Las aguas del Olvido y de la Memoria

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Dentro de ese cuerpo material depredatorio que somos los humanos, hay un material invisible: a) pensamientos racionales para tomar decisiones dinámicas sobre el cuerpo y los objetos dominables por el cuerpo, y b) emociones, cuya existencia modela nuestro comportamiento con pulsiones que nos hacen ordenarnos y moralizarnos. Pues bien, imaginemos que las emociones y la razón son dos substancias inmateriales que también son devoradas por otros seres que se sitúan por encima del humano en la escala depredatoria. Las emociones equivalen, para esos seres depredatorios que están por encima del nivel humano, al néctar que liban las abejas de sus subsecuentes seres de nivel inferior: las plantas. Es una forma metafórica de ver el mundo como cuando hablamos de que un virus (un ser orgánico) entra en un ordenador (un ser inorgánico): solo es metáfora, pero no podemos escapar de ella para entender el Mundo.


Y los arquetipos son las reglas que han establecido a lo largo de la existencia de la humanidad los depredadores de la conciencia, son la substanciación inevitable, colectiva, de esquemas de comportamiento inconscientes, como programas de software que se incorporan a los individuos para generar un comportamiento preestablecido. Y esos depredadores conviven en colonias, como nosotros lo hacemos en pueblos y ciudades, conviven en lugares invisibles, y lo son de todo tipo de características, desde los que se adhieren parasitariamente a nuestras almas, hasta seres de contenido muy complejo, y que llegamos a percibir como dioses, y como tal se manifiestan, teniéndonos dominados a través del habla, de la razón y de las emociones. Esa es la metáfora, pero ahora vayamos al arquetipo. 


El ordenamiento religioso del conjunto conciencial que somos los humanos es el plan, un plan que equivale, más que metafóricamente, a la consecución de una inmensa granja en la que los humanos proveemos emociones, las cuáles en su estado más primario, surgen de la sangre y el sacrificio, vinculados sobre todo a la culpa como emoción más prosaica a través de la cual el dominio sobre el humanero es casi total. La base de las religiones es la culpa y, a través de ella surge la sumisión y se conforma todo tipo de sangrerío, en provecho de los dioses, esos depredadores superiores a nosotros cuya barriga invisible exige emociones sin parar. Pues bien, si todo este engranaje, cuya descripción probatoria está por hacer, incorpora un mecanismo como la reencarnación, valiéndose de ciertos comportamientos del mundo de lo inmaterial e invisible que todavía no llegamos a comprender del todo, en ese caso tendríamos un añadido más: las almas navegan en el tiempo, transmigran de un cuerpo a otro tras sufrir una muerte y mantenerse en el bardo, vuelven a entrar limpias de memoria y empiezan un nuevo ciclo de vitalidad que produce emociones "ad maiorem gloriam" de los depredadores superiores al humano, de esos dioses que han repartido las religiones por el planeta Tierra, y que con esa estructura existencial tienen garantizado que los seres humanos (entre otros) viven, producen el néctar emocional que les interesa y alimenta a sus dueños depredadores, y cuando envejecen y mueren, pasan por un proceso de limpieza y olvido, para retornar otra vez a ocupar una nueva vida que se irá llenando de traumas emotivos que generarán nuevo alimento.



Gustavo Doré río Lethe

Gustavo Doré: Las almas se lavan de sus recuerdos en el río Lete, Λήθη, del Olvido.

Platón, al final de "La República", narra el mito de Er: 

los muertos llegan a la Llanura del Lete, o del Olvido.



La sospecha de lo anterior cuenta con dos observaciones: a) Aquellos seres humanos que, de alguna manera, han llegado más allá de las emociones y el pensamiento, a la clara luz fundamental, siempre han hablado de salir de la rueda de las reencarnaciones, del samsara, y escapar; y b) Si fuera el caso que existiera un número finito de almas, almas que pudieran ser el material generador de emociones y pensamientos para disfrute de los depredadores superiores, habría que aprovecharlas de nuevo, de forma que cuando salen por muerte, luego han de volver para seguir produciendo sufrimiento o emociones cuya substancia devorarán los depredadores superiores. Si esa fuera la estructura funcional del universo local, visto no sólo desde una dimensión material, sino desde una dimensión de la substancia conciencial, es interesante el estudio divulgado en las Primeras Jornadas de Estudios Orientales, del 21 de Diciembre de 2004, en la Escuela de Estudios Orientales, de la Universidad del Salvador, en Buenos Aires, Argentina, donde la Licenciada Ana Silvia Karacic hizo una propuesta que tituló “Las Aguas del Olvido y las Aguas de la Memoria”. Dice la Licenciada Karacic que resulta relevante el imaginario escatológico de una primera rama indoeuropea, tal vez la hitita, hace unos cinco milenios, a la que le habrían seguido las restantes ramas que luego llegarían a cristalizarse en las etnias conocidas como iliria, daco-tracia, griega, latina, indoirania, tocaria, germana, celta, eslava, balta y armenia. La descripción del mitologema estudiado por parte de la licenciada Karacic es la que sigue: “Después de la muerte, el alma se dirige al Otro Mundo, un Más Allá de diferentes características según la rama en cuestión. Encuentra un primer cuerpo de agua (por lo general es un río, que vamos a llamar Aguas del Olvido) y que el alma se ve obligada a cruzar (aparecen ciertas variantes aquí, se lo puede cruzar caminando o a nado, como el caso escandinavo), en barco, atravesando un puente (el Gjallarbrú, también de la mitología escandinava), mentalmente (caso indio en que se atraviesa el río Vijara). En ese cruce, el alma es lavada o despojada de los recuerdos pertenecientes a su vida previa. Éstos no se pierden sino que son llevados por esas mismas aguas hacia un segundo cuerpo de agua (generalmente un manantial, es un cuerpo de agua menor, que llamaremos Aguas de la Memoria), en donde fluyen los recuerdos, tanto propios como de todos aquellos seres que han fallecido. Éstos emergen a la superficie en forma de burbujas (hay aquí algunas variantes). En algunas ramas indoeuropeas, no en todas, a los individuos que están destinados a reencarnar, se les concede el don de beber de este segundo cuerpo de agua y recuperar no sólo sus propios recuerdos sino también los de los ancestros, para alcanzar así, un grado de sabiduría suprema”. 


En fin, el inconsciente de los pueblos está plagado de la sospecha de que hay un eterno retorno existencial que pasa por ciclos de Olvido en los trances de muerte. Pero detrás de ello hay una inmensa maraña de secretos y misterios apenas concebibles por el pensamiento humano.

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