Y ahí duele, pues Limiñana “dixit”: “contrariamente a lo que piensa Perdomo Betancor, no implica aceptar sin más la defensa de la meritocracia que, en el fondo, no es sino una justificación de las desigualdades sociales y, en última instancia, de los privilegios de las clases más favorecidas”.
Ahora se ha introducido en ese Leviatán el lenguaje inclusivo y, a través del comisariado político de la Igualdad, también una serie de ordenamientos sexuales, trans, LGTBi-etcétera, que ahorman cualquier conducta, ya no atinente a los sujetos protegidos, sino a la libre expresión de terceros, en ese ánimo de legislar todo, cual si los ciudadanos fueran robots sometidos a un trayecto determinado en sus formas de actuar y expresarse, hasta ahora guiadas por el sentido común natural. La ideología comunitarista, socialista, es como una religión que vela por el bien común aplastando el bien de los individuos. Por ejemplo, en un gobierno socialista como el de Nueva Zelanda, dirigido por Jacinda Ardern, ya se ha puesto en marcha el plan “Smokefree 2025”, año a partir del cual se prohibirá la venta de cigarrillos a todo nacido después de 2004, en un acto más de decir qué hacer y cómo vivir a los ciudadanos. Los efectos de estas leyes antinatura, legisladas por los enemigos de la libertad, hacen que éstas se intenten bordear, y así tenemos, desde hace ya años, casos como el de México, que tiene cuotas para el nombramiento y elección de diputados transgénero, de forma que, en 2018, en Oaxaca, el Instituto Electoral del Estado canceló provisionalmente las candidaturas de 17 hombres que se hacían pasar por mujeres transgénero a fin de poder entrar en la competición política.
Al ser considerada la estadística una ciencia social, también resultó atacada, y se declararon falsas oficialmente las leyes de los grandes números y la desviación estándar. En España todo es mucho más cutre, cuando el gobierno socialista pretende dictar lo que ha de ser la historia y dar rienda suelta a admitir que arte es el insulto de sus delincuentes y malandros protegidos, de forma nos vemos ante monumentales incoherencias como la del reciente chiste según el cual podemos insultar gravemente y amenazar, pero no se puede decir un piropo a una mujer, porque lo primero es libertad de expresión y lo segundo un delito punible. El 26 de diciembre de 1966 el presidente chino Mao Tse Tung, en su 73 cumpleaños, deseaba: “¡Por el nacimiento de una guerra civil por todo el país!”, una nueva declaración de guerra a los burgueses, todos con el Libro Rojo de Mao luchando contra “Las Cuatro Antiguallas”, el pensamiento, la cultura, la educación y las costumbres tradicionales, se emplearon en destrozar obras milenarias de inmenso valor, de forma parecida a la que en España se ha comenzado a hacer con El Valle y los restos de una historia casi olvidada que va para un siglo.
Llegamos casi a las manos por la diferencia de criterios, provocada la situación sobre todo por mi intransigencia absoluta para con lo políticamente correcto, y para con el dolor de los ofendiditos y de la industria del victimismo, como en estos casos en los que los pseudoartistas himplan y reblan con éxito por el exclusivo hecho de que insultan a las fuerzas del orden, a las víctimas del terrorismo y a la monarquía, cosa muy fácil de hacer al contrario. El rebuznante Hasel, por ejemplo, ha dicho: “no me da pena tu tiro en la nuca, pepero”, “que alguien clave un piolet en la cabeza de José Bono” o “donde muchos comunistas ni conocen a los Grapo, yo sí respeto a quien más de un cerdo mató”, “Ojalá vuelvan los Grapo”, o “merece que explote el coche de Patxi López”, lo que es fácil tornar a la inversa: donde dice pepero poner comunista, donde dice José Bono poner Echenique o Iglesias, donde dice Grapo poner Gal, o donde dice Patxi López poner Pablo Hasel.
La sensación de indefensión es máxima y es seguida del ataque insultante y aleccionador por los Poncios, denominando racistas y xenófobos a los damnificados y víctimas (palabras simbólicas que utiliza goebbelianamente la táctica izquierdista y schmittiana de culpabilizar a los colectivos, a fin de disponer de bula). Todo esto mientras esa burguesía roja disfruta del solaz de los palacios de gobierno de los que se han apoderado, mientras vemos al alcalde, rodeado de policías, en la misma playa en la que, cuando él no está con su Guardia de Corps, se producen las agresiones y violaciones que luego son desmentidas por una estadística desequilibrada, falsa y ladinamente expuesta (por ejemplo, 45 delitos contra la población son nada, pero los mismos delitos por violencia de género en la misma población y tiempo, sí que son motivo de gravísima alarma). Evidentemente, la verdadera y constatada alarma social que viven los canarios en todos los barrios ha producido un rechazo de los habitantes y vecinos que, además de no creer a estos Poncios, se ven representados y defendidos más por aquellos habitantes de barrios tildados de xenófobos y racistas, que por los alguaciles del orden que los han abandonado a su suerte, vecinos a los que mienten y engañan con la vileza de una banda de políticos vagos viciados por el ejercicio del chantaje y la ocultación de la verdad. Pero este relato, casi cotidiano y localista, sólo va para recordar al Abate Mably.
Es por eso que, en la época en la que en un EEUU lleno de resabios minoritarios, pasó tal exigencia a formar parte del batiburrillo de lo “políticamente correcto” o “progresista”, más o menos los años ochenta del siglo XX, tomadas las universidades por ese agitprop en el que todo lo minoritario o discapaz se convirtió en objeto de culto académico, se redescubrió, cómo no, el “We Can Do It!” como icono femenino de una trabajadora fuerte produciendo en tiempos de guerra. De ahí se pasó a casi logo del feminismo y, en 2008, se incorporó a la campaña de varios políticos norteamericanos, y en especial de la de Barack Obama, quien usó el eslogan “Yes We Can”, traducido “Sí, se puede”, aprovechando la publicación de esa canción en Youtube, dirigida música y video por el hijo de Bob Dylan.
Hay muchas más frases calvinas, como “yo he sido cocinera antes que fraila”, graciosa, o “el español está lleno de anglicanismos”, confundiendo indoctamente el anglicismo con el anglicanismo, o “me gusta madrugar para poder pasar más rato en el baño: allí leo el periódico, oigo la radio, oigo música y hablo por teléfono con alcaldes en bragas”, frase baturra en la que no se reconoce si las bragas eran las de ella o las de los o las alcaldes, o “estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie”, grandiosa y freudiana, o “el Rocío es la explosión de la primavera en el Mediterráneo”, para un cero en geografía, cuando Huelva está frente al Atlántico, o “deseo que la Unesco legisle para todos los planetas”, también emulada por Leire Pajín con las “conjunciones planetarias”… en fin, Carmen Calvo se doctoró en Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba.
Las antiguas cuitas a las que alude Ernesto Castro quedan obsoletas ante el panorama “paralelo”, en el espacio virtual, que nos ha invadido, y ha convertido a los museos en meras entradas a mundos más gigantescos donde se almacena y recrea la memoria total.En cuanto al aspecto político, de provocación social, Ernesto Castro también contempla el cansancio del panorama: “quisiera subrayar, en relación con el lema del 15M, «No nos representan», la escasa participación de los artistas en las movilizaciones de los últimos años en España, más aun teniendo en cuenta la lata que suelen dar en los másteres de gestión cultural, en los catálogos de exposiciones y en las ruedas de prensa del director del Museo Nacional Reina Sofía, perorando acerca de Alain Badiou, Jacques Rancière, Slavoj Žižek, Antoni Negri, Ernesto Laclau, Chantal Mouffe y tantos otros que nos están pidiendo de rodillas que, por favor, salgamos a manifestarnos a la calle… Ni por esas se ha conseguido que las artes plásticas sean útiles para la lucha social.
Robespierre quiere implantar la fiesta del Ser Supremo, para suplantar a la Iglesia, así como llegar a acuerdos con Inglaterra, y los diputados de la Asamblea sospechan y terminan guillotinándolo a él, a mediados de 1794, acabándose el Gran Terror. Empero, ¡Ajajá!, tras esto sobrevino un emperador, Napoleón, que entró con el golpe de Estado del 18 de Brumario, primer cónsul de la República el 11 de noviembre de 1799, vitalicio el 2 de agosto de 1802, emperador el 18 de mayo de 1804, hasta que, tras su caída en diez años, se restauró la monarquía con Luis XVIII, y con ello el regreso de una nueva etapa de Terror, que liquidó a revolucionarios y napoleonistas. Durante el primer Gran Terror se confiscaron tierras, se abolió la esclavitud, se obligó al tuteo, se suprimieron privilegios a los primogénitos, se censó a los indigentes y se les creó una atención pública, se suprimieron las congregaciones, se estableció la enseñanza obligatoria, se creó un calendario republicano, el decreto del 7 de mayo de 1794 instauró la fiesta de la Razón y la fiesta del Ser Supremo, y se proclamó la inmortalidad del alma (Robespierre, 1794), se desacralizaron miles de Iglesias convirtiéndolas en almacenes o Templos de la Razón.
HAL, ya “curado” de su “bucle”, se sacrifica por la tripulación humana, y en el momento en el que se destruye consiguen convertirlo en un ser no corporal, de forma que el astronauta Dave Bowman tiene un compañero incorpóreo.Aspecto del computador HAL9000, en "2001, Odisea en el Espacio", de Kubrik La saga avanza en “2061: Odisea tres”, de forma que HAL y Dave Bowman están conviviendo juntos en un monolito en la luna jupiterina Europa.