Los enemigos de la libertad

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A finales de junio falleció Donald Rumsfeld, dos veces Secretario de Defensa de EEUU, y artífice de las guerras con trampa posteriores al 11 de septiembre del 2001. Rumsfeld era uno de los denominados halcones ultraliberales. El epíteto ultraliberal, con el que se intenta buscar un sinónimo para capitalismo salvaje, etimológicamente equivale a decir ultra partidario de la libertad. Las cosas se han puesto en el relato occidental de tal manera que, parece ser, el siglo XX será el último en el que la libertad sea un bien deseable. 


La revolución francesa, en 1789, copropietaria en su origen de masivas decapitaciones jacobinas de monarcas y monárquicos, cuya guillotina es frecuentemente citada por los enemigos de la libertad, libró la batalla por tres eslóganes, tres valores: Igualdad, Fraternidad y Libertad. La Libertad va camino a ser denostada, la Fraternidad se concibe como la camaradería del “Tovarich” bolchevique, y la Igualdad es la ganadora de este triunvirato natural deseado por los humanos. Resumiéndolo todo en román paladino, si estuviéramos en la época de la esclavitud, lo interesante sería, no la libertad del esclavo, sino el que todos seamos igual de esclavos. 


Esto se advera en la continua literatura pseudofilosófica que, por doquier, maligniza el mérito. El mérito es desigualitario. Es más importante ser igual que tener mérito por conseguir una meta. Quienes comienzan a defender esta moda imposible, nutrida de la envidia de los que no han tenido mérito, empiezan a ser legión. Ciertamente, lo que hacen es luchar contra lo único evidente en la selección natural, sí, natural, donde siempre, desde el origen del mundo, gana el más fuerte, o el más eficiente. Porque estamos en un mundo de ganar o perder. 


No anula esta teoría a la de la igualdad, dado que la igualdad, empujada por el odio y la envidia, de forma naturalísima siempre empuja al perdedor a mirar con sospecha al ganador e intenta arrebatarle lo ganado. Sencillamente, una vez más, gana el más poderoso, y en este caso el pensamiento igualitario lo es, porque nos acercamos a una nueva era en la que un ser superior, leviatánico, el ser social, lleva camino de anular la libertad y el mérito, que empecen a la capacidad de vigilancia omnímoda sobre los individuos, a los que conviene convertir en meros organismos con cuota de libertad local que les garantice disfrutar un poco a cambio de obedecer como corderitos los mandatos del ser global. Hemos llegado a la globalización de la estupidez (el lenguaje inclusivo, el derribo de estatuas históricas, la promulgación de leyes que ordenan lo que es historia o lo que no lo es, la prohibición universitaria de la cultura clásica, la cultura de la cancelación… etcétera). 


Teniendo lugar planetariamente esta conjura de los necios, resulta interesante constatar la opinión filosófica de un filósofo representante de esta izquierda del Camarote de los Hermanos Marx. Me refiero a Slavoj Žižek, quien hizo un obituario al ultraliberal Donald Rumsfeld (publicado en la revista alemana “Philosophie”), en el que lo tilda de político desastroso, pero también de filósofo aficionado “cuyo pensamiento nos ayuda a entender mejor las pandemias y la crisis climática”. En efecto, Žižek se pregunta por el desastre de Irak: “¿Cómo puede explicarse un error de cálculo tan colosal? Aquí es donde entra la filosofía”. Y clava una frase de Rumsfield que dice: “Hay conocimientos conocidos. Son cosas que sabemos que sabemos. Hay desconocimientos conocidos. Es decir, hay cosas que sabemos que no sabemos. Pero también hay incógnitas. Son cosas que no sabemos que no sabemos". Pero Žižek dice que Rumsfeld olvidó una crucial cuarta categoría: “el conocimiento desconocido (unknown knows), las cosas que no sabemos que sabemos - que se corresponde bastante con el inconsciente freudiano”. El filósofo eslavo, basándose en Rumsfeld, cambia de tercio y va a por la pandemia: “Esta distinción entre incógnitas y conocimientos desconocidos es hoy más pertinente que nunca. En el ámbito de la ecología, son nuestras suposiciones y creencias negadas las que nos impiden tomar realmente en serio la catástrofe que se avecina. Y sin la ayuda de la epistemología de Rumsfeld, tampoco podemos entender la reacción generalizada a la pandemia en curso”. Así que “no es sólo que no sepamos lo que ocurre, sino que sabemos que no lo sabemos”,  y ¿quien aparece en este mare magnum ahora? ¡Greta!: “No es un secreto lo que hay que hacer ahora: Greta Thunberg ya lo ha dejado claro. En primer lugar, debemos reconocer la crisis de la pandemia como lo que es: parte de una crisis global de nuestro modo de vida, desde la ecología hasta los nuevos problemas sociales”.


Y Žižek termina el razonamiento: “Nuestra gran ventaja es que sabemos lo mucho que no sabemos, y es precisamente este conocimiento de nuestro no-saber lo que nos abre un espacio de libertad”. Y es así que nos encontramos, filosóficamente, con la libertad de actuar, menos mal, pero sabiendo que no sabemos, lo que es como decir que los burros, que están en la misma situación, vienen actuando igual de filosóficamente hace milenios, y por eso son burros. Burros, más que burros, y en consecuencia filosófica “zizequiana”, en España estamos en el camino perfecto, porque quienes gobiernan constituyen egregios ejemplos mínimos de burricie igualitaria: un presidente copión, una catedrática que estima que el mérito no vale para pasar de curso, un ministro de cultura atascado varios años en primero de química, una secretaria del partido gobernante que es analfabeta funcional, y una vicepresidente catedrática de derecho constitucional que nos aseguró a los ciudadanos que el virus del covid se extendía por una línea recta geográfica: “No me había dado cuenta de que Nueva York, Madrid, Teherán y Pekín están casi en línea recta. No exactamente, pero casi en línea, en horizontal. Y son tres de las grandes ciudades donde se ha dado un problemón del demonio. Yo no me había dado cuenta nunca. La verdad es que a veces los mapas los tiene uno en la cabeza y los tiene mal”. 


Salvados estamos, pues, la igualdad en ignorancia queda demostrada, y nos gobiernan los necios, lo que asegura que el mérito está ya neutralizado.

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