Juan Ezequiel Morales
Hay varios libros que estudian en estos tiempos la gravedad finimilenar a la que nos llevan los avances y las consecuentes contaminaciones tecnológicas, con la evidente carga apocalíptica que prevé el fin del humano. Hemos hablado de “Silent Spring” y de “The Sixth Extinction”, pero esta vez toca hacerlo sobre “Count Down”, es decir, “Cuenta Atrás”, un libro de Shanna H. Swan, profesora de medicina ambiental y salud pública, del hospital Mount Sinai en Nueva York. Es ahí que analiza la intervención de los nuevos productos químicos utilizados por la sociedad humana y su efecto en el medio ambiente.
El estudio, efectuado en 2017, y que ha desbrozado los resultados de 185 trabajos sobre 45.000 hombres sanos, arroja cifras como que, desde los años setenta del pasado siglo XX, el nivel de esperma de los hombres occidentales se ha reducido en más de la mitad. El camino de la humanidad lo es, pues, hacia la infertilidad total.
En “Count Down” se culpa de esta circunstancia al estilo de vida sostenido en el reiterado uso de diversas substancias químicas (botellas de agua en envases plásticos, cremas de afeitar, etc.) y a la fluidez de género. Este panorama no es nuevo en la imaginación humana, se ha recreado por Margaret Atwood, llevado a la pantalla en “El cuento de la criada”, una serie en un futuro distópico con una dictadura fundamentalista y puritana, en la que la mujer pasa a un segundo plano en atención a sus ovarios, dado el grave problema de fertilidad en el país. También se ha tratado en la película “Los Hijos de los Hombres”, de Alfonso Cuarón, con un guion que transcurre en 2027 con el ser humano a punto de extinguirse por incapacidad de procreación dado que todas las mujeres del planeta se han vuelto estériles.
Volviendo a Shanna H. Swan, ella calcula que, en 2025, al paso actual, el esperma masculino no dará para cumplir los mínimos exigibles para la reproducción de la especie. Shanna H. Swan y su equipo se concentran sobre todo en el uso de los ftalatos, substancias químicas que producen la elasticidad y maleabilidad del plástico, lo cual ataca al sistema endocrino del feto destrozando su régimen hormonal y produciendo incluso malformaciones genitales con encogimientos graves en el tamaño de los penes. De aquí el eslogan popular de “Cuenta atrás” de que los hombres tienen el pene cada vez más pequeño hasta convertirse en incapaz de procrear.
Shanna H. Swan, en foto de su página web Shanna Swan
La compañía Sky News ha publicado recién esta noticia de 2017: “Human penises are shrinking because of pollution, warns scientist”, los penes son cada vez más pequeños, y la conclusión del peligro inminente para la humanidad. Cómo no, la activista Greta Thunberg ha salido al hilo de la red social y ha amenazado: “Os veo a todos en la próxima huelga del clima :)".
Todo esto se complica, pues detrás de las soluciones surgen más graves problemas, por ejemplo, llevar el arte a Internet, como está ocurriendo últimamente, ha resultado para algunas obras que produce un gasto de 70 Toneladas de CO2, bastante menos de lo que ocurre con el ecológico bitcoin. Cuando se dice en las coletillas al final de los emails, desde bancos a todo tipo de corporaciones, que no use papel, se produce un archivo pdf, por ejemplo, cuyo almacenamiento genera mucha más contaminación que la que se pretende evitar. Pero queda bien, y hace ganar dinero por imagen corporativa.
En el número 1 de 2021 de la revista alemana “Philosophie” escribe Bruno Latour un artículo que titula “¡Hay otra forma!”, y en él propone, como aprovechamiento de la crisis del coronavirus: “Quizás sea inapropiado pensar en el período posterior a la crisis cuando los trabajadores de la salud están en primera línea, millones de personas están perdiendo sus trabajos, y las familias en duelo no pueden ni siquiera enterrar a sus muertos. Sin embargo, tenemos que trabajar ahora mismo para garantizar que el antiguo régimen climático, contra el que hemos luchado en vano hasta ahora, no se restablezca con la recuperación económica tras la crisis. De hecho, la crisis de la salud está incrustada en algo que no es una crisis sino un cambio ecológico sostenible e irreversible. Si, con un poco de suerte, escapamos de la primera crisis, no tendremos ninguna posibilidad de escapar de la segunda. Aunque las dos situaciones no tienen la misma extensión, es muy instructivo vincularlas. En cualquier caso, sería una pena no aprovechar la actual crisis sanitaria para descubrir otras vías para que el cambio ecológico no se inicie a ciegas. La primera lección del coronavirus es también la más desconcertante: se ha demostrado que es posible en unas pocas semanas suspender un sistema económico que antes nos dijeron que era imposible frenar, incluso podría remodelarse. Todos los argumentos que esgrimen los ecologistas a favor de un cambio en nuestra forma de vida siempre fueron contrarrestados por el poder irreversible del progreso y que a causa de la globalización nada debería descarrilarse”. Siguiendo esta forma de pensar por autolisis humana, Latour, grandísimo pensador postmoderno francés, se da cuenta, no obstante, de lo que en realidad hay detrás de esta crisis sanitaria: “Desafortunadamente, esta pausa repentina en el sistema de producción globalizado no solo es vista por los ambientalistas como una gran oportunidad para avanzar en su programa de aterrizaje. Los globalizadores, que vienen desarrollando la idea de poder escapar de las limitaciones del planeta desde mediados del siglo XX, ven esto como una enorme oportunidad para acabar de manera aún más radical con los obstáculos restantes que se interponen en el camino”.
Así que, entre el esperma decadente, el tamaño irrisorio de los nuevos penes, Greta de fiesta ecológica, y Bruno Latour dándose cuenta de que aquí pasa algo, ya nos acercamos más al fin de un tiempo que fue de abundancia ¡Ha empezado la Cuenta Atrás!
Escribe tu comentario