Leía en mi escritorio el texto “Dinamitar la Filosofía patriarcal”, del 14 de octubre de 2021, de Naiara Gago, Itsaslore Yarza, Irene Lafuente y Maitane Nerekan, exponentes de “Agora Elkartea”, una asociación vasca de profesores de filosofía, y en el que se proponía construir “un currículum feminista de Filosofía”. Elevaban a grado de pequeño éxito el que en las pruebas de Ebau de las provincias vascongadas, entraran, entre diez filósofos machos, Simone de Beauvoir y Hanna Arendt, en sustitución de José José Ortega y Gasset y Jürgen Habermas: “Lo que en la historia de la Filosofía se nos ha presentado como universal no lo es, porque está teñida por los intereses, haceres, preocupaciones y actitudes de hombres blancos. Los nombres propios que aprendemos en las aulas de Filosofía corresponden a hombres blancos, burgueses, occidentales y mayores”. Acabaron con el “Tractatus crítico-feminista” y con que “fue un ejercicio muy necesario y empoderador”. Con independencia de lo extraño que resulta epistemológicamente plantearse esos problemas desde una posición victimista en contra de los hombres blancos, burgueses, occidentales y mayores, y de adoptar posiciones de autoayuda de las que sobrevenga un “empoderamiento”, pasé página y me fui a Echenique.
La noticia era la acusación de la asociación feminista “Alianza contra el Borrado de las Mujeres”, que mostraban rechazo contra la explotación sexual, la violencia de género, la desigualdad económica, los vientres de alquiler, y la libre autodeterminación de sexo en España, propiciada por proyectos de ley del partido Podemos; todo ello mereció por Echenique el tildarlas de “basura tránsfoba”.
Volví a pasar página y repasé los 37 géneros y 10 orientaciones sexuales que se reconocen en España, ya estudiados pícaramente por Patricia Malagón: “Atrás quedó el tener que elegir entre heterosexual, homosexual o bisexual. Ahora puedes ser pansexual, demisexual o queer, entre otras muchas opciones. Dentro del género trans, personas que se cambian de sexo, existen varias categorías: transgénero, hombre trans, persona trans, mujer trans, female to male, male to female, transfemenino, transmasculino, transexual, mujer transexual, hombre transexual y persona transexual... Pero la cosa no queda ahí, también se puede ser andrógino (mezcla entre mujer y hombre), neutrosis (género neutro, ni hombre ni mujer), personas de sexo no ajustado (no quieren calificarse ni como hombres ni como mujeres) y berdache (personas que se visten con ropa asociada al sexo opuesto). Finalmente, existen otras identidades como no-binario, agénero, bigénero, género fluido, pangénero, poligénero o intergénero”.
Vuelvo a cambiar de página y me encuentro la noticia del famoso pensador y psicólogo Jordan Peterson, que acaba de criticar el “estado totalitario” que ha surgido en respuesta al Covid-19: “Pensé, está bien, me pondré la maldita vacuna. Pero, este es el trato, chicos: me pondré la vacuna y ustedes, joder, ¡déjenme en paz!”, le contestó al entrevistador Dave Rubin. Peterson está vacunado, como la mayoría de los canadienses, pero continuamente sujeto a las pruebas de Covid-19 cuando viaja entre Canadá y los EE. UU., y con la obligación de embozarse en Ontario, donde da clases en la Universidad de Toronto: “es extraordinariamente molesto ver que esto sucede, y luego descubrir que no hay nada detrás de esto, excepto las encuestas aleatorias más instrumentales y cobardes”, y terminaba expresando su sorpresa por “la rapidez con la que nos precipitamos para imitar un estado totalitario inmediatamente después de la liberación de Covid”.
Ejemplo de "Ahnenpass" en el estado Nazi
El “Gefundheispass”, se instauró en Alemania, en abril de 1933, denominado también “Der Ahnenpass”, es decir, “pasaporte genealógico”, o traducido hoy día, “pasaporte genético”. Este pasaporte era obligatorio para acceder a museos, edificios públicos, teatros, escuelas y lugares de trabajo, y también se requería a todos los empleados y funcionarios del sector público. Idéntico al Pasaporte de Vacunación que han instaurado hoy día, para el Covid19, varios de los países más avanzados del planeta, con expresa persecución, sanciones liberticidas y agresiones policiales a quienes no lo tienen.
La versatilidad de las libidos, la imposición de una gestión libidinal, explicadas hace casi un siglo, en 1933, en “Psicología de masas del fascismo”, de Wilhelm Reich, donde el estado se mete directamente en la cama, como se meten las religiones, generando movimientos donde grupos feministas se enfrentan a representantes políticos que las tratan de basura tránsfoba, y donde las perversiones, formas naturales de escapar de la socialización del orgasmo, se taxonomizan generando, a su vez, más grupúsculos especializados en diversas fórmulas de ocio dirigidas por el Estado, todo ello, posibilita la patrimonialización del placer.
Y en el lado contrario, cuando la tecnología hace posible la vigilancia individual de todos los humanos, se pasa a patrimonializar, también, los cuerpos, y se entra en la anulación de la libertad del individuo sobre su cuerpo: vacunación o insertación de químicos o chips, como en la queja de Jordan Peterson.
Disponemos de un Estado que tiende a ser planetario, aunque todavía en fase preguerra para que ocupe el podio el más fuerte, donde cada individuo estará geovigilado en todo momento, y entonces… veamos el discurso, literal, de Yuval Noah Harari, en el “50 Annual Meeting”, del “World Economic Forum”, en 2020, quien dijo lo siguiente: “La ecuación de la vida definitiva en el siglo XXI: B x C x D = A, lo que significa conocimiento biológico multiplicado por poder computacional multiplicado por datos igual a habilidad para hackear humanos. Si sabes suficiente de biología y tienes suficiente poder computacional y datos puedes hackear mi cuerpo, mi cerebro, mi vida, y puedes entenderme mejor de lo que yo me entiendo a mí mismo, puedes entender mi personalidad, mis perspectivas políticas, mis preferencias sexuales, mis debilidades mentales, mis miedos más profundos y esperanzas. Sabes más de mí que yo mismo, y puedes hacer eso no solo a mí sino a todos. Un sistema que nos entiende mejor que nosotros mismos puede predecir nuestros sentimientos y decisiones, puede manipular nuestros sentimientos y pensamientos y finalmente tomar decisiones por nosotros. En el pasado, muchos tiranos y gobiernos quisieron hacerlo, pero nadie entendió la biología lo suficiente, y nadie disponía de suficiente poder computacional y datos para hackear a millones de personas, ni Gestapo ni KGB pudieron, pero pronto, al menos algunas corporaciones y gobiernos, serán capaces de hackear sistemáticamente a todas las personas... ahora somos animales hackeables”.
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