Jacinta Anderns, primera ministra socialista de Nueva Zelanda: “Hay dos clases de personas, los que están vacunados y los que no están vacunados, y sólo tienes todos los derechos si estás vacunado”. El hecho de que Macron, exejecutivo de Banca Rostchild, y Draghi (mandatario no electo por las urnas), exejecutivo de Goldman Sachs, hayan incorporado el pasaporte Covid o, de lo contrario, se pierdan por quienes no lo tienen, trabajo y libertad de circulación, añade más sospechas para un repaso filosófico político del tema. En varias ocasiones ya hemos visto, por ejemplo, la noticia “Get boosted now”, en primera plana, a portada completa, en The Sun, The Times, The Mirror, Daily Star, Daily Express, Daily Mail, The Guardian… ¡el mismo día todos la misma portada, recomendando vacuna de refuerzo, con la misma frase!
El antropólogo Marshall Sahlins señala que las sociedades primitivas gozan de mucho tiempo libre, unas tres horas al día en sus tareas de subsistencia, como la caza o la recolección, y que el resto de su tiempo se dedican a dormir o al ocio: “la cantidad de trabajo aumenta con la evolución de la cultura y la cantidad de tiempo libre disminuye”. El filósofo John ZerzanEl anarcoprimitivismo estudia y concluye que la civilización destruye el tiempo de ocio, la igualdad, el medio natural, introduce la violencia organizada, la guerra, la subyugación de la mujer, el estallido demográfico, el trabajo abusivo, la propiedad como segregadora, y la erradicación de la libertad instintiva, las mujeres pasan a ser una propiedad junto con los cultivos y el ganado.
Idéntico al Pasaporte de Vacunación que han instaurado hoy día, para el Covid19, varios de los países más avanzados del planeta, con expresa persecución, sanciones liberticidas y agresiones policiales a quienes no lo tienen. La versatilidad de las libidos, la imposición de una gestión libidinal, explicadas hace casi un siglo, en 1933, en “Psicología de masas del fascismo”, de Wilhelm Reich, donde el estado se mete directamente en la cama, como se meten las religiones, generando movimientos donde grupos feministas se enfrentan a representantes políticos que las tratan de basura tránsfoba, y donde las perversiones, formas naturales de escapar de la socialización del orgasmo, se taxonomizan generando, a su vez, más grupúsculos especializados en diversas fórmulas de ocio dirigidas por el Estado, todo ello, posibilita la patrimonialización del placer.
Cuando el humano embrida a un caballo hasta extenuarlo, o anilla a una vaca hasta llevarla al matadero, o pone a las ovejas al mando un perro, o amaestra a un can, los lleva al límite sin que estos hagan otra cosa que obedecer, aunque al mirarlos a sus ojos veamos que no están del todo de acuerdo con el fin que se exige de sus cuerpos por parte del que manda. Hemos entrado en lo que se denomina Antropoceno, un momento en la historia de la humanidad en el que el número de humanos es tan sobrecogedor, y alcanzado en tan poco tiempo, que de por sí la maquinaria superior, ontológicamente superior, el humanero, se ha encargado de dotarse de sistemas de vigilancia cada vez más constrictores.
A Ann le sucedió Lucy Wright, bajo cuyo mandato, a principios del siglo XIX, se distinguieron los tembladores por interesantes reuniones en las que se repitieron mil veces las escenas de millares de personas, hombres, mujeres y niños, que caían lanzando espumas entre gritos y lágrimas, y según relatos de la época, “suspendíase la vida en algunos, quedando reducidos al estado de cadáveres hasta el fin de lo que se creía una manifestación del espíritu”. En julio de 1518, en Estrasburgo (esto lo citaba Girauta como ejemplo para mostrar el nacionalismo como una patología semejante), ocurría la epidemia de baile: una mujer llamada Frau Troffea comenzó a bailar descontroladamente, sin parar, durante tres días seguidos, y comenzaron a unirse otras, 34 personas más en una semana, y 400 más en un mes, que terminaron con ataques epilépticos y convulsiones en las extremidades, con infartos, derrames y agotamiento mortal.
Es el problema del cual ha advertido el Dr. Malone, lo que hace que las variantes escapen. Laurent Mucchielli, director de investigación del CNRS francés (equivalente al CSIC español), Hélène Banoun, Emmanuelle Darles, Vincent Pavan y Amine Umlil, doctores en biología, informática, matemáticas y farmacia, confirman que se afronta una mortalidad sin precedentes, piden una moratoria a la vacunación, y dicen: “encubrir tal peligro de una forma u otra es simplemente criminal frente a la población… se niega la farmacovigilancia de las vacunas Covid porque amenaza la ideología de la vacunación completa… esta vacunación masiva, sin embargo, conduce a una mortalidad sin precedentes en la historia de la medicina moderna”. El director del Instituto de Patología de la Universidad de Heidelberg, Peter Schirmacher, ha realizado 40 autopsias de fallecidos dos semanas después de haberse vacunado, y alerta del descubrimiento generalizado de lesiones fatales en los vacunados. Leyendo todo esto, me invade, como lector informado, una preocupación, sobre todo porque los que avisan no son cualquiera, se trata de innumerables expertos de varias universidades e instituciones.
La pandemia de coronavirus19 ha sido mucho más eficaz que la ficción de Dick, pues en una sociedad ya vigilada desde todos los ángulos, con millones de cámaras de vigilancia en red por todo el planeta, la amenaza de un virus de cuya letalidad nunca se ha sabido a ciencia cierta, comenzó con encierros brutales en las cárceles domiciliarias equivalentes a los toques de queda de los estados de guerra civil, supresión de todos los derechos civiles de inviolabilidad de los domicilios o libertad de tránsito, y todo impostado a través de los mecanismos de comunicación y propaganda mundiales, que penetran en cada hogar o en cada individuo a través de su móvil, y cuya visión unidireccional y de relato único esparcieron primero en las películas de contagio global para preparar el inconsciente colectivo, luego propalaron el miedo a un virus intransparente, y finalmente impusieron la dictadura sanitaria, implantándose una visión ficticia del mundo, un contexto mental a través del cual se gobierna en todos los países con la contraprestación del control de cada individuo y su marcaje con vacuna.
Y el último mandato de la justiciera climática Greta lo ha emitido en la OMS, el pasado 19 de abril, exigiendo a las naciones ricas que no vacunen a sus ciudadanos para que no exista una desigualdad flagrante con los ciudadanos de las naciones pobres: “no es ético que un país con altos ingresos vacune a gente sana y jóvenes, a expensas de personas más vulnerables o sanitarios en países con menos ingresos”, e informa de que en los países ricos se vacuna 1 de cada 4 y en los pobres 1 de cada 500 personas.
La otra no hace falta enumerarla porque la advertimos todos los días, las 24 horas, en todos los “mass media” no digitales, subvencionados por los gobiernos, y en los discursos de los políticos de multitud de países, pero sobre todo se detecta si advertimos que los ataques no se basan en argumentos sino que están llenos de falacias como la “ad hominem”, la “ad verecundiam” o la “ad baculum”: los políticos y sus pseudoexpertos y expertos celebran exageradamente estos tratamientos y minimizan u ocultan los riesgos; las masas siguen hipnóticamente las imágenes de los gobernantes cuando se vacunan; quienes no se vacunan son acosados, calumniados, burlados, censurados, enviados al ostracismo, tildados de conspiranoicos, egoístas, asesinos, no preocupados por los ancianos, y de que si no se vacunan deberían quedarse en sus hogares para siempre, amenazados y despedidos de sus empleos, incluidos médicos y personal sanitario, testigos de reacciones y muertes después de ser aplicadas las vacunas; las firmas de protocolos para luchar contra el virus en algunos países con la población globalmente vacunada, como Israel, lo son para 30 años, sin embargo no se publican, pero el gobierno sí está facultado para compartir los datos personales de los vacunados e infectados con empresas biotecnológicas extranjeras.Ha comenzado a operar con fuerza, desde las instituciones de casi todos los países del planeta, la falacia del ridículo (a punto de convertirse en la técnica soviética de encerrar al disidente por enfermo psiquiátrico) para con una comunidad científica numerosísima en la que se incluyen miles de médicos y biólogos, en el mejor ejemplo de lo que es una teoría de la conspiración jaleada desde unos comportamientos gubernamentales perfectamente coordinados para eludir la transparencia por la vía de abatir todos los muros que los derechos humanos han construido para defender al individuo de la ferocidad de los gobiernos, es decir, de las abejas reina.Este es un buen caso para ejemplificar la conspiración y sus dos bandos: el que la crea y el que la combate, el que despierta a un razonamiento sospechoso porque le ocultan información y el que reacciona con la imposición pseudocientífica y política de un pensamiento único.La conspiración y su contraparte, la contraconspiración, es una fuerza psicológica de la naturaleza a través de la que el Leviatán se empieza a desarrollar como un cuerpo cierto y planetario.
Es ahí que analiza la intervención de los nuevos productos químicos utilizados por la sociedad humana y su efecto en el medio ambiente. El estudio, efectuado en 2017, y que ha desbrozado los resultados de 185 trabajos sobre 45.000 hombres sanos, arroja cifras como que, desde los años setenta del pasado siglo XX, el nivel de esperma de los hombres occidentales se ha reducido en más de la mitad.