Si Vis Pacem, Para Bellum

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En un texto corto, sobre filosofía de la historia, de Immanuel Kant, “Idea de una historia universal en sentido cosmopolita” (“Idee zu einer allgemeiner Geschichte in Weltbürgergerlicher Absich”), de 1784, capítulos siete y nueve, Kant advierte tempranamente, en el siglo XVIII, y utilizando algunos de los principios de Francisco de Vitoria, de que los diferentes pueblos tienden a una sola sociedad civil, que deben ir dejando el régimen de relación de libertad salvaje, y es la naturaleza la que utiliza la guerra para renunciar a esa libertad incontrolada e ir hacia una Unión de Naciones. Once años más tarde, en 1795, el filósofo publicó “Sobre la paz perpetua” (“Zum ewigen Frieden. Ein philosophischer Entwurf”) donde intenta encontrar la estructura mundial que permite llegar a la paz perpetua. Kant, en el párrafo “De la garantía de la paz perpetua” vuelve a señalar que la guerra, en manos de la naturaleza, es un instrumento para la paz, en el sentido de conseguir la república mundial de naciones. En latín: “Si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepárate para la guerra. 


En el actual estado de las naciones, a inicios del Siglo XXI, la civilización occidental ha vivido uno de los tiempos más extensos de paz de toda su historia conocida, pero parece que existe una ebullición civil, alimentada por los desequilibrios económico-sociales, dado que las comunicaciones han impuesto estándares de bienestar para toda la población, a distinción de los tiempos antiguos, cuando las sociedades eran esclavistas, feudales, proletarias, u obreras, y el principio de igualdad, todo lo más, era censitario y masculino, y la capacidad de autoconciencia del explotado era menor. Por su parte, los sistemas comunistas, conseguidos a través de la revolución violenta, han sido igualitaristas por abajo, es decir, el grueso de la población tiene que ser igual, aunque sea en miseria, en tanto que en la elite, siempre, como ya previeron Gaetano Mosca y Wilfredo Pareto, dejan de ser iguales en tanto gestores; los dirigentes comunistas siguen la misma dinámica autoritaria que las monarquías, su principio de sangre azul y su abuso absolutista. 


Desde la segunda mitad del siglo XX hasta la fecha, por lo pronto, los levantamientos militares equilibraban a través de la guerra interior, y constituían las puestas a cero cuando las democracias caían en decadencia. Un ejemplo de ello podría serlo Argentina, que en 53 años, desde 1930 hasta la última dictadura finalizada en 1983, tuvo seis regímenes dictatoriales, durante 25 años, con 14 dictadores. Hoy en día ya no es esa la dinámica, de forma que, para llegar al mismo resultado de reequilibrio a las democracias decadentes se empiezan a expandir las leyes habilitantes. 


Las leyes habilitantes son aquellas en las que el parlamento cede poder a un ente gubernamental para decretar acciones. Se desliza el poder legislativo desde los parlamentos o congresos al gobierno “ad hoc”. En ejemplos, Charles De Gaulle logró incluir en la Constitución francesa poderes habilitantes al gobierno para casos de independencia o ataques al territorio; en Alemania, el 23 de marzo de 1933, se dictó la “Ley para solucionar los peligros que acechan al Pueblo y al Estado” (“Gesetz zur Behebung der Not von Volk und Reich”), una vez se encerró en campos de concentración a todos los diputados comunistas, y Hitler la aprovechó para minar el parlamentarismo e instaurar la dictadura nacionalsocialista. En la constitución chilena, artículo 64, el presidente de la república puede pedir al parlamento una ley habilitante para un año. En Venezuela hubo leyes habilitantes en 1959 con Rómulo Betancourt, 1974 con Carlos Andrés Pérez, 1984 con Jaime Lusinchi, 1993 con Ramón José Velásquez, 1994 con Rafael Caldera, hasta llegar a la de 2000 a Hugo Chávez, para economía, organización de ministerios y crimen, utilizándola Chávez al final del mandato con 49 decretos, y ahí empezó el camino al actual régimen venezolano, pues en 2007 la ley habilitante fue para que decretara el presidente durante 18 meses sobre economía, territorio, ciencia, defensa, transporte, participación popular y reglas para el gobierno de las instituciones. 


Estos son los actuales caminos para los gobiernos totalitarios, pues la separación de poderes cede y, con ello, la democracia como tal desaparece, quedando la gestión estatal en manos de quien esté habilitado, sin el filtro parlamentario. Se trata de gobernanzas más dictatoriales que lo que lo sería una monarquía parlamentaria. Los caminos de la revolución violenta, a causa de la mejora de las condiciones de las fuerzas antidisturbios y la vigilancia estatal quasi-total, ya no son eficaces. 


Roma


Roma, 6 de marzo de 1968, manifestacions violentas


En mayo de 1968 la revolución violenta se vinculaba a las hormonas juveniles y, hasta el cineasta Pier Paoli Passolini, izquierdista de reconocido prestigio perteneciente al Partido Comunista Italiano, decía que los manifestantes eran jóvenes pijos y los verdaderos trabajadores eran los policías antidisturbios: 


“Tienen caras de hijos de papá. 

Buena raza no miente. 

Tienen el mismo ojo ruin. 

Son miedosos, ambiguos, desesperados (¡muy bien!) 

pero también saben cómo ser prepotentes, chantajistas y seguros:

prerrogativas pequeño-burguesas, amigos.

Cuando ayer en Valle Giulia pelearon con los policías,

¡yo simpatizaba con los policías! 

Porque los policías son hijos de pobres”.


Cuando releemos la idea de Kant de llegar a una paz perpetua de la unión de naciones a través de una gran guerra final, podemos pensar en lo que fue, en la segunda mitad del Siglo XX, la destrucción mutua asegurada, motivo de filosofar por pensadores como Ernst Tugendhat, insertos en aquel tiempo en Mitteleuropa, pero cuya situación, por interés mutuo de las potencias encontradas, proveyó de medio siglo de paz mundial. Ahora, las armas con la nueva tecnología han vuelto a ser tácticas y altamente destructivas, pero como un bisturí. Ahora, las nuevas armas son como los nuevos policías antidisturbios, prácticamente invencibles. La guerrilla es molesta, pero no trae victoria, todo lo más da rienda suelta a las hormonas. 


Queda, pues, el aprovechamiento de esas nuevas herramientas jurídicas para ir consolidando al nuevo rey del mundo, el nuevo emperador, que ya asoma por varios sitios, desde que las algaradas violentas o las pandemias se hagan muy presentes y provoquen la reacción del imperio total, herramientas como las leyes habilitantes, que esperan ahí, en estos tiempos en los que da la sensación de que van a reventar las decadentes democracias del planeta. La consolidación ontológica del ser superior está acercándose cada vez con mayor claridad.

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