Importunaba aquel ruido, no ensordecedor, pero sí continuo, de insectillos siempre invisibles y de los que el dueño del coche Skoda que tomé en alquiler, me había explicado, con una sonrisa martirizante, que se trataba de las originales del cuento en el que la hormiga trabajaba en verano, en tanto que la cigarra se empleaba en tocar la guitarra, y así terminaba ocurriendo, al llegar el invierno, que las hormigas sobrevivían, y las cigarras y sus cantares estivales desaparecían. Cuando la Dama del Tibor me llevó a Sitía, y nos vimos libres del chirriar de las cigarras del estío, un vacío inundó mi cabeza por dentro.
El 90% de aquellos que penetran el quinto velo, no serán capaces de romper el sexto”. El sexto velo, si se llega, lo es por aquellos que: “se encontrarán en un mundo de… seres que parecen sacados de cuentos de ficción y literatura infantil, y que son la fuerza real detrás de las sociedades secretas y los que dictan las órdenes a las mismas.
“La Ley de la Muerte”, es el título de un jugoso artículo de Bartolo Luque, físico y profesor de matemáticas en la Universidad Politécnica de Madrid, en el número de noviembre de 2021 de la revista “Investigación y Ciencia”, donde explica varios aspectos de la ley de Benjamin Gompertz, que determinó una tasa de mortalidad en función del envejecimiento, mortalidad que obedece inextricablemente a una multiplicación por dos de la probabilidad de morir: cada ocho años se duplica, entre los humanos, la probabilidad de morir.
En ese entorno geo-histórico es en el que se cumple que “la poesía en Canarias de las décadas de los 70 y 80 vino de la mano de la música, sobre todo el rock y el jazz”. En lo más temprano de esa época yo transitaba la revolución cultural “que encuentra en el orientalismo uno de los escalones para ascender a una supuesta liberación individual, social, cultural, sexual, política”, con el interés de disolver las cadenas que ataban al individuo, siendo que así surgió el movimiento hippie, que derribó los mandatos monogámicos, y propuso el amor y no la guerra, en el relato del poeta Arroyo. Si echamos un vistazo a ese caldo de cultivo en la universidad canaria, las penas y alegrías del joven Tazarte marcan el vacío lisérgico de las noches y la baquicidad nietzscheana frente a unos sentidos intensos de percepción, des-aherrojándose de las represiones culturales de una España recién llegada a la libertad y al libertinaje, que para este caso son lo mismo, y que provocaba en los seres poetas que se enfrentaban a esa explosión de psicodelia y experimentaciones religiosas novedosas (no olvidemos que los chinos comunistas invadieron Tibet en los años 50 del siglo XX, y toda la sabiduría budista de las montañas se esparció por el planeta). Jim Morrison era un símbolo, y en Canarias lo fueron Carlos Ramos o Félix Francisco Casanova, todos ellos occisos por autolisis, y los cuales rondaban por innumerables sitios buscando romper los límites de la mente, ya que en la consuetudinaria polis se había conseguido la libertad. Sigo estando de acuerdo con el poeta Arroyo cuando alude a la visión del filósofo chileno Martín Hoppenhayn, discípulo de Gilles Deleuze, quien habla en su “Crítica de la razón irónica” de que Morrison y la música de ese tiempo funde lo pagano y lo ilustrado, el iluminismo de izquierda y la iluminación dionisíaca.
Como símbolo del calentamiento global político tenemos a una Greta Thunberg, con aspecto de la niña de la curva, que se dedica a amedrentar a los que no comulgan del todo con ese calentamiento global político. Pasemos del análisis de los enormes y graves problemas ecológicos que empiezan a producirse con la generación de vehículos eléctricos para todo el planeta, del enorme e incontestable destrozo que se hace con tanta pila de litio, por no hablar del resto de los componentes de metales raros, plásticos y aluminios que se utilizan sin tino, provocando desastres sociales en las comunidades que tienen que soportar la explotación de esos productos, por no hablar de los utilizados en las huertas solares o los campos eólicos, todos contaminadores y ultracontaminadores, excepto para el CO2, el único mal señalado por la niña de la curva, Greta, la líder simbólica que impone el decálogo político, incluido su horror hacia el que ose pedir discusiones abiertas entre ingenieros que contrasten sus respectivas tesis, pues hay que “creer” en la ciencia, y la ciencia es su ciencia oficial, con sello ministerial y todo.
Por eso un filósofo fascista se interesa por el fútbol, otro de izquierdas considera la metáfora del fútbol, y otro comunista, a la hora del sexo, se convierte en furibundamente antimaoísta y recontrafeminista si se trata de considerar que los pies femeninos no son atrayentes.
Lo que hacen es tapar el ingente gasto energético con propaganda, para cumplir con los principios ecológicos de las Greenpeace y demás oenegés del coche eléctrico, alimentando así un gigantesco negocio más contaminante si cabe que el que ya estaba en marcha. Gibbs-Moore comienzan entonces a analizar los costos contaminantes de los parques eólicos y de placas solares construidos al albur de ese nuevo negocio, así como el origen de los biocombustibles o el hidrógeno, y siempre encuentran la base en una energía original que es la fósil. Resulta interesante y aplastante en el filme la aparición del investigador Ozzie Zehner, autor de “Green Illusions”, y que advierte de que se dice que los paneles solares se fabrican con arena, pero muestra que al final se usa cuarzo extraído y carbón de muy alta calidad, que se funden a 1000 grados, y entonces se precisa de más carbón para la mezcla, desechándose altísimas cantidades de dióxido carbónico, para finalmente obtener los metales siliconados.
Se le dijo que lo iban a exhibir públicamente, pero James Bond se desfiguró cortándose el cuero cabelludo y sangrando abundantemente, para dar la impresión pública de que estaba torturado y convertirse en inútil para la propaganda del Vietcong.
En primer lugar, debemos reconocer la crisis de la pandemia como lo que es: parte de una crisis global de nuestro modo de vida, desde la ecología hasta los nuevos problemas sociales”.Y Žižek termina el razonamiento: “Nuestra gran ventaja es que sabemos lo mucho que no sabemos, y es precisamente este conocimiento de nuestro no-saber lo que nos abre un espacio de libertad”.
Un espejismo que está alimentado, de un lado, por el trasfondo judeo-cristiano del que nace la propuesta marxista, y de otro lado por la naturaleza ovejuna y abejuna de la humanidad. Estos enfoques éticos, repetimos, nacen de ese miasma de origen judeocristiano, conglomerado de culpa y pecado original, que está en la base del pensamiento occidental, al cual se le ha quitado su divinidad, pero sigue siendo una religión, la del socialismo, desprovista de las virtudes propias de la humildad, la compasión, la piedad, y la igualdad, y sustituidas por un veterotestamentario odio de clases, una vuelta atrás al diente por diente. Stiegler se empeñó, sobre todo, en abordar el tema de la técnica, no desde un enfoque heideggeriano, sino más francés.