Entre 1958 y 1962 se llevaron a cabo una serie de experimentos etológicos por John B. Calhoun, encaminados a estudiar el comportamiento de las ratas en un entorno favorable sometido a presión demográfica con un hacinamiento regulado. Calhoun detectó lo que denominó “Sumidero conductual” (“Behavioral Sink”), un colapso comportamental autodestructivo, que surgía a medida en que sus experimentos avanzaban en un entorno que tendía a la hiperpoblación. Detalló este concepto en un artículo del 1 de febrero de 1962, en “Scientific American” ("Densidad de población y patología social").
El primer experimento consistió en colocar 8 ratas, el 9 de julio de 1968, en una caja de casi siete metros cuadrados, con comida ilimitada, refugio a prueba de temperaturas y a salvo de depredadores. Luego amplió progresivamente la ciudad para las ratas a una extensión de 250 metros cuadrados, y esperó, por sus cálculos reproductivos, a que la población creciese hasta 5.000 ratas. El origen del experimento había sido que en Baltimore había una plaga de ratas noruegas, y quería estudiarse la capacidad explosiva de la superpoblación de estos mamíferos.
El experimento denominado Universo-25 empezó en esa caja de unos 7 metros cuadrados, y colocando ahí a 4 machos y 4 hembras; en una semana reprodujeron a una nueva generación, y luego la población se duplicaba cada dos meses. Llegados a agosto de 1969 había 620 ratas, y se alcanzó una población de 2.200 roedores. Las ratas entraron entonces en la etapa psicológica denominada “Sumidero Conductual”, y comenzaron a tener dificultades para encontrar parejas, para situarse jerárquicamente, se aislaban las hembras que abandonaban sus cuidados maternales, y los machos daban vueltas alrededor de la comida, practicaban canibalismo, desviaciones sexuales y sufrían hiperactividad, las familias de ratas se mudaban constantemente para evitar peleas con los vecinos, y los progenitores resultaban expulsados del nido cada vez más jóvenes, la reproducción se ralentizó, empezaron a morderse y atacarse, hiriéndose en gran porcentaje, de forma que evolucionaron a negarse a luchar, sufrieron una depresión que los hacía solo comer y dormir, habida cuenta de que la comida nunca faltaba, y empezaron a no reproducirse.
John B. Calhoun (Imagen de Animal Populations: Nature’s Checks and Balances, 1983)
En mayo de 1970 nació el último ratón de Universo-25, y en 1973 la población al completo de Universo-25 ya había muerto. John Calhoun publicó el artículo “Death Squared: The Explosive Growth and Demise of a Mouse Population” (auspiciado por el “Laboratory of Brain Evolution & Behavior”, en el “National Institute of Mental Health”, donde trabajó hasta 1984), y describió pormenorizadamente el experimento, advirtiendo de que, aunque se trataba de ratas: “mis pensamientos están en el hombre”.
El paralelismo es gratuito sin más y, de hecho, posteriores experimentos no clonaron los comportamientos de ratas y humanos, pero ya sabemos por mera observación, que el “Behavioral Sink” entre los humanos puede llegar a ser mucho más horrendo.
En el “Sumidero Conductual” de Calhoun había una observación importante: “Hasta 60 de las 80 ratas de cada población experimental se reunían en un corral durante los períodos de alimentación. Las ratas individuales rara vez comían si no era en compañía de otras ratas. Como resultado, se desarrollaron densidades de población extremas en el corral adoptado para comer, dejando los otros con poblaciones escasas”. Consideramos importante este detalle porque el “Sumidero Conductual” incluye una unión de las víctimas, social, al estilo de los campos de concentración, donde la grupalidad se exacerba, aunque sea para morir en masa, como ovejas que se arrojan al abismo. El corolario sería algo así: el castigo sobre la masa produce sumisión, no rebelión. La rebelión surge de los individuos, nunca de la masa, y por eso el “Pueblo” siempre es estafado, es carne de oveja y reproduce su rol de sumisión tan pronto huele al lobo en el horizonte.
Guenther Anders, filósofo polaco, alumno de Martin Heidegger, Edmund Husserl y Ernst Cassirer, y cónyuge de Hannah Arendt, quien filosofó sobre la técnica frente a las catástrofes masivas de Auschwitz y de Hiroshima, fases industriales hacia el fin de la humanidad, escribió, en 1956, “La obsolescencia del hombre”, y ahí dijo: “Para sofocar cualquier revuelta de antemano, no debe hacerse con violencia. Métodos como el de Hitler son anticuados... Lo ideal sería formatear a los individuos desde su nacimiento, limitando sus aptitudes biológicas innatas... Entonces, el acondicionamiento continuaría reduciendo drásticamente la educación, para devolverla a una forma de integración profesional. Un individuo sin educación tiene solo un horizonte de pensamiento limitado, y cuanto más se limite su pensamiento a preocupaciones mediocres, menos puede rebelarse. Debemos asegurarnos de que el acceso al conocimiento se convierta en cada vez más difícil y elitista... a medida en que se ensancha la brecha entre personas y la ciencia, esa información destinada al público en general le anestesia de cualquier contenido de carácter subversivo. No a la filosofía. Aquí nuevamente, es necesario usar la persuasión y no la violencia. En directo: retransmitiremos masivamente, vía televisión, entretenimientos siempre halagadores de lo emocional o instintivo. Ocuparemos los espíritus con lo fútil y lúdico. Es bueno permanecer en incesante charla y música, para evitar que la mente piense. Pondremos la sexualidad a la vanguardia de los intereses humanos. Como tranquilizante social, no hay nada mejor… El condicionamiento producirá así tal integración de sí mismo, que el único miedo (que habrá que mantener) será el de ser excluido del sistema y, por lo tanto, ya no poder acceder a las condiciones necesarias para la felicidad. El hombre de masas, así producido, debe ser tratado como lo que es: un ternero, y debe ser observado como debe serlo una manada. Todo lo que deje dormir tu lucidez es bueno socialmente, cualquier cosa que amenace con despertarla debe ser ridiculizada, sofocada, suprimida”.
Pues eso. Ya llegamos: ¡Ovejitas, al corral! ¡A Universo-25!
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