Socialismo y Barbarie

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PROTESTA EN ALEMANIA CONTRA LA GUERRA DEL VIETNAM EN LOS 70

Foto: Protesta en Alemania, en los setenta, contra la Guerra del Vietnam.







     La expresión correcta es “Socialismo o Barbarie”, y es originaria de Rosa Luxemburg, quien lo sacó en 1915, de un texto de Friederich Engel que, según ella, dijo una vez: “La sociedad capitalista se halla ante un dilema: avance al socialismo o regresión a la barbarie”. Y Luxemburg añadía en su panfleto: “Así nos encontramos hoy, tal como lo profetizó Engels hace una generación, ante la terrible opción: o triunfa el imperialismo y provoca la destrucción de toda cultura y, como en la antigua Roma, la despoblación, desolación, degeneración, un inmenso cementerio; o triunfa el socialismo, es decir, la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo, sus métodos, sus guerras”. Posteriormente, el socialismo hizo casi cien experimentos a lo largo de otros tantos países, y en todos esos laboratorios ha fallado estrepitosamente, porque nunca ha contado con la naturaleza del ser humano: pivota entre el altruismo y el egoísmo, con diversos matices e intensidades.


     Ya en los años 40, en efecto, surgió el movimiento en torno a la revista “Socialisme ou Barbarie”, de un grupo marxista francés, que duró hasta 1965, liderado por Cornelius Castoriadis y Claude Lefort, del Partido Comunista Internacionalista, y a cuyo grupo pertenecieron luego Guy Debord (el situacionista) o Jean-François Lyotard (el postmoderno). Fueron de los primeros en rechazar el estalinismo, y consideraban a los países autonombrados socialistas como generadores de un capitalismo de estado, cuya elite era una nueva clase dominante: la de los burócratas, quienes habían sustituido a los capitalistas, y los trabajadores, siempre esclavizados, abajo. Los modelos se reproducen y siempre terminan en lo mismo; de hecho, la paradoja de la casa de Galapagar de 600.000 euros, jardín y con la guardia civil vigilando, y el liderazgo desalienador de Pablo Iglesias e Irene Montero, sus dueños, son ejemplo de esa estructura detectada por el grupo “Socialisme ou Barbarie”. Pero no sólo de esa reproducción superestructural, esa especie de esclavitud sempiterna de los mismos perros con distinto collar, tendríamos que hablar, sino de su enorme parecido, siempre, en los estados autoritarios de cualquier tendencia.


     A estos efectos es aleccionador un texto del historiador de la Universidad Gabriela Mistral, Jan Doxrud, “¿Por qué Hitler y los nazis eran socialistas?”. Doxrud recuerda que el nombre del partido conlleva el socialismo en sus siglas: Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). La distinción de este socialismo con el internacionalista era la inclusión de la nación y la raza. Tampoco Stalin fue pío para con los judíos, a los que maltrató considerablemente, casi al estilo de Hitler en cuanto a pogromos, deportaciones y hambrunas. En un choque de trenes nacido de la geopolítica de los años treinta y cuarenta del siglo XX, los socialistas internacionalistas y los socialistas nacionalistas, se enfrentaron en guerra después de intentar pactar, de donde, como dice Doxrud: “para los comunistas el fascismo pasó a ser sinónimo de nazismo y cualquier postura que se declarase abiertamente anticomunista pasaba automáticamente a ser un fascista. Ser anticomunista sin ser fascista era prácticamente imposible”. El economista George Reisman analiza la economía alemana nacionalsocialista: "La propiedad privada de los medios de producción existía sólo nominalmente bajo el régimen nazi y la sustancia real de la propiedad de los medios de producción residía en el gobierno alemán. Porque fue el gobierno alemán, y no los propietarios nominales privados, el que ejerció todos los poderes sustantivos de la propiedad… decidió lo que iba a ser producido, en qué cantidad, mediante qué métodos, y a quiénes serían distribuidos (lo producido), así como los precios que se cobrarían y lo salarios que se pagarían, y qué dividendos y otros ingresos privados se les permitiría recibir a los propietarios”. 


     Repasemos algunos puntos del programa nazi de la Asamblea de Hofbrauhaus, en 1920, de entre 25 puntos, escritos por Joseph Goebbels: “10. El primer deber de todo ciudadano debe ser producir, espiritual o corporalmente. La actividad del individuo no ha de contravenir los intereses de la colectividad, sino que ha de desarrollarse dentro del marco comunitario y en provecho de todos. 11. Abolición de las ganancias obtenidas sin trabajo y sin esfuerzo. Quebrantamiento de la servidumbre del interés. 13. Exigimos la nacionalización de todas las empresas monopólicas y de los trusts. 14. Exigimos la participación en las ganancias en las grandes empresas. 15. Exigimos una ampliación generosa de la asistencia social a la vejez. 16. Exigimos la creación de una clase media sana y su conservación; la comunalización de las grandes tiendas y su alquiler a bajo precio a pequeños artesanos y talleristas y un decidido trato preferencial de éstos en los suministros al Estado, las provincias o los municipios. 17. Exigimos una reforma agraria adaptada a nuestras necesidades nacionales; la creación de una ley para la expropiación gratuita de tierras para fines de bien común. 18. Exigimos la lucha implacable contra aquellos que con su actividad perjudican el interés común. Los viles criminales del pueblo, los usureros, los especuladores, etc., serán castigados con la pena de muerte, sin consideraciones de ninguna índole por su confesión y su raza”. Este tipo de puntos son asumidos por los partidos de ultraizquierda en el espectro democrático europeo actual. Entre las propuestas había una principal, que era la nacionalización del Reichsbank y los bancos de emisión. Por tanto, los nazis eran socialistas hasta la médula, pero además eran racistas y nacionalistas, cuando que los comunistas eran inter-nacionalistas, pero también imperialistas y antisemitas. 


     Goebbels decía: “El pecado del pensamiento liberal fue sobrepasar al socialismo nacional, creando fuerzas en una dirección contra lo nacional. El pecado del marxismo era degradar al socialismo en una pregunta de sueldos y estómagos, poniéndola en conflicto con el Estado y su existencia nacional. Comprender estos dos factores, nos permite llegar a un nuevo sentido del Socialismo, que ve su naturaleza como nacionalista, de progreso estatal, liberando y construyendo”. Definitivamente, es importante saber dónde están los parecidos y dónde las diferencias, y observar que siempre son sistemas de ingeniería social, que sustituyen a la elite capitalista por la de los burócratas. Está bien saberlo.




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