El desprincesamiento

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He leído la obra completa de Carl Gustav Jung, incluido su póstumo “Libro Rojo”, denostado hoy día como no científico en casi todas las facultades de psicología. Y digo que he leído toda la obra de Jung para justificar que los arquetipos existen, y el del príncipe azul y la princesa son arquetipos, o sea, tipos psicológicos que perviven en el inconsciente colectivo.


Empero para los nuevos sabuesos del anti-pensamiento esto no es científico, sin embargo, bien que se cuidan de ir en contra de ello, a través de talleres de desprincesamiento. Veamos un ejemplo de taller para el desprincesamiento: “La imposición de un canon de belleza imposible, la construcción de una idea de amor romántico que nos hace desiguales, la visión de la soltería como un estado carencial, la subordinación de nuestros deseos a los de las otras personas, la falta de reconocimiento a nuestro trabajo en casa y en el mercado... son cuestiones que nos perpetúan como eternas pasivas, que continúan poniéndonos dificultades para decidir sobre la vida que queremos llevar”.


Todo el mecanismo psicológico, casi mítico, que se ha introducido, incluso, en las obras de ciencia ficción de Isaac Asimov, es considerado como culpable de dificultades para llevar una vida. Al parecer, si alguien no quiere ser princesa o príncipe, y tales relatos míticos le provocan dificultades vitales, en vez de arreglárselas quien ha sufrido la dificultad como hasta ahora se ha hecho durante miles de años, lo que se propone es prohibir el mito. Muerto el perro se acabó la rabia. El mismo principio por el cual si un ciudadano no quiere trabajar, no se le impelirá a que lo haga, sino que se le dará un subsidio.


Por eso es que siguen así: “trabajamos cómo afectan estás dinámicas a nuestra vivencia de lo que significa ser mujeres y planteamos herramientas para que cada cual tenga la libertad de ser la mujer que quiera ser”. Dinamizados por la correspondiente asociación subvencionada por el estado, podemos imaginar la clase de mujeres de plástico que nos va a entregar esa enseñanza. Este taller en concreto lucha contra “el ideal de belleza que se nos impone a las mujeres”, contra “las consecuencias personales y sociales de la imposibilidad de alcanzarlo”, contra “la construcción sociocultural del amor romántico, que nos hace entender la complementariedad como excusa para la desigualdad”, contra “la incapacidad que se nos ha impuesto para reconocer y satisfacer nuestros propios deseos, en contraposición con la tendencia a adelantarnos a la satisfacción de los deseos ajenos”. El equipo se denomina “Faktoría Lila”, donde la “k” es una muestra más de revolución contra el orden establecido. Faktoría Lila cree que “los cambios individuales son el primer paso para las revoluciones colectivas”. Ahí está la madre de la baifa, o en román paladino: este es el “quid” de la cuestión. 


El interés de luchar contra la forma heredada de desear y conseguir es legítimo, y es obligatorio para todo individuo que se levante contra el estado. Pero estos terminan donde siempre, en darle al estado el caudillaje, en la revolución colectiva, para entregar a sus elites el mando en plaza y, de paso, ahormar no solo a los acomplejados, sino a los que no tienen complejos, porque todos deben ser sometidos a ese calor único que proporciona la corriente de hez. 


Faktoría Lila está formada por Ainhoa, Irantzu, Esti, Arkaitz, Lidia y María, que se autodefinen con el “curriculum vitae” de feminista, (de)formadoras en talleres sobre igualdad, amor romántico, liderazgo y comunicación y en proceso de desprincesamiento, organizadoras desorganizadas, enamoradas, pero desprincesadas, siendo el hombre, Arkaitz, feminista, un hombre en deconstrucción, amo de casa, (re)formador en talleres sobre igualdad, feminismos, amor romántico, nuevas masculinidades, y en proceso de desteñido del azul príncipe.... 


Evidentemente que esta revolución interna de los arquetipos funcionará, y más en una sociedad que ya no es la victoriana, pues los arquetipos evolucionan. Pero no es contra el mazo de la desigualdad causada por el heteropatriarcado con lo que se conseguirá quitar las cadenas psicológicas, sino con formas más naturales e integrales, que nunca comprenderán los que unen izquierdismo, progresismo, empoderamiento, desprincesamiento, etcétera, porque ahí solo manejan las herramientas de odio político. Y por el principio de acción-reacción el odio terminará bien engrasado, desde que se ponga en marcha, por el propio mal denominado heteropatriarcado, que sabe bien, porque lo han educado las princesas, que a la violencia hay que someterla con una violencia no igual, sino superior. 


Veamos, finalmente, un ejemplo de uno de los adalides del odio empaquetado, el ejemplo de Pablo Iglesias, líder pretendidamente feminista del partido que psicoanalíticamente se llama “Podemos”, por compensación de lo que no pueden. En una entrevista a “La Vanguardia” declaró, en una muestra de desprincesamiento ejemplarizante, que no utilizaba Fairy, el limpiador de los ricos, sino Mistol, pues es más barato. Enseguida un astuto periodista que persigue sus pasos, se dio cuenta de que, en otra entrevista de hace pocos años en el programa televisivo de Ana Rosa, en su antigua casa de Vallecas, aparecía detrás la botella de Fairy. Grande fue mi decepción, pero al ir a decirle lo propio a una votante podemita, me descubrió algo mucho más cínico y terrible, lo que podríamos decir, el uso torticero de la propaganda postural, y que demuestra que los arquetipos no se pueden cambiar tan fácilmente. Me llevó, en secreto, a su cocina, y me enseñó el bote de plástico con el que lavaba: era Coral, ¡un limpiador aún más barato! Estuve a punto de claudicar ante tanta demostración de coherencia, hasta que abrió la parte baja del pollo de la cocina, y sacó un gran envase de Fairy, con el que llenaba la botella de Coral cada vez que se vaciaba: por tanto, también usaba Fairy. ¿Dónde la militancia del líder de Vallecas para con el Mistol o, en el caso de sus votantes, del Coral? Es un engaño, y sus intentos de desprincesamiento también son un engaño. Son ellos los que azotarían a las mujeres hasta que sangrasen, en palabras de su propio líder.



Desprincesamiento

Fotografía ilustrativa del diario digital mexicano Emeequis, informando sobre un taller de desprincesamiento en un municipio mexicano. Febrero 2016, pues el recorrido del desprincesamiento en América Latina lleva más de un lustro. En la fotografía adjunta se ve el empeño de una joven desprincesándose con un deporte se supone que poco propio para mujeres princesas. Empero permanece intocable, tanto la iconoclastia contra los Budas de Bamiyán, detrás de ella, como el velo religioso que porta, absolutamente incoherente con el desprincesamiento.

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