Juan Ezequiel Morales
Releo el “Homage to Catalonia”, de Eric Blair, conocido por George Orwell, 1938, con copyright de los herederos de Sonia Brownell Orwell, editado por Random House Mondadori, en 2011. La generación de valores (que en filosofía son siempre relativos) surge de las creencias religiosas, que son naturales y diversas. Cuando desde el Siglo de las Luces empezó a decaer la fe, junto al poder imperial político con sus conmilitones vaticanos o anglicanos, decayeron también los valores arraigados en esas creencias y pasaron a ser patrimonio de la laicidad comunistarista.
Veámoslo en una intervención de Nicolás Sartorius, abogado y político, antifranquista, cofundador de Comisiones Obreras, miembro del Partido Comunista de España, diputado, autor de “El final de la dictadura” y especialista en la Transición española de 1978. En una entrevista en TVE hace unos días manifestaba: “Considero que el comunismo no es ni un partido, ni una ideología, sino un estadio en la sociedad… la derecha en eso ha sido casi inteligente, nunca han creado un partido que se llame el Partido Capitalista, ¿y cómo hay Partido Comunista si es un estadio de la sociedad? Es como el feudalismo, el capitalismo, el socialismo, el esclavismo, son estadios de la sociedad”. A eso es a lo que podemos denominar la entrada, songo sorongo, como quien no quiere la cosa, de la idea de un nuevo estadio de masas dirigidas que conformará la nueva humanidad.
La lectura de “Homenaje a Cataluña”, de Orwell, es la de una memoria de su lucha como miliciano brigadista en la guerra española de 1936, en la zona de Huesca y Barcelona, y da idea de ese ambiente que vuelve ahora, de nuevo, a invadir el mundo. Orwell y su esposa llegaron, en 1936, a Barcelona, con una carta de recomendación del Partido Laborista Inglés, sobre el que luego escribiría “1984” dejándolo como origen del Gran Hermano. Se afilió al POUM, Partido Obrero de Unificación Marxista, a fin de vencer al fascismo de Hitler y Mussolini, y escribió: “las libertades individuales y la prensa veraz sencillamente son incompatibles”. Y además: “En cuanto a la cháchara de los periódicos que aseguraba que ésta era una guerra por la democracia, era un puro camelo. Nadie que estuviera en sus cabales pensaba que hubiera la menor esperanza de que, cuando acabase la guerra, pudiese haber democracia, ni siquiera tal como se entiende en Inglaterra o Francia, en un país tan dividido y exhausto como España. Tendría que haber una dictadura, y saltaba a la vista que la ocasión para implantar una dictadura del proletariado ya había pasado”.
Las trincheras eran un infierno: “Me lavaba y afeitaba en días alternos, porque nunca tenía suficiente para las dos cosas. La posición hedía de forma repugnante, y fuera del pequeño recinto de la barricada había excrementos por todas partes. Algunos de los milicianos defecaban en la trinchera, una costumbre asquerosa cuando había que hacer la ronda nocturna… las banderas rojas en Barcelona, los trenes destartalados y abarrotados de soldados harapientos que se arrastraban hacia el frente, los pueblos grises y asolados por la guerra que había a lo largo de la vía férrea”. La tropa era como la Armada Brancaleone: “totalmente ignorantes de lo que significaba una guerra. Era imposible incluso hacerles formar filas. No había ni rastro de disciplina: si a alguien le disgustaba una orden, rompía la formación y discutía a voces con el oficial”. Seguía Orwell: “Se había intentado crear en las milicias una especie de modelo temporal de la sociedad sin clases. No obstante, tengo que admitir que me horrorizaba la situación en el frente. ¿Cómo demonios íbamos a ganar la guerra con un ejército así?”.
Portada periódico "La Almudaina", de Mallorca, 5 de Mayo de 1937,
informando de la lucha facciosa entre comunistas, anarquistas y socialistas.
En medio de toda esa refriega, se empezaron a pelear los camaradas unos con otros, el 15 de junio el POUM fue declarado ilegal por el nuevo Gobierno de Negrín porque los sospechaban fascistas, se confiscaron sus oficinas por la policía, los enfermos graves fueron sacados de los hospitales, y a los que no encontraban se les amenazaba con detener a las esposas como rehenes. Andrés Nin, su dirigente, falleció torturado por los agentes soviéticos, y sigue Orwell: “Los miembros de la CNT y la UGT llevaban un tiempo asesinándose unos a otros; en algunos casos, los asesinatos iban seguidos de multitudinarios funerales pensados para alentar el odio político. Hacía poco que habían asesinado a un miembro de la CNT, y el sindicato había convocado a cientos de miles de sus simpatizantes para asistir al cortejo fúnebre”, y se quejaba: “No importaba lo que hubiera hecho o dejado de hacer. No estaban deteniendo a criminales; era meramente el reinado del terror. Yo no era culpable de nada en concreto, pero sí de trotskismo. El hecho de que hubiera combatido en la milicia del POUM bastaba para enviarme a la cárcel… una imagen extraña: un destacamento de milicianos recién llegados del frente, todavía harapientos y sucios de barro, se habían sentado exhaustos en las sillas de los limpiabotas. Yo sabía quiénes eran e incluso reconocí a uno. Eran milicianos del POUM que habían llegado del frente el día anterior, se habían enterado de que habían prohibido su partido y habían tenido que dormir en la calle porque habían registrado sus casas. Cualquier miliciano del POUM que regresara a Barcelona en esa época tenía que elegir entre esconderse o ir directo a la cárcel”.
Tras la purga comunista, en la que Orwell en vez de morir baleado por los franquistas, casi muere asesinado por los camaradas comunistas que le mordían los talones, escribió “Rebelión en la Granja” (“Animal Farm”), publicada en 1945, queriendo indicar metafóricamente que la propaganda revolucionaria (todos nos entendemos) genera totalitarismos crueles e inhumanos, y mata las democracias, de forma que unos sátrapas suceden a otros sátrapas.
Es una perfecta muestra de la naturaleza humana, a la que le importa un dídimo los congéneres o conmilitones que haya asesinado y exterminado una ideología cualquiera, porque se tiende a olvidarse, y se tiende, con la psicología ovejuna, a adherirse a las ideas sectarias entre las que el comunismo ha convencido a las masas de que es un estadio inevitable. Y todo este camino en bloque hacia el abismo, es lo que da contenido al Ser Superior, el Ser que tiene “horror vacui” al individualismo, y por ende a la libertad, ya que individuo y libertad se oponen a su mismísima existencia.
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