En los tiempos felices de 2008, andaba yo por las aguas y playas de Mykonos y, de vez en cuando, ojeaba las noticias. Una de ellas, curiosa, era la de un crucial experimento en el CERN. Analizaban las trazas de los primeros protones inyectados en el acelerador LHC, el más grande del mundo, construido en Suiza. Entre las tesis circulantes estaba la de que se podrían generar pequeños agujeros negros que acabarían con una explosión planetaria. Se argumentaba por parte de algunos físicos que dicho agujerito negro podría tragarse el planeta en hora y media, conforme a los cálculos más aproximados. Podrían también generarse y no desaparecer, crecer o acumularse en el centro de gravedad terrestre. Los expertos del CERN decían que la probabilidad de que eso pasara era mínima (no nula), lo cual puso más nerviosos a algunos habitantes informados de la Tierra.
Yo seguía la polémica desde las tranquilas aguas del Mediterráneo, sin derivas poblacionales provenientes del sur, y sin problemas con el susto del cambio climático, pues hay que tener en cuenta que el CERN es una institución que ha inventado la estructura actual de internet, la World Wide Web. El tema no fue baladí y algunos en el planeta se suicidaron por miedo a la aniquilación total, por ejemplo, el 9 de setiembre una adolescente india de 16 años, habitante del estado de Madhya Pradesh, tras ver en la televisión la información sobre el experimento del CERN, ingirió una sobredosis de medicamentos, y el “Hindustan Times” informaba de que, según sus padres, "Chayya nos había preguntado repetidas veces si el fin del mundo se estaba avecinando, como el reportaje había anunciado". Una ciudadana alemana que vivía en Suiza interpuso ante el Tribunal Administrativo de Colonia la cancelación urgente del experimento, y argumentó el tribunal que no, porque el peligro de aniquilación terrestre es "rechazado por una abrumadora mayoría de científicos". Las anécdotas se extendieron a lo largo y ancho del mundo, y el experimento arrancó sin consecuencias.
Cincuenta y tres años antes, se llevó a cabo la prueba Trinity, la precedente de las bombas atómicas lanzadas sobre Japón unas semanas después. La prueba Trinity fue el 16 de julio de 1945, y la primera en la que se fisionó plutonio. La reacción se llevó a cabo con el Proyecto Manhattan, bajo la dirección del director científico, Robert Oppenheimer, quien era algo poeta y quien dispuso el nombre de Trinity, basándose en sus lecturas de John Donne. Se eligió un desierto en Nuevo México, en la zona de Alamogordo. Las detonaciones se observaron a 9, 16 y 27 kilómetros de distancia, por Oppenheimer y por los militares (la explosión se llegó a percibir a 160 kilómetros de distancia, y el hongo atómico subió a 12 kilómetros de altura).
Explosión Trinity, 16 minutos después de la misma (foto de Wikipedia)
Y aquí viene lo bueno. Había tres predicciones: la primera que fallara, la segunda que se desarrollara una potencia explosiva de 18 kilotones de TNT (lo cual había predicho el físico Isador Isaac Rabi, que ganó la apuesta), y la tercera opción era que se destruyera todo el estado de Nuevo México, la atmósfera entrara en ignición y el planeta entero quedara incinerado, lo cual, de forma idéntica al experimento del CERN, se consideraba “casi” imposible, pero preocupó a algunos de los científicos de aquel momento.
Oppenheimer siguió haciendo poesía, citando la expresión del “Bhagavad Gita”: “Me he convertido en muerte, en destructor de mundos”. Tal y como vamos viendo, los científicos, aunque no tengan muy claro, con absoluta rotundidad, el resultado final de los experimentos peligrosos, siempre optarán por tirar hacia adelante haciendo poesías o diciendo que es por el bien de la humanidad.
En cualquier entorno experimental oiremos: “vale para curar tal cosa…”; “hará bien a la humanidad para tal o cual otra cosa…”. Pero todos los experimentos siempre tienen un haz y un envés, el hacer bien y el hacer mal. La bomba atómica mató en un par de días a cientos de miles de personas en Japón, pero los políticos lo ordenaron para, dijeron, salvar 21 millones de vidas de soldados si la contienda seguía y no se paraba así de golpe, sacrificando a 100.000 civiles.
Todo es así en la llamada ciencia, y siempre hay perdedores y ganadores. Los experimentos “Trinity”, que no se sabe si pueden terminar muy mal o muy bien, no son sólo experimentos físicos, también lo son psicosociales.
Hoy día estamos observando el mayor experimento psicosocial para con la humanidad planetaria. Ante un evento que afecte a toda la población, aunque sea de manera potencial, como lo sería una pandemia con un organismo no muy letal, se experimentaría con la sumisión ordenada de la población, a efectos de imponer una vigilancia global. El experimento está ya servido.
Fue hace unos cinco años que, junto a otras personas preocupadas por la vigilancia y la veracidad oficial en la transmisión de información, nos reunimos unos compañeros y yo, en la casa de un histórico politico canario, con Herbé Falciani, el famoso ingeniero que facilitó listas de 130.000 supuestos defraudadores en el HSBC de Suiza a varios estados, con lo que se inició una de las primeras razias perseguidoras de dinero opaco planetarias, y llegó a caer hasta el mismísimo banquero Botín. El ingeniero Falciani no nos habló de listas, tema que ya había dejado atrás, sino que estaba interesadísimo en la incorporación del sistema de auditoría blockchain para el seguimiento exhaustivo de cualquier objeto, factura o servicio, desde su origen hasta su término.
Pues apenas cinco años después, tenemos el sistema ya implantado por Microsoft como compañía gestora, se llama C2PA, “Coalition for Content Provenance and Authenticity”, creado en febrero 2021, y entre los fundadores está “The New York Times”, BBC, Adobe, Intel, ARM, Truepic, y ha generado un método de investigación con inteligencia artificial para vigilar la red leyendo y revisando todos los escritos, audios, fotos, videos, PDFs, y documentos de cualquier formato, los cuáles exploran e identifican los objetos que ahí aparecen, armas, arte, mobiliario, edificios, y también a las personas mediante reconocimiento facial; se dará una marca específica a cada sujeto localizado, tal y como preveía Falciani en 2015, y una vez una información salga a la luz se rastreará todo su recorrido, desde su origen hasta el receptor final, incluyendo a quienes reenvían o comparten la misma. Al ser "on line", se podrá evaluar el escrito o la imagen antes de su publicación, mientras se está tecleando el texto o tomando la foto o video. Microsoft explica que estarán localizados en tiempo real el autor, todos los receptores de la noticia y todos los que la hayan reenviado.
Ya una de las empresas verificadoras españolas, Newtral, en su información corporativa, indicaba en 2019: “de forma excepcional, recibimos apoyo de la UE para estudiar la viabilidad de un proyecto de inteligencia artificial aplicado a la verificación”.
La Inteligencia Artificial ha empezado a funcionar sola y tomar decisiones propias, según se le prepare por sus creadores para ello en uso de los denominados sistemas de redes neuronales adversarios, y por otra parte ya disponemos de un organismo atacante, invisible, que produzca el efecto explosivo-psicosocial deseado, de forma que ha posibilitado saltarse todas las líneas rojas de los derechos fundamentales de las Cartas Magnas de todos los países, y ahora es el momento, en febrero 2021, de comenzar la implantación de una verdad dirigida por la Inteligencia Artificial, auditada gubernamentalmente, y localizados todos los emisores, receptores y usuarios del planeta.
La Prueba Trinity psicosocial ha comenzado.
Escribe tu comentario