La puedes encontrar en internet, hecha de silicio, en computadoras… Esencialmente lo que se está haciendo es crear una tercera cadena de ADN, y se mete en el cuerpo de una persona, a través de la vacuna que esa persona pide porque tiene miedo de contraer el coronavirus, la gripe o lo que sea.
Pero los argumentos se endurecieron en una religión libertaria, incorporando hostilidad a la acción del Estado en una generación de intelectuales conservadores, particularmente en los Estados Unidos”. Fukuyama reniega ahora de aquella doctrina exitosa: “Dada la importancia de una acción estatal fuerte para frenar la pandemia, será difícil argumentar, como hizo Reagan en su primer discurso inaugural, que el gobierno no es la solución a nuestro problema; el gobierno es el problema”.
Tampoco vamos a jalear las ideas de Harari o de Byung-Chul Han, ya que ambos están de acuerdo con digitalizar todo, o sea, con hacer más eficaz la cárcel universal vigiladora y periclitar el paraíso de libertad humana en el que los humanos vivíamos hasta ahora. Lo que toca hoy es tomar nota de las advertencias del Premio Nobel de Química de 2013, Michael Levitt, especialista en biología computacional de la Universidad de Stanford, en EEUU, y que ganó el Nobel junto a Martin Karplus y Arieh Warshel, por desarrollar programas computacionales que se utilizan para entender y predecir procesos químicos.
Es posible, dada la inconsistencia ética de nuestros gobernantes, que estas disposiciones se dicten en quienes las han tomado por el mismo temor que pretenden provocar, pero es difícil no pensar que la situación que crean es exactamente la que los que nos gobiernan han tratado de realizar repetidamente: que las universidades y las escuelas se cierren de una vez por todas y que las lecciones sólo se den en línea, que dejemos de reunirnos y hablar por razones políticas o culturales y sólo intercambiemos mensajes digitales, que en la medida de lo posible las máquinas sustituyan todo contacto entre los seres humanos”. ¡Chapeau, Dottor Agamben!
Las personas que piensen así se considerarán enfermas y pueden estar seguros de que se encontrará un medicamento para eso… la gente inventará una vacuna para influir en el organismo lo antes posible, preferiblemente tan pronto como nazca, de modo que este cuerpo humano ni siquiera tenga la idea de que hay un alma y un espíritu… A los médicos materialistas se les pedirá que expulsen a las almas de la humanidad”. Trasladándonos de 1917 a 2020, podemos terminar recordando la obra de Dean Hamer, “El gen de Dios”, que prevé que el gen VMAT2, que codifica una hormona monoamina que produce experiencias de autotrascendencia, es el que está en la base de la espiritualidad, pues somos solo materia.
Tucker es autor de “The Market Loves You” y editor de “The Best of Mises”, un liberal, por lo que no es extraño que frente a estos hechos solucionados liberalmente en los años sesenta, se oponga la forma actual socialdemócrata extrema o radical, que no consigue parar las muertes, pero sí consigue cercenar gravemente la libertad, el único activo que merece la pena para el ser humano.
Los felices años veinte lo constituyen una serie de ciudadanos que encontraron los medios y los ambientes propicios, al sentirse vivos y, por tanto, exitosos ante la parca, pero había otras partes de la tierra en la que la nube del terror se cernía lentamente, y las deportaciones en masa, las hambrunas, las levas, las violaciones y los asesinatos, barrían sobre toda una comunidad inocente que no sabía qué pasaba. Los felices años veinte -del siglo XX- fueron, pues, años de agitación social, de efervescencia artística, del jazz considerado repelente por los comunistas y del Art Déco y la Bauhaus luego perseguidos por el fascismo, de la liberación femenina como paso a una sociedad des-antropologizable, del descubrimiento de todo tipo de substancias psicoactivas, de prohibición de la bebida con la ley seca, de especulación con el contrabando de las mismas… es decir, un tiempo en el que la contradicción era el motor que empujaba a la sociedad, que recibía pasmada los productos de consumo de la revolución industrial y el avance tecnológico, de forma que éstos no solo alimentaban a la maquinaria de guerra, incluida la persecución de la bomba atómica, sino también una incipiente sociedad del bienestar. El ejemplo del jazz, propuesto por Scott Fitzgerald como característico de los felices años veinte, es canónico cuando vemos que es una música que horripila a los marxistas, porque no pueden soportar la alegría de la individualidad, lo cual constituyó polémica contradictoria entre pensadores como Walter Benjamin contra otros de la incipiente Escuela de Frankfurt. Los Estados Unidos iniciaban el “American way of life”, con automóviles, teléfonos y electrodomésticos para todos los ciudadanos, extendieron la publicidad como mecanismo mercantil para propalar a su vez el consumo, motor del capitalismo, y se multiplicaban los créditos y las ventas a plazos.
La idea todavía es tímida, y en las leyes se considera confiscatorio tributar con más del 70 por cien de la renta anual, y con sólo llegar a esos niveles ya la riqueza producida, sea por unos pocos o por unos muchos, resulta confiscada, y luego repartida por la elite del Politburó a todos en forma de renta básica. La ingeniería comunitaria habrá ganado y el individualismo se habrá esfumado.
Ontológicamente este camino es el que terminará imponiéndose en el planeta, pero con un mando único planetario, pues tras los nacionalismos sobrevendrá el imperialismo planetario. De todas formas la partida no está perdida, pues en el resto del mundo hay muchos países, poderosos, e imperiales, que adoran la libertad del individuo y cuentan con la fortaleza natural del capital, que gestiona hábilmente la envidia y el egoísmo, los dos pilares sobre los que se construye el comunitarismo, sea comunista o socialista. La riqueza nacional es fácilmente expropiable en tiempos de miseria, pero la libertad es un valor muy poderoso. Estamos viviendo el camino hacia la Gran Mente y se juega la partida de todos para uno o cada uno para todos.
¿Cuál es la pregunta y la respuesta final? Sería fácil entrever que hay una conspiración de elites que vienen desde hace años preparando todo esto, pero la respuesta más sutil es que se trata de la reacción del inconsciente colectivo, el mismo que hace que miles de ovejas se vuelvan todas, como dice el pastor francés, “gilipollas”. Más bien, pues, se trata de nuestra propia naturaleza, que se está desarrollando, como se desarrolla un enjambre o una colmena, y nos está envolviendo.