertida en el país más capitalista del planeta, consiguen erradicar la revolución. 


     Curzio Malaparte, en “Kaputt”, describe la anemia anímica de los soldados alemanes cuando perdieron la guerra, lo que da idea de esa decadencia cíclica que acrecienta las soberbias y acto seguido destruye los yoes: “Cuando los alemanes se asustan, cuando ese misterioso miedo alemán comienza a moverse lentamente bajo sus huesos, siempre despiertan especial horror y compasión. Su apariencia es miserable, su crueldad es triste, su coraje silencioso y desesperado”. Hemos dicho que, entre otras cosas, los ánimos se caldean por la evolución de la técnica. Pues echemos un vistazo actual. 


     Los motores de gasolina y diesel desaparecerán, tienen unas 20.000 piezas, en tanto que los eléctricos son motores de unas 20 piezas. En estos vehículos, el motor se reemplaza en diez minutos, y cuando hay motores defectuosos se reparan en talleres especiales robotizados. La electricidad ocupará un e-Mundo en el que las estaciones de combustible irán desapareciendo, como ya desaparecieron las Kodak y las Polaroid (en 1998, Kodak disponía de 170.000 empleados, vendía el 85 por cien del papel fotográfico del mundo, y en unos años quebró y desapareció su modelo de negocio). Las plantas de automóviles se están replanteando sólo para vehículos eléctricos, carrera en la que Volvo ya ha entrado con la intención de fabricar, en 2019, sólo híbridos o eléctricos. Oriente Medio y los países productores de la OPEP, a causa de la desaparición del petróleo como combustible principal, sufrirán graves crisis. Los particulares y las empresas se convertirán en productores netos de energía eléctrica de forma masiva. La salud, la educación, los vehículos de conducción automática, las impresoras 3D, las nuevas formas de agricultura, todo sufrirá una revolución tecnológica semejante al paradigmático caso Kodak. Los vehículos autónomos, en unos pocos años, serán llamados a la puerta de la casa a través de Internet de las Cosas, y el disponer de un vehículo propio será una carga sólo para excéntricos. Uber, Cabifay o Airbnb son meras estructuras de software, que no disponen de la propiedad de ningún vehículo ni de ninguna casa, pero sí gestionan todos esos activos en gran cantidad. El software Watson de IBM está haciendo que los abogados sean humanamente menos precisos que Watson, de forma que irán desapareciendo como agentes estratégicos en la aplicación de la ley. Watson también se ha integrado en la gestión sanitaria y es más preciso que los propios médicos humanos en su diagnóstico del cáncer, supera a los humanos en un 400 por ciento. Compañías tecnológicas como Tesla, Appel o Google se emplearán en construir ordenadores que, con el software adecuado, sustituirán a todo tipo de los actuales vehículos. Las compañías de seguro no atenderán los mismos accidentes, por lo cual su modelo de negocio, también cambiará. Pero, sobre todo, con esta revolución tecnológica, unida a la deriva poblacional que esto genera, con un llamamiento a la población de los lugares menos tecnologizados hacia los más tecnologizados, los tiempos de guerra, tecnologizada, ya casi están, de nuevo, aquí. Y, por ende, los tiempos totalitarios también.


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