Foto de Sabrina Ceballos
El filósofo y escritor Juan Ezequiel Morales acaba de publicar el libro 'Filosofía del comercio y ética del humanero' (H-Cyberpress Editores), donde recoge una serie de conferencias en torno al encuentro denominado 'Filosofía y Comercio' celebrado el pasado año, y en el que participó junto con los filósofos Antonio Escohotado y Javier Sádaba. En su nueva publicación, el autor reflexiona sobre el concepto de filosofía y comercio en los tiempos actuales.
-¿Cuáles fueron los aspectos que abordó en su conferencia sobre Filosofía y Comercio y que ahora recoge en un libro?
-La conferencia se divide en muchos capítulos que giran en torno al concepto de 'filosofía del comercio', donde llevo a cabo varios planteamientos científicos en torno a la idea de que el comportamiento del humano con respecto al comercio es un comportamiento animal, donde se equilibran dos actitudes: el altruismo y el egoísmo.
-¿A qué se refiere con esa supuesta tensión entre altruismo y egoísmo que define el comportamiento social?
-Hacer trampas está en la naturaleza humana. Un ejemplo es la deuda odiosa, un concepto académico que acuñó el ruso Alexander Nahum a principios de siglo y plantea que hay deudas que se generan y que son odiosas porque no hay que pagarlas. Por tanto, no es una deuda que haya nacido de un fairplay sino porque se ha hecho trampa, como lo que se pretende ahora en Grecia, donde se genera una deuda odiosa. Al final, hacer trampas está en nuestra naturaleza.
-¿Y qué hay del altruismo?
-Lo contrario de esa trampa sería el comercio justo. Yo no creo en el comercio justo porque, como la naturaleza humana, al final se hacen trampas. La naturaleza de la economía no es sino la naturaleza del ser humano, que se comporta como un animal, y pivotamos en ese equilibrio entre deuda odiosa y comercio justo. Siempre utilizo el ejemplo de las plagas de langostas, que están tranquilas mientras hay comida pero, cuando hay hambrunas, como sucede en un ciclo económico, se convierten en monstruos al dispararse una feromona llamada locustol. Entonces, aumentan su tamaño, se hacen gregarias y devoran hasta 50 veces su peso al día hasta que, cuando todo se resitúa, la plaga decrece y vuelve a su lugar natural. Ese es el ser humano. Cuando hacemos negocios, nos metemos en una burbuja hasta que estalla y nos devuelve al lugar inicial. Nuestro comportamiento es animal. Lo que justificamos como un comportamiento ético en la economía es mentira. Nunca hay ética ni actuamos libremente. Somos egoístas o altruistas, según las circunstancias.
-Si no cree ni en la ética, ni en la posibilidad de ser un poco más libres, ¿en qué cree?
-Pues eso lo explico en la segunda parte del libro, Más allá de la moral, que basé en la introducción que hice a Javier Sádaba el año pasado durante la presentación de su libro Ética erótica. En esta parte, propongo que la ética no existe, sino que es relativa. Creo que la ética no es más que un consenso al que llegamos en cualquier momento o sociedad, porque existe la ética del nazi, la ética del cristiano... En este sentido, me identifico como marxista, pero marxista de los hermanos Marx: tengo estos principios y, si hace falta, los cambio por otros. Y así es el ser humano.
-¿Cree que no existen unos valores y derechos universales comunes a toda la humanidad?
-Claro que no. Quizás podrás creértelo, pero no existen valores universales. El único valor universal que existe y que, al final, es un valor mecanicista, es el imperativo categórico de Kant en la Metafísica de las costumbres: 'No machaques al otro si no quieres que te machaque a ti'. Pero, al fin y al cabo, eso es la Ley del Talión, el ojo por ojo, que ejercemos por defensa propia.
-Pero Kant sí planteaba leyes universales a las que accedemos a través del uso de la razón.
-Ya. El otro día señalé en un artículo el valor de Eichmann, el nazi que explicó que siguió el postulado de decir todo lo que le decía el Führer porque, para él, era éste quien emanaba las leyes. Él solo seguía órdenes y no se sentía culpable de nada. Cada ley es relativa.
-¿No cree que la vida o la dignidad humana establecen el límite ético de nuestras acciones?
-Claro, pero no machacamos para que no nos machaquen a nosotros. Como hacen los animales.
-¿No nos diferenciamos de los animales en nuestra capacidad para pensar y reflexionar?
-¿Puede asegurarlo? Esa es una visión homocéntrica con la que no estoy de acuerdo.
-¿Cuál es el sentido de la filosofía si no es ocuparse del pensar?
-¿Cree que hay que buscarle un sentido a las cosas? Ese es un vicio antropocéntrico. No existe un sentido, las cosas son las que son.
-Con todo, ¿qué significa para usted la filosofía?
-La filosofía solo es amor al saber. Creo que los filósofos deberíamos retomar la senda práctica que propusimos en los 90. Conversar con la gente. Poco más podemos hacer.
-Volviendo a su libro, imagino que tampoco propone la filosofía para el ámbito empresarial.
- Los filósofos no valen para una empresa. Si un negocio se pusiera en manos de un filósofo estaría loca. Los valores no van con la empresa. Si los tuviera, desaparecería.
-Y así nos va.
-Y así nos irá. Mientras no desaparezca el dinero, no desaparecerá el egoísmo. La única verdad sobre nuestra naturaleza es que el hombre es un lobo para el hombre.
Escribe tu comentario