FILOSOFÍA Y UNIVERSIDAD EN ESPAÑA
Los datos estadísticos entregados por el INE, han dicho que, en 2017, se publicaron 1.612 títulos de filosofía, siendo que, en 2011, fueron publicados 4.291 libros. Ello significa una bajada, en seis años, del 62,4%. Hay que decir que la política y la religión son dos disciplinas que se comportan igual. Pero concentrémonos en la filosofía. Si algo tiene de indicativo esta disciplina es que muestra la cara de la sociedad en la que pervive, y en ese caso, pueden ser hasta muchos los títulos publicados. La sociedad española está enferma de aburrimiento y sus filósofos lo representan a la perfección. Intentemos ir de la anécdota a lo general.
Hace apenas tres años que Javier Sádaba, Antonio Escohotado y yo mismo, dimos sendas conferencias sobre Filosofía y Comercio en un Encuentro en la Casa Museo Pérez Galdós. A Sádaba le presenté, luego, su libro sobre “Ética erótica” en el paraninfo de la ULPGC. El planteamiento de Sádaba hacía un recorrido por lo que podríamos llamar ética comportamental, y en algunos capítulos proponía que el suicidio era una solución y, aunque lo decía en tanto interés por quitar todos los límites posibles a las prohibiciones mojigatas de la sociedad, un conocido intelectual entre el público se levantó indignado y amenazador, le señaló con el dedo acusativo, y le dijo “¿Qué hace usted ahí, entonces? ¡Suicídese!”. Todavía recuerdo a Javier Sádaba diciéndome por lo bajo que nos fuéramos, como si el ambiente se hubiera puesto, en cierto modo hostil, al no ser aplaudida la autolisis como solución existencial si no era él mismo el que la llevaba a la “praxis”. Comparo este incidente a cuando Unamuno dijo alguna bobería en medio del fragor previo a la batalla de la Guerra de España, y se atribuye a Milán Astray la célebre frase “Cuando oigo la palabra cultura pongo mi mano en la pistola”, expresión por cierto descontextualizada con la intención de poner a Unamuno como sabio y a los oponentes como ignorantes, lo cual, se ha conocido posteriormente una vez la memoria histórica va completándose, fue bien distinto.
Pero los hechos deícticos y amenazantes son los que vienen a señalar que el caldo de cultivo empieza a hervir. Yo mismo he sufrido en carne propia, por boca de otro filósofo, la comparación de que debería ser encarcelado por mis peligrosas ideas, como lo son los neonazis por alzar el brazo en Alemania. Estas son las anécdotas, y las hay para todos los gustos, pues con Gianni Vattimo, Noam Chomsky, Michel Onfray, o hasta Juergen Habermas, tenemos jaleo filosófico-político para rato, por sus curiosas tendencias, no al uso de la pistola, como Astray, sino a la defensa de los pistoleros, si estos son de extrema izquierda. Pues ése es el problema de la Filosofía en la universidad.
El hispanista Eric Graf, autor de “De reyes a lobos”, lo expresa con precisión cuando dice: “En las últimas décadas, a medida que sus ideas eran puestas en evidencia en el terreno práctico, los intelectuales de izquierdas y de extrema izquierda se han refugiado en la universidad. El sesgo socialista de la enseñanza superior estadounidense es evidente. Es el foco emisor de la tiranía de lo políticamente correcto, cuando lo que cabría esperar de la academia es que fuera la primera en crear espacios de pluralidad y debate”.
Los doctores Luis Alegre y Carlos Fernández Liria,
de la Universidad Complutense, en 2010,
recibiendo de Nicolás Maduro el Premio Libertador,
otorgado por el Gobierno chavista, de 150.000 euros,
por su libro ‘"El orden de El Capital. Por qué seguir leyendo a Marx"
En un reciente seminario de investigación del filósofo podemita Carlos Fernández Liria, en la Universidad Complutense, se estudió el problema de la enseñanza en la Universidad española. En él pontificó acerca de lo dañino de la pedagogía frente a la filosofía, y alardeó de su lucha personal contra el plan Bolonia, dado que desde que se instauró, lo que se consiguió en toda Europa fue que la empresa entrara en la Universidad para aprovechar a sus investigadores a fin de, con dinero público, lucrarse con las patentes, y éstas luego ser explotadas por el capitalismo. Fernández Liria quiere una Universidad impoluta, no contaminada por el capital, a fin de poder emitir pensamiento sin sesgos. Hasta aquí, bien, pero luego ocupan el pensamiento los ingenieros sociales, y llegamos a algo peor, asfixiante, y falso. En su discurso, Fernández Liria y colega, traen a colación a Edmund Husserl en el parágrafo 4 de “Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die transzendentale Phänomenologie” (1936), titulado “El fracaso de la nueva ciencia, inicialmente exitosa, y el motivo no aclarado de su fracaso”, donde dice el fenomenólogo: “Si la nueva humanidad, animada y favorecida por aquel espíritu superior, no persistió, eso sólo pudo suceder porque perdió la potente creencia en una filosofía universal, en su ideal y en el alcance de un nuevo método. Y efectivamente ocurrió así. Quedó demostrado que ese método sólo en las ciencias positivas era fecundo, con éxitos indiscutibles”. Esa invasión del positivismo mató a los filósofos como conductores del “Thaumathein”. Después de esto llega Heidegger, que acota un campo específico a salvo de cualquier positivismo, y ahí, entre existencialismos, realismos, y momentos débiles como los del postmodernismo, superados con nueva fuerza neoexistencial y neorrealista, estamos.
Pero un veneno se extendió por el pensamiento puro, y fue el que postró al pensamiento supliendo a los antiguos señores, como los reyes y emperadores, a los que se dedicaban los libros filosóficos (Por ejemplo, al estilo de Kant con “A su excelencia, el real ministro del Estado, Barón de Zedlitz”), supliéndolos, repetimos, por ese ente denominado Pueblo, del que todos quieren ser salvadores. Es ahí, pues, cuando la filosofía se convierte en una decisión acerca de la gestión del gobierno, algo así como si lo importante en una casa fueran la cocina y el baño, no el salón ni la alcoba, y así ha quedado convertido el mundo del pensamiento, no en un erial, sino en un inmenso baño con las tuberías atascadas.
La filosofía se ha convertido en una especie de estudio de los estatutos de las comunidades de propietarios, así como la religión pasó de los misterios de la fe a la ayuda a los pobres. Errores fatales, que han demeritado el conocimiento a una mera gestión de lo material, olvidando la transcendencia. Y para ese viaje hay mejores alforjas, mejores disciplinas, como la economía o la política, y por eso es por lo que los filósofos, especialmente los españoles, convertidos, ya no solo en seres aburridos que no dicen nada nuevo sino repasan a los ya periclitados, han quedado en la autoría de apenas mil ejemplares por año, pues han escogido la tarea de emplearse en la liberación del pueblo a través de la gestión de quitar a unos para repartir entre otros y, además, con el lenguaje cobarde de lo políticamente correcto. Un erial, unwatercloset. Nada, por lo demás, que no tenga solución
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